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El-Buen-Amor.-Con-Nube-De-María.

«El amor es como los fantasmas, todo el mundo habla de él pero pocos lo han visto.»

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Del amor se habla, se habla demasiado. Del amor de lee, se lee demasiado. Del amor se escucha, se escucha demasiado. El amor se ha incorporado a nuestras vidas como un todo, se ha instalado como un conjunto de muchas cosas difíciles de explicar y que raramente aparecen en nuestra realidad. El amor parece estar unido a la civilización humana desde sus inicios intrínsecamente. Pero también lo está el odio. Serían los dos polos opuestos. Lo bueno y lo malo del ser humano a la hora de hablar de sentimientos. Incluso da la sensación de que sin el amor la raza humana estaría extinguida o profundamente deprimida, aunque pueda parecer que las muestras de amor y de odio andan a la par. Pero, como ocurre en tantas ocasiones, la mayoría de las personas hablan y hablan sobre cosas que desconocen o que creen conocer, o que pretenden saber. A fuerza de hablar de algo durante mucho tiempo, uno puede llegar a interpretar que ya conoce suficiente sobre ello, aunque no sepa absolutamente nada. Si a uno le hablan del amor desde que es pequeño y no lo experimenta, seguramente querrá saber sobre ello para poder hablar también de su propia experiencia al respecto. Eso también es innato en el ser humano.

Uno ha visto infinidad de películas que han tratado sobre el amor, como obras de teatro, en todas sus formas, ya fueran idílicas, platónicas, dramáticas, especiales, imposibles, duraderas, placenteras, dañinas, enfermizas, etc. Uno ha leído cientos de libros que también han querido describir ese estado emocional de una forma particular y personal. Uno ha sido testigo de otras tantas relaciones que han transcurrido a su alrededor, amores que nada tenían que ver el uno con el otro, algunos que daban la impresión de ser irrealizables, inéditos, increíbles o simplemente imposibles; pero también otros que parecían perfectos, estables, imprescindibles y enigmáticos. Desde fuera no se puede explicar y mucho menos conocer por entero lo que se cuece dentro de esos amores, pero cualquiera de nosotros podría hablar de nuestras experiencias, como también seríamos capaces de explicar nuestras propias formas de amor que hemos sentido o experimentado.

«No existe el amor,

sino las pruebas de amor,

y la prueba de amor a aquel que amamos es dejarlo vivir libremente.»

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Hay una pregunta que siempre me ha costado contestar: ¿Cuántas veces te has enamorado? En un principio me parece una pregunta trampa. Porque una pregunta así ya da a entender que has tenido que enamorarte, y además varias veces. Se da por sentado que cualquier persona digamos ‘normal’ se va a enamorar a lo largo de su vida y, a poder ser, en repetidas ocasiones. Y como dicen que el amor es imparable, incontrolable y difícil de medir, pues seguramente nos veremos envueltos en sus garras en cuanto menos lo imaginemos. El amor no avisa, dicen. El amor, aparece… Tengo que confesar que me cuesta contestar a esa pregunta porque si me paro a pensar en ello detenida y profundamente, me cuesta distinguir entre lo que se suele llamar amor de lo que simplemente es una atracción, un cariño o un deseo. Con lo cual, contestar a la pregunta diciendo ‘ninguna’ se antoja arriesgado, más que nada por las caras de sorpresa y de incredulidad que recibiré automáticamente. 

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Tengo la sensación de que se habla muy gratuitamente de muchos sentimientos. Cualquier puede ser amigo de alguien, y cualquiera está enamorado de alguien. Hay gente que se enamora cada día. Y, lógicamente, se desenamora de igual forma, es decir, al instante. La pregunta es lógica: ¿era amor? ¿No estarían confundidos? ¿No estarían simplemente engañándose? Decir que estoy enamorado de alguien suena bien. Es bonito. Es idílico. Es envidiable. Y no digamos decir que alguien está enamorado de nosotros. Nuestro ego sube como la espuma con una facilidad pasmosa. Sentirse querido es innato en el ser humano y muy necesario. Necesitamos sentir que atraemos a alguien. Aunque nosotros no sintamos lo mismo. Necesitamos querer y ser queridos. Necesitamos sentir algo por alguien en algún momento de nuestra vida, otra cosa será que ese alguien demuestre y/o sienta lo mismo por nosotros.

 “Esta noche dormirás con tus triunfos y encantos, pero ella la pasará en los brazos de otro”

(Morrissey)

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Pasaríamos entonces al terreno de las necesidades más que el de las realidades. Confundiremos los sentimientos debido a nuestras necesidades más primarias. Necesitamos amor y si no lo encontramos lo inventamos. Creamos lo que haga falta con tal de satisfacer nuestra mente. Imaginaremos lo que haga falta y haremos creer al mundo lo que hemos creado en nuestra mente. Da igual si es verdad o no, de tanto repetirlo parecerá real. Y como en el amor sucede habitualmente con infinidad de sentimientos y de situaciones. Los problemas surgen o los creamos, aparecen o los hacemos aparecer. Los males, las quejas, la mala suerte, los amigos imaginarios, los que nos aprecian, los que darían la vida por nosotros, tantos que los vamos amontonando en el contador de cualquier red social, acumulando sensaciones más que realidades, intentando ver el mundo tal y como deseamos, mucho más que de cómo realmente es.

«No olvides nunca que el primer beso no se da con la boca, sino con los ojos.»

(O.K. Bernhardt)

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Hace falta menos imaginación, un poco más de atención y mucha más coherencia. Ni todo es tan malo ni todo es tan bonito. La vida se compone de altibajos, de buenos y malos momentos, de buenas y malas personas, y en esa senda vamos avanzando, el conjunto de todo es lo que denominamos experiencia. No por pretender saber se sabe, no por creer conocer se conoce. No por decir que amamos mucho amaremos más o mejor. No por decir que nos aman nos sentiremos amados. No por decir muchas veces ‘te quiero’ se quiere más. Pero eso algunas personas no quieren entenderlo. Siempre me ha hecho gracia una frase que, desafortunadamente, sigue funcionando: ‘Dime que me quieres, aunque sea mentira’. Queda dicho todo. Dime lo que quiero escuchar, da igual si es verdad o no. Nos vamos traicionando a nosotros mismos, sin querer encarar la realidad. Nos enamoramos superficialmente, rápidamente, sin detenernos a pensar si realmente estamos enamorados. Quizá la pregunta clave sería qué es el amor. Y, a partir de ahí, todo empezaría a encajar. O no. Quién sabe. En un mundo donde la mentira y la exageración están a la orden del día hablar más o menos del amor ya parece algo trivial.

«La peor forma de extrañar a alguien es estar sentado a su lado y saber que nunca lo podrás tener.»

(Gabriel García Márquez)

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Es el tiempo para los valientes

Publicado: 13 de julio de 2015 en Artículos
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«Siempre hay un lugar en las cumbres para el hombre valiente y esforzado»

(Thomas Carlyle)

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Ha llegado. Es la hora. Es el tiempo de los valientes. De los que no se lo piensan. O de los que, a pesar de pensarlo mucho, lo llegan a realizar. Es hora de tomar decisiones. De aguantar. De sobrepesar. De valorar. De analizar. De saberse mejor. De pensar en lograrlo. De no rendirse. Es hora de decir ahora. De decir ya. No es tiempo para perder el tiempo. Ni para quejarse. Ni para acobardarse. Ha llegado el momento en el cual debemos ver todo desde otra perspectiva. Totalmente diferente. Nada parecida a la que nos enseñaron.

Todo lo que parecía idílico, ideal o normal ha pasado a ser cosa del pasado. Y se va diluyendo como el azúcar en el agua. Ahora todo es anormal, nada lógico y poco previsible. Los planes se hacen para romperlos automáticamente. Para crear otros al instante. Se siguen directrices para cambiarlas radicalmente. Se intenta someter a todo el mundo. Poco no se someten a nadie. Parece que todo está de paso. Pero todo estaba de paso. Todo cambia. Todo cambiaba. Pero no tan rápido. Y es que todo transcurre a mucha velocidad. Demasiado veloz. Y en ese tramo de urgencia e inestabilidad debemos pensar sobre todo y arremeter con actitud. Además de decisiones constantes. Algunas erróneas que nos provocan fracasos personales. Pero no debemos rendirnos. Nunca. El que se para y se rinde queda inmediatamente bloqueado. Ninguneado. No avanza. Y hay que seguir. Siempre. Y levantarse tantas veces como sea necesario. Aunque nadie nos ayude. De hecho, pocos nos ayudarán. Se trata de aprender a marchas forzadas, a golpe de obstáculos, de caídas. Recaídas. Vueltas a caer.

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«Valor es lo que se necesita para levantarse y hablar;

pero también es lo que se requiere para sentarse y escuchar»

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Nos ha llegado. La hora. Nuestro tiempo. Es el tiempo de los valientes. De los que se atreven. De los que osan. De los que no se dejan vencer. De los que continúan. Y siguiendo y aguantando se vence. Vencer es sinónimo de haber luchado. Y sin lucha no habrá final. Sin lucha se perderá la opción de ganar. Cuando todo parece difícil, complicado y casi inalcanzable es cuando más seguro de uno mismo hay que estar. Hay que saber hacia dónde dirigirse. Y hacerlo. No detenerse. No caer en la trampa de que alguien es más capaz que tú. Debemos ser hábiles, como nunca antes lo habíamos llegado a ser, o como nunca nos lo habíamos planteado. Debemos dejar aparcado lo que signifique comodidad. Lo confortable ya llegará. De momento hay que deambular, seguir por la senda del descubrimiento continuo. No mirar atrás, sino para recordar. Pero sabiendo que hay que llegar al objetivo. Y marcarse esos objetivos es nuestra tarea diaria. La más importante. No se puede dejar en manos de nadie, ni de cualquiera. Es cosa nuestra. Además nos pertenece. Nos importa. Nos es básica. No se puede pretender esperar. Esperar a que alguien venga y nos ayude, nos aconseje, nos solucione la papeleta. No va a venir nadie. Planteémoslo así. Porque es la realidad.

Somos nosotros, solos, los que debemos tomar cartas en el asunto. Levantarnos y actuar. No dejar de soñar. Pero soñar realizando. No parar de pensar, pero pensar haciendo. Realizando. Hay que ser actores principales, aunque no encontremos al director. Y si hace falta, escribir el guión tantas veces como haga falta. Hasta encontrar el que nos hará felices. El que nos indicará que hemos llegado al destino deseado. Porque se trata de desear. No de bajar la cabeza y reunir todos los problemas encima de la mesa para amargarnos o entristecernos. No. No es cuestión de ser positivo, sino realista. Y activo. Sin acción no hay reacción. Y necesitamos reaccionar de una vez. Hemos estado paralizados demasiado tiempo. Anestesiados. Afligidos y alicaídos. Ya basta. Hay que cambiar. Y todo cambiar a raíz de un pequeño detalle que provocaremos nosotros. Actitud con aptitud. Acción con carácter.

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«No es verdaderamente valiente aquel hombre que teme ya parecer,

ya ser, cuando le cuadra, cobarde»

(Edgar Allan Poe)

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Es la hora de ser prácticos. De ser totalmente valientes. De levantar la cabeza, mirarse al espejo y ver otra realidad. No la que nos dicen que tenemos, no ésa que nos dicen que es la única que vamos a conseguir. Hay muchas realidades y sólo depende de nosotros intentar encontrarlas. Una vez que lo hayamos hecho nos limitaremos a eliminar las que no nos agraden y quedarnos con las que nos sirven. Y, si hace falta, seguir buscando más, tantas hasta que demos con la que nos gusta realmente o la que colma nuestras expectativas. Pero NO hay que resignarse. Ni aceptar lo que parece que es lo único que vamos a conseguir. No hay que creer todo lo que nos digan. Casi mejor nada de lo que nos digan. Si debemos creer en algo que sea en nosotros. Ni pensar que todo está acabado. Ni hecho. Todo está por empezar. Debemos empezar. No parar. No detenernos hasta conseguir la meta. Y todo depende de nosotros.

El coraje, el carácter, la decisión, la personalidad, la acción. Todo parte de nuestra mente. Hay que cambiar los hábitos, las costumbres. Acondicionarnos a los nuevos tiempos, los que ya han llegado hace tiempo y no quisimos entender. Es hora de abrir los ojos a la realidad, y no es otra que la que pretendamos realizar. Nuestra realidad no es la que vemos, ni siquiera la que nos dicen que tenemos. La realidad, nuestra realidad puede cambiar tantas veces como deseemos. Si lo deseamos. Y si lo deseamos cambiará. Tantas veces como queramos. Hasta que estemos satisfechos plenamente. Hasta que estemos orgullosos con la búsqueda, la nuestra, la única que nos hará seres especiales. Porque lo somos. Digan lo digan. Sólo depende de nosotros. Y el tiempo vuela. El momento es ahora. Ha llegado. Es el tiempo de los valientes.


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«El tiempo es el mejor autor: siempre encuentra un final perfecto»

(Charles Chaplin)

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El tiempo es relativo. Lo sabemos. ¿Qué es exactamente el concepto de tiempo perdido? Es una realidad que el tiempo va pasando. A veces, tenemos la sensación de que se nos escurre entre los dedos, sin poder detenerlo. Pero eso es imposible. No podemos detenerlo. Y, además, quién querría eso. No hace falta. Vamos consumiéndolo aunque no lleguemos a percibirlo. Y mucho de ese tiempo que ya ha transcurrido creemos que es perdido o, al menos, así lo calificamos. Todo pertenece al tiempo. Lo bueno y lo malo. Lo aburrido y lo entretenido. Nos quedamos con los momentos inolvidables, con los que marcaron un momento, una época o una fase de nuestra vida. Tan sólo grabamos esos momentos mágicos, que no podemos ni queremos olvidar. Nos deshacemos muy fácilmente de la mayoría de momentos. Muchas veces porque los asociamos con la rutina. Insulsos. Triviales. Nada interesantes. No nos llaman la atención muchos de ellos, sólo los que sobresalen, por causas estupendas o dramáticas, ésos que retenemos a toda costa.

Evolucionamos. Por lo menos deberíamos hacerlo. Y para evolucionar se necesita tiempo, y dentro de ese tiempo también hay momentos que creemos perdidos. Valoramos negativamente los momentos perdidos. Porque en el fondo sabemos que no van a volver. Pero nos cuesta estrujar el tiempo y sacarle todo su provecho. Por mucho que lo repitamos. Deambulamos como sombras dentro de nuestro propio escenario. Nos perdemos entre nuestros momentos perdidos. Sacamos a veces la cabeza para hacernos notar. Pocos. Muy pocos. La mayoría de las veces pasamos desapercibidos, incluso para nosotros mismos. Las luces son pocas y débiles, la oscuridad la vemos con más intensidad y con más facilidad.

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«Algunos están dispuestos a cualquier cosa, menos a vivir aquí y ahora»

(John Lennon)

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La sensación de pérdida de tiempo atormenta, entristece y provoca desdicha. Nos encerramos en nuestro caparazón, dispuestos a relamernos nuestras heridas, sintiendo que las oportunidades, muchas, han pasado. Y que no fuimos capaces de reconocerlas, de aprovecharlas. Y mientras lo hacemos no nos damos cuenta de las que están frente a nosotros justo ahora mismo. No recapacitamos como deberíamos. Analizando los errores vamos cometiendo otros. 

Aprovechamos el tiempo cuando lo vivimos con intensidad, sea como sea. Y esa intensidad nos da vida interior. Nos revitaliza de otra manera. Nos hace sentirnos válidos y aptos. Nuestra habilidad crece cuando nos vemos útiles. Estamos siempre cuantificando nuestras labores, nuestras vivencias. Sentimos mucha pena por las pérdidas, sean del nivel que sean. La pérdida de tiempo es tan sólo otra de ellas. Nos lastima. Nos hiere. Parece incluso dolor. Y permanece. A veces por segundos, otras durante años. Estamos sometidos al poder del tiempo, en todos los escenarios de nuestra vida. Todo empieza y acaba, lo bueno y lo malo. Es una sucesión tras otra. Natural. Algunas de esas sensaciones parecen efímeras, otras eternas. Pero es nuestra sensación. Debemos evaluar nuestro tiempo, sólo tenemos uno. Y valorarlo. Sinceramente. Sin flagelarnos.

«A veces estamos demasiado dispuestos a creer

que el presente es el único estado posible de las cosas»

(Marcel Proust)

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Vidas inventadas

Publicado: 23 de abril de 2015 en Artículos
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«El que dice una mentira no sabe qué tarea ha asumido,

porque estará obligado a inventar veinte más 

para sostener la certeza de esta primera»

(Alexander Pope)

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A través de la historia del hombre, han sido habituales las escenas que han salido a la luz de muchas personas que intentaron ser ‘otras personas’. Se trata en estos casos de inventarse una vida, otra vida, cambiar la uno de mismo, hacer realidad un delirio, ya sea por grandeza, por complejo o por ambición. Los impostores siempre existieron, han sido corrientes y lo siguen siendo. Encontramos numerosos ejemplos, algunos más famosos que otros: Enric Marco, fingió durante años ser un antiguo preso de un campo de concentración nazi; Alicia Head, se hizo pasar por una de las víctimas de los atentados del 11-S en Nueva York; Somaly Mam relató que fue vendida a los 13 años y que le obligaron a ejercer la prostitución; Rigoberta Menchú añadió falsas experiencias personales en su libro autobiográfico.

Para muchos analistas y expertos, muchas de estas personas actuaron y actúan por ser mentirosos crónicos o compulsivos, personas que tienen dificultad para controlar su conducta y que están muy cerca de comportamientos patológicos. Estos mentirosos pueden buscar un reconocimiento social, una admiración que nunca tuvieron, una gloria que les haga populares. Y los podemos encontrar en cualquier momento. Es fácil conocer a esa clase de personas que dicen conocer a gente famosa, que tienen amigos muy conocidos, que han vivido experiencias únicas y al alcance de muy pocos. Pero, lógicamente, para poder engañar a alguien, primero deben engañarse a sí mismos. Creerse su historia. Partir de esa falsa identidad se puede sustentar en la necesidad vital que tiene el mitómano para que los demás le consideren importante o popular. No le importa mentir porque sabe que le va a servir ante la sociedad. Y el narcisista puede ser muy válido y capaz. Incluso inteligente. Lo que ocurre es que su vanidad y su ambición, además de su orgullo, provocan que sus capacidades se pierdan por el camino y no se lleguen a conocer realmente. Inventarse una vida puede servir para conseguir fama, prestigio y también dinero.

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«Una mentira es como una bola de nieve;

cuanto más rueda, más grande se vuelve»

(Martin Lutero)

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Inventar o fabular ha sido y es humano. Tendemos a exagerar las historias, decorándolas, añadiendo datos que no existieron, creyendo hacerlas más atractivas, más creíbles o seductoras. La imaginación aporta su grano de arena. Y de eso vamos bastante sobrados. Sabemos por experiencia propia que muchas personas exageran en sus logros biográficos, sus estudios, sus conocimientos, etc. Una práctica habitual que ya parece consentida. De hecho, parece que tampoco nos importa mucho que mientan, o que nos mientan. Si esa mentira no nos incumbe no nos preocupa. El problema es que si esas mentiras se exageran de forma sistemática y se multiplican con el paso del tiempo, las sospechas llegan a ser muy grandes y la credibilidad, poco a poco, va perdiendo forma.

Lógicamente, para aquellos que acostumbran a utilizar estas prácticas, la rutina les juega una mala pasada y, finalmente, son descubiertos. Lo malo, al llegar a ese punto, es que ya nadie se cree lo próximo que cuenten, aunque sea cierto. Sin embargo, cuando uno de estos impostores nos cuenta una historia sensible y dura cuesta dudar de su credibilidad. La empatía nos hace acercarnos a su historia, creando un lazo de unión entre el que cuenta la historia y el que la escucha. Generalmente, cuando nos cuentan algo tendemos a creerlo, aunque sepamos que la mayoría de las veces no tenemos argumentos de peso para saber si lo que nos cuentan es verídico o no. La susceptibilidad va según el carácter o la experiencia de cada uno, pero en principio no debería haber obstáculo para creer en alguien o en sus historias.

«El castigo del embustero es no ser creído, aun cuando diga la verdad»

(Aristóteles)

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En la actualidad, gracias las redes sociales, cualquier puede llegar a cualquiera. Son ventanas que se abren y donde aparece, de repente, el mundo entero. Una persona anónima puede ser famosa en minutos. Y esas redes sociales sirven para muchos de estos personajes para crearse vidas paralelas, inventadas. Ese físico que no tuvieron, esa atracción siempre soñada y que nunca apareció, esa facilidad para atraer gente gracias a una palabra, una fotografía, un mensaje, todos ellos inventados, creados con una finalidad. Hoy cualquier puede ser cualquiera. Puede ser lo que quiera, se puede convertir en el profesional que siempre quiso ser, popular y admirado por muchos, o ese físico atractivo y seductor para los ojos de la mayoría. Las vidas inventadas están a la orden del día. Cada vez es más difícil creerse lo que nos cuentan, los que nos dicen, lo que nos muestran. Los filtros que necesitamos van siendo cada vez más habituales y exhaustivos, y nuestra percepción de lo real y lo ficticio se va difuminando lentamente, hasta llegar a un punto que confundimos la realidad con simples aires de grandeza.  Hace poco leí que era curioso observar cómo en las redes sociales abundan las mujeres seductoras y frívolas mientras que, simultáneamente, los hombres se rinden ante la belleza de la poesía. ¿Realidad o ficción?

Gente brillante

Publicado: 12 de abril de 2015 en Artículos
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«Los semejantes se atraen.

Limítate a ser quien eres: sereno, transparente y brillante.

Cuando irradiamos lo que somos, cuando sólo hacemos lo que deseamos hacer,

esto aparta automáticamente

a quienes sí tienen algo que aprender

y también algo que enseñarnos».

(Richard Bach)

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Es difícil imaginar que a nuestro alrededor no exista esa clase de gente brillante. Y cuando hablo de gente brillante me refiero a ese tipo de personas que llegamos a admirar por diferentes razones, ya sea por su capacidad laboral, empresarial, familiar, política, intelectual o humana. Existir, existen. De eso no cabe la menor duda. Y es ésa, precisamente, la clase de gente que necesita cualquier país para desarrollar todas sus cualidades y evolucionar en el futuro. Cualquier sociedad que se preste y que, de verdad quiera evolucionar (no conozco ninguna que no lo desee), debería rodearse de esas personas, y cuantas más mejor sería, para sacarles todo el partido posible y apoyarlas en todo lo que necesitaran, dado que representan para bien buena parte de su bienestar.

Lógicamente, cada sociedad es un mundo diferente, con sus características, sus valores, sus tradiciones y sus realidades. Aunque el ser humano mantenga ciertas similitudes en cualquier parte del mundo, cada sociedad conserva sus rasgos definitorios, que le hacen distinguirse de las demás. En parte, en eso consiste el atractivo de la raza humana, en su inmensa diversidad. Otra cosa bien distinta es que en cualquier tipo de sociedad se apoye, se defienda y se valore a la gente brillante. Siendo sinceros con nosotros mismos, deberemos reconocer que nos sentimos atraídos por toda la gente brillante que vamos conociendo a lo largo de nuestra vida. Ya no se trata de sentir envidia o celos, tan sólo saber apreciar la admiración que sentimos por ella. Y es que, en general, no es habitual encontrarse con mucha de esa gente brillante. Al menos, no tanta como nos gustaría y como deberíamos. Aunque para muchos, el problema principal radique realmente en poder reconocerla cuando la encuentran, mucho más allá de llegar o poder encontrarla.

«Si puedes hablar lo suficientemente brillante sobre un tema,

darás la impresión de que lo dominas».

(Stanley Kubrick)

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Vivimos tiempos en donde se premia mucho más la carencia, la ignorancia, la inutilidad o la misma incapacidad de las personas. En lugar de buscar, desarrollar y fomentar la brillantez natural en todas sus formas, al igual que la capacidad innata, la aptitud individual o el talento inspirador. Embaucan más las mentes mediocres, poco innovadoras, incapaces de hacer pensar o evolucionar, que aquellas otras que pueden llegar a dominar el mundo por su atrevimiento, su osadía y su talento. El talento se echa en falta. Y lo necesitamos. Mucho. Sabemos reconocer esas características distintas, esas aptitudes que sorprenden y sobresalen. Todas esas facetas que deslumbran, funciones que nunca habíamos descubierto antes, poderío en su estado puro. 

No hay nada mejor que descubrir el talento. La grandeza del saber, del estar y del mostrarse, en todas sus formas y maneras. No hay nada tan espléndido como observar la capacidad de alguien en cualquier faceta de la vida. Cada uno puede mostrar su talento, de una manera u otra, tan sólo hace falta potenciarlo, confiar en él y explotarlo, a la vez que mostrarlo. No se puede caer en la vergüenza, ni en la desconfianza personal. Cada uno, desde su parcela, puede y debe saber su potencial, desarrollarlo y enseñarlo. De nada sirve esconderlo, o hacer ver que no existe. Sin embargo, nos cansamos de observar la mediocridad en todas sus variantes. Y hasta parece que esté de moda.

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«El panorama fue fascinante durante los primeros minutos en el aire, y luego de lo más insípido.

Me hacía gracia ver las casas y los coches tan pequeños y pulcros; todo tenía el aspecto de ser de factura muy reciente, tan limpio y brillante parecía.

Pero al cabo de poco tiempo uno se cansa de ese aspecto del paisaje.

Considero significativo que una torre o una colina alta sea toda la altura que se necesita para observar las bellezas naturales.

Lo único que obtienes de esa ascensión sin esfuerzo es un mapa a gran escala.

En general la naturaleza, siguiendo un esquivo principio, parece proporcionar sus propios miradores allí donde son más deseables».

(Evelyn Waugh)

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Qué pocas luces brillan a lo lejos, y también de cerca. Qué pocas personas destacan. ¡Cuántas necesitamos! Y qué dicen de todo esto los descubridores de talentos. Vivimos momentos de tremenda confusión, inestabilidad e inseguridad. Cualquiera puede llegar lejos, casi sin proponérselo, pero también sin merecerlo. El mérito se va evaporando, al igual que la genialidad y la creatividad. Y esos flashes de inteligencia, de talento y de capacidad sorprenden cada día más. Nos embelesan fácilmente. Simplemente porque no estamos acostumbrados a ello. Debemos apoyar a toda esa gente brillante, rodearnos de ella. Alimentarnos de su talento, observarla, estudiarla y disfrutarla. Debemos ser suficientemente inteligentes para saber valorarla. No caigamos en las garras de la envidia y de la falta de consideración. No seamos mediocres. De ésos, ya hay suficiente, por no decir demasiados.  

Dicen que el talento es innato. Que el talento no se puede aprender, que no se puede enseñar. Pero el talento, a veces, es inapreciable, es invisible, puede hallarse en cualquier rincón del planeta, esperando ser descubierto. Hay mucha gente brillante esperando ser descubierta y admirada. Busquemos esos detalles mínimos pero certeros que nos hagan llegar hasta esa gente. Permitámosles manifestarse, a la vez que los disfrutáremos. Toda la gente brillante que podamos conocer durante nuestra vida nos será útil y beneficiosa. Sepamos apreciar sus dones. También dicen que el tiempo es oro, razón de más para no desperdiciarlo entre gente que no nos va a aportar absolutamente nada, ni ahora ni en el futuro más próximo. Quizá, si aprendemos a actuar así, podamos convertirnos algún día en una de esas personas brillantes.

 


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«Nada hay en el mundo más noble y raro que una amistad verdadera»

(Oscar Wilde)

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A muchas personas les ocurre que, desde eran jóvenes adolescentes, les han tratado de ‘raros’. Y, con el paso del tiempo, esa tendencia no ha decaído. De hecho, casi forma parte de su personalidad. Lo raro significa que se sale de la norma. Pero, la pregunta debería ser: ¿Quién marca la norma? ¿O nos basamos simplemente en lo que hace la mayoría para denominarla así? El ser humano se encuentra más cómodo ante situaciones que conoce, que son habituales, rutinarias y/o familiares. Cuando algo se sale del guión establecido comienzan los titubeos, las inseguridades y los vaivenes. Ante el miedo que provocan estas últimas situaciones, la mayoría se inclinan ante lo conocido, lo mayoritario y lo habitual. Y se puede extrapolar a todos los ámbitos de la vida.

Si dices, haces, opinas, piensas como la gran mayoría no sobresales, permaneces en ese grupo compacto que parece ser el correcto. O, al menos, eso piensa la mayoría. Si a uno o varios se les ocurre salir de esa tendencia son considerados automáticamente ‘raros’, casi sin ni siquiera escuchar, analizar o valorar lo que dicen, hacen, opinan o piensan. No se puede negar que esta actitud mayoritaria llama la atención. De hecho, está debidamente estudiada científicamente. La mayoría de las personas se mueven por el argumento mayoritario, a veces, sin llegar a analizarlo, ni meditarlo, ni valorarlo. Pensándolo fríamente, podría ser una forma un tanto mediocre e ignorante de actuar. Digamos que no consideraríamos inteligente a cualquier persona que reaccionara de esa forma. Entonces, ¿estamos rodeados de ignorantes? ¿Somos mediocres a la hora de decantarnos por una mayoría? ¿Valoramos todas las opciones antes de tomar una decisión, una elección? ¿O preferimos ir a lo sencillo y no pensar demasiado?

«Es posible que el cosmos esté poblado con seres inteligentes.

Pero la lección darwiniana es clara: no habrá humanos en otros lugares.

Solamente aquí. Sólo en este pequeño planeta.

Somos, no sólo una especie en peligro, sino una especie rara.

En la perspectiva cósmica cada uno de nosotros es precioso.

Si alguien está en desacuerdo contigo, déjalo vivir.

No encontrarás a nadie parecido en cien mil millones de galaxias.»

(Carl Sagan)

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Las preguntas se multiplican sin llegar a conclusiones claras. Lo normal es pensar que si una gran masa de gente actúa de una forma determinada será por algo, por algún motivo, por alguna razón. En absoluto. Puede darse el caso que una gran masa de gente piense de forma parecida, que tenga motivaciones similares, que se muevan en ambientes cercanos y que lleguen a las mismas conclusiones, pero, en cada fase de nuestra vida, solemos ir evolucionando. Lo que pensábamos hace diez años no se parece casi en nada a lo que pensamos actualmente. Nuestras opiniones van cambiando a medida que avanza nuestra experiencia de vida. Llegar a hacer o decir lo que hace o dice la mayoría puede ser una elección o una opción, pero antes debe ser meditada consecuentemente y según nuestras ideas y pensamientos.

Nos dejamos llevar por el qué dirán, por lo que se lleva, por tendencias y modas, por mareas que aparecen y desaparecen. Necesitamos de nuestra cordura, nuestro saber, confiar en nuestro intelecto, sea del nivel que sea, aprender a seguir nuestro instinto, apostar por nosotros. Muchos lo hacen. Y la respuesta que a veces reciben es que son raros. Muchas de esas personas que han sido consideradas ‘raras’ desde que iban a la escuela han perdido parte de su autoestima, en muchos ámbitos de su vida, pero si miraran las cosas desde otra perspectiva, se darían cuenta de que ‘ser raro’ puede ser lo mejor que tienen. Cuando alguien te considera raro es porque no te entiende. O no te acepta, que es todavía peor. Hay que saber rodearse de gente que te entienda y que te aprecie, con tus valores y tus carencias. ¿Quién es menos raro que otros? ¿Por qué alguien es más raro que el resto?

Ser raro no significa ser peor, ni mejor. En la diferencia está el secreto. Y ocurre con todo. Si todos fuéramos iguales esto sería muy aburrido. Hay que pensar de mil formas, hacer mil variantes, decir cosas diferentes. Idear, cambiar, innovar. Todas esas personas que enfocaron su futuro en sus ideas fueron tachados de ‘raros’ y, muchos de ellos, llegaron a ser considerados genios con el tiempo. Otra prueba más del desconcierto de la sociedad en general y de la mayoría en particular. La autenticidad vale la pena. La originalidad tiene su mérito. Hay que valorar la capacidad de la persona. No caer en falsos argumentos o en simples postureos.

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El odio

Publicado: 8 de abril de 2015 en Artículos
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«Cuanto más pequeño es el corazón, más odio alberga.»
(Víctor Hugo)
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Una palabra que se usa muy a menudo, quizá demasiado. Porque poder percibir un sentimiento como odio no es tan sencillo. Mucho menos sentirlo. Hay muchas cosas o personas que no son de nuestro agrado, incluso detestamos a algunas de ellas. Pero, de ahí a decir que, odiamos algo verdaderamente, hay un paso bastante grande. Podemos tener aversión, antipatía, no vernos atraídos por algo o alguien, pero el odio representa algo muy profundo, quizá lo opuesto al amor, aunque puestos a valorar, éste último quizá está también demasiado utilizado sin necesidad. La temeridad de pregonar amor u odio a los cuatro vientos es muy humano. A lo mejor porque afirmar ‘odiar algo o a alguien’ llama más la atención que decir simplemente que no nos gusta. No queda igual de contundente. Y el dramatismo y la escenificación se ven arropadas con expresiones de tal calibre.

Resulta curioso comprobar cómo suelen ser más expresados todos los sentimientos negativos que los positivos. ¿La razón? Quizá responde a estímulos humanos de conducta. Somos más negativos que positivos por regla general, tendemos a ver todo lo malo y a no valorar lo bueno. Preferimos quejarnos de lo que no nos gusta que alabar lo que nos agrada. Somos más propensos a afirmar sensaciones que nos apenan, nos entristecen o nos deprimen, que intentar contagiar a los que nos rodean con sensaciones de felicidad, alegría y optimismo. Acaso andamos necesitados de cariño, de empatía, de que alguien esté por nosotros. Mostrarnos rodeados de problemas, de situaciones adversas y de complicaciones puede provocar la atención del resto. Y eso nos atrae.

«Basta con que un hombre odie a otro
para que el odio vaya corriendo
hasta la humanidad entera.»
(Jean Paul Sartre)
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Cuando alguien muestra alegría o que las cosas le van bien, suele ser envidiado y, en muchas ocasiones, no creído. ¿Por qué? Porque la inmensa mayoría no cree que la felicidad y el bienestar en general sea algo que pueda sentirse como rutina. No creemos que alguien pueda estar perfectamente conectado con su yo, con su interior, que lo exteriorice y lo confiese. No le creemos. Siempre vemos una cortina de humo que esconde otra verdad: una realidad paralela que seguramente es triste, alejada de esas afirmaciones de placer y de sintonía perfecta. Una postura hacia la galería. 

El problema de odiar o creer odiar es que nos crea un malestar continuo, que no se aleja, que permanece. La pregunta oportuna sería si vale la pena realmente odiar. ¿Qué ganamos exactamente con ello? Poco, por no decir nada. Nos podemos reafirmar a nivel personal de nuestra aversión hacia ello pero nada más. Podemos expresarlo, divulgarlo, guardarlo, pero no sirve para nada. El odio es uno de los sentimientos menos prácticos que existen para el ser humano. En cambio, es muy destructivo. El odio provoca malestar, mal ambiente y puede (de hecho, ocurre) desembocar en violencia. Pero mucho del odio que se dice sentir es bastante fingido, exagerado, incoherente y falto de base o de argumentos. Se tiende a magnificar sensaciones. De repente, alguien odia a alguien. Así de sencillo. Ya dicen que del amor al odio hay un paso muy pequeño. Pero, ¿es realmente así? ¿Es creíble ese odio? Cuesta aceptarlo, esa podría ser la respuesta. No quiere decir que ese odio sea irracional, es quizá es inventado. La frustración, la impotencia, la ignorancia, pueden provocar confusión.

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Cuando a uno le van mal las cosas arremete contra todo lo que le rodea. Odia al mundo como símbolo de sus problemas. No quiere nada, no quiere a nadie. Confunde lo que le está ocurriendo con el sentimiento de odio. Odia todo porque está asqueado de todo. No encuentra salidas, no ve soluciones, entonces lo fácil es verse como víctima frente a un batallón de enemigos que sólo quieren su destrucción. Sus reacciones pueden sorprender, puesto que está en un momento crítico. Su mente fabricará argumentos y excusas para que le den la razón en sus ideas y opiniones. Las sensaciones inventadas al final resultarán o parecerán correctas y verídicas. Comprobamos muchas de estas reacciones cuando algunas personas actúan violenta y gratuitamente contra otras, por una excusa que se han creado en su mente, sin venir a cuento, sin justificación alguna.

«El odio es una tendencia a aprovechar
todas las ocasiones para perjudicar a los demás.»
(Plutarco)
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Un ejemplo claro de ello son los movimientos terroristas de cualquier tipo, condición, religión e ideología, que han existido y, todavía siguen existiendo, en la sociedad mundial. Atrapados por el odio, ya sea éste fingido, inducido, estudiado, inventado y/o escenificado, son capaces de arremeter y atacar a cualquiera persona que les rodea. Convencidos por dicho odio, creen justificados todos sus actos, se excusan en ellos y, además, se presentan como víctimas, incluso después de asesinar. El odio ahí representa lo más bajo de la raza humana, puesto que la violencia frente a situaciones extremas puede verse incluso como una reacción natural y lógica de supervivencia, pero matar gratuitamente, alimentándose de un odio, generalmente falso, es bastante déspota, además de mostrar rasgos muy definidos de ignorancia. 

Puesto que el odio, si se llega a sentir, debe hacernos ver que caemos en una ignorancia absoluta. Una persona inteligente nunca debería verse atrapada por las redes del odio. Porque reconocerá que no le aporta nada y que no le llevará hacia un buen destino. Cuando amamos o hemos llegado a amar a una persona, no podemos decir de la noche a la mañana que la odiamos. Eso sólo puede significar que nunca le llegamos a amar de verdad, que nuestro amor fue inventado, como inventado es el odio que decimos sentir ahora. Nunca la amamos realmente y no nos gustaba, nos engañamos a nosotros mismos y además engañamos a esa persona y a los demás, haciéndoles partícipes de un amor creado en nuestra mente. Una cosa puede ser la ilusión y la pasión, conceptos diferentes, pero el de amor es profundo como para utilizarlo a la ligera. Quizá la culpa de lo que nos ocurre no sea de los demás. Deberíamos parar un instante y pensar sobre ello. Por lo menos, nos alejaríamos de las garras del odio.

«Odiar a alguien es otorgarle demasiada importancia.»
(Anónimo)
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Las malditas prisas

Publicado: 22 de marzo de 2015 en Artículos
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«La rapidez que es una virtud,

engendra un vicio,

que es la prisa»

(Gregorio Marañón)

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Uno de los mayores problemas de las sociedades actuales es la prisa. La prisa que delatamos en el rostro. La prisa que nos contagian. La prisa que contagiamos. Esa misma. Una prisa que es imposible de hacer invisible, o acaso disimularla. Un problema humano que genera nerviosismo, ansiedad y estrés. De hecho, el estrés, junto a la depresión, son las enfermedades del siglo actual. A lo largo de la historia, el ser humano ha sufrido terribles enfermedades, cada una en una época, en una circunstancia, en un entorno determinado. Con la evolución y el paso del tiempo, las enfermedades se han desarrollado también. La ‘modernidad’ ha traído consigo nuevas enfermedades que, no por nuevas, dejan de ser igual de preocupantes y peligrosas.

Hoy lo queremos todo pronto. Y, si es posible, ya. Nos hemos acostumbrado a conseguir todo rápidamente. El deseo llega, se consume y se esfuma. Hemos aprendido a tragar de todo a una velocidad pasmosa. Ya sea un momento mágico, un paisaje, una canción, una película, un beso, una noche de sexo, una charla, un libro o una cena inolvidable. Ahora todo pasa de una forma vertiginosa, casi sin darnos cuenta. No sabemos deleitarnos con nada. Y de las prisas, las malditas prisas, no salimos. No sabemos parar, mirar con detenimiento, con pausa, tomándonos el tiempo necesario, desarrollando todos los sentidos que necesitemos en ese instante, gozando del mínimo detalle. No queremos esperar. La pérdida de tiempo esta sobrevalorada.

«Tanta prisa tenemos por hacer,

escribir y dejar oír nuestra voz en el silencio de la eternidad,

que olvidamos lo único realmente importante: vivir»

(Robert Louis Stevenson)

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La prisa nos genera un estado de nervios constante, nos hace estar pensando en lo que vendrá a continuación, sin margen a entender, asimilar y/o analizar lo que está ocurriendo ahora mismo. Parece que nos falte tiempo y, lo que ocurre realmente, es que no sabemos manejar nuestro tiempo. Algo totalmente diferente. Y nos llama la atención esa persona calmada, que se toma su tiempo, que parece no tener prisa, que utiliza su vida manejando sus tiempos, creyendo que le falta una velocidad, o que le falta ‘sangre’, cuando realmente lo que hace es vivir el momento, su momento. En lugar de fijarnos y aprender de ella, la criticamos. 

Un momento, el que sea, ya puede ser rutinario o mágico, tenemos que saber interpretarlo. Para ello, no nos queda más remedio que concentrarnos. Dejar todo lo que estamos haciendo (pensar, meditar y planear), y enfocarnos en lo que precisa ese momento. A partir de ahí, el resto viene solo. Pero, lo mejor de todo, es que podremos llegar a saborearlo. Con prisas, será imposible. Ya dicen que son malas consejeras. La precipitación y la urgencia, son problemas derivados que no permitirán que actuemos en consecuencia. Lo sabemos. Pero no aprendemos. Todo tiene que ser ya. Todo tiene que aparecer y ser vivido ya. Y, tal como viene, se va. Y a por el siguiente. Somos devoradores de momentos, sin tiempo a ordenarlos, a clasificarlos y, casi, a recordarlos.

La sociedad de hoy es la de la incertidumbre. De la falta de estabilidad, de la inseguridad continua y de las prisas acumuladas. Del estrés continuo, que creemos que es natural, el que debemos aguantar porque es lo sobrevenido. O eso dicen. Estrés que manejamos desde que nos levantamos hasta que nos acostamos. Nos falta tiempo para todo, y todo pasa sin que nos demos cuenta. Un día vuela, la semana también, el mes ya se desvanece y los años pasan guiñando un ojo. No nos damos cuenta y estamos exhaustos, fatigados, agotados de estar en esa cinta que no se detiene, que va a toda velocidad, que no nos deja ni descansar. Hasta las vacaciones tienen que ser estresantes, ver cuántas más cosas mejor, visitar todo lo humanamente posible. No se puede perder ni un momento en una terraza tomando un café, observando a los peatones, perdiéndose en un mundo paralelo, que también es nuestro, al que tenemos abandonado, al que no dedicamos prácticamente ningún momento de ésos que evaporamos por arte de magia, con las malditas prisas.

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La tranquilidad

Publicado: 20 de marzo de 2015 en Artículos
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«Cuanto más tranquilo se vuelve un hombre, mayor es su éxito, sus influencias, su poder.

La tranquilidad de la mente es una de las bellas joyas de la sabiduría.»

(James Allen)

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Sentir la tranquilidad en todo su sentido puede ser una forma de felicidad. De hecho, lo es. La tranquilidad tan apreciada, como necesaria en nuestras vidas, que nos deja evocar recuerdos, pensamientos, análisis y reflexiones. Esa tranquilidad que permite que veamos todo con su perspectiva idónea. Y cuando la encontramos, aunque sea por unos minutos, la sabemos reconocer. Puesto que nos hace sentir de una forma diferente. Nuestro estado de ánimo cambia, se convierte en otro. Sabemos que es el momento de relajarnos y dejar fluir todas nuestras emociones internas. Es el momento de dejar escapar el intelecto, el pensamiento en su más honda labor, ensanchar los caminos de nuestra vida y alimentarse de ello. Esos momentos de tranquilidad nos inspiran, nos relajan de tal forma que los apreciamos soberanamente. Y no es para menos. En los tiempos que vivimos, parece que la tranquilidad esté reñida con la vida, con nuestra vida.

Palabras como estrés, nerviosismo, aceleración, rapidez, inmediatez, se vuelcan en nuestras rutinas de una forma natural, y las aceptamos como buenas, aún a pesar de que sabemos que no son buenas compañeras de viaje. No está mal interpretar todo de otra forma, más pausada, más tranquila. Porque es ahí cuando reconocemos las verdades, con el tiempo suficiente y justo como para descubrir todos los detalles, sin dejarnos un espacio por investigar, cuando podemos notar los pros y los contras en su medida, sin errores, aceptándolos, examinándolos y tratando de corregirlos. Sin esa pausa necesaria todo se hace más complicado, de hecho, se hace casi imposible de analizar, y muchos menos de arreglar.

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«La tranquilidad perfecta consiste en el buen orden de la mente, en tu propio reino.»

(Marco Aurelio)

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Y lo curioso es que, a pesar de que sabemos exactamente lo que nos ocurre, dejamos que nos envuelva, como si dentro de esa vorágine de confusión y desorientación estuviéramos a salvo. Quizá va más allá, y nuestro comportamiento y nuestro dejar hacer es una muestra de que preferimos no pensar demasiado, que preferimos que las cosas ocurran y que las olas nos empujen, sin el menor esfuerzo, que lo que ocurra ocurrirá porque debe hacerlo, porque si hemos adoptado una postura es debido a que  las circunstancias han devenido así y ha sido ajeno a nuestra voluntad. Nos cuesta detenernos y pensar, parar todo por un instante y darle a los asuntos cotidianos y personales la importancia que merecen. Acaso porque sabemos de antemano que no son tareas fáciles ni sencillas de solucionar, sabemos que una vez que nos adentremos en los entresijos de los problemas necesitaremos tiempo, bastante tiempo para sacar conclusiones. Y decimos como excusa que carecemos de ese tiempo.

Pero gracias a la ansiada tranquilidad podemos alcanzar la paz suficiente, tanto a nivel personal como social, un equilibrio mental y físico que nos relaje lo necesario para meditar de otra forma. A partir de ahí, el nerviosismo o la inquietud parecerán lejanas y nuestro interior podrá corregir todos sus desequilibrios. Nos llenamos la boca de que deseamos la paz en todas sus formas, y no la ponemos sobre la mesa, preferimos la discusión, la no comunicación, los argumentos vacíos, las reacciones no meditadas, las formas más inverosímiles que no sirven para solucionar, añadimos problemas, quejas y reclamos, sin pensar en cambiar la perspectiva, no dejamos que la tranquilidad nos invada de cualquier forma para sentirnos mejor. A pesar de que sabemos que así será.

Alcanzar la tranquilidad externa nos permitirá más fácilmente conseguir la tranquilidad interior. Y gracias a ella podremos renegociar nuestras preocupaciones, pero con la paciencia necesaria, reflexionando tanto como necesitemos, sacando conclusiones que nos sirvan en el futuro, analizando los errores y los aciertos. Una tranquilidad interior nos hará crecer, nos permitirá elevarnos por encima de las nubes que nos cubren y veremos todo desde otra perspectiva, necesaria para solventar obstáculos. Hay gente muy dada a la búsqueda de su paz interior, de su otro yo. Y esa búsqueda provoca conocimiento. Otra gente prefiere seguir acumulando excusas, esperando, perdiendo el tiempo en asuntos que no le interesan, otorgando importancia a temas que no le van a servir para nada, olvidando lo importante. Hay gente que sabe apreciar la

La tranquilidad nos depara un mundo de sensaciones, nos abre la ventana a un espacio diferente, lleno de emociones y de sorpresas, donde es posible encontrar respuestas, donde es posible contemplar situaciones que no hubiéramos imaginado jamás. Porque la tranquilidad depara acontecimientos que benefician nuestra salud y nuestro estado de ánimo. La mente y el cuerpo unidos en una paz que no es idílica, ni ficticia, ocurre y a veces debemos provocarla. De nada sirve lamentarnos todo el tiempo. Debemos buscar esos lugares y esos momentos en que nos sentimos bien, tanto con nuestro entorno como con nosotros mismos. No cerremos puertas a la tranquilidad puesto que a la larga nos ofrecerá mucho. Quién se negaría a ello…

«Recuerda que cuanto más nerviosa esta la gente,

más provechoso es sentirte tranquilo.»

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Frases para despedir inviernos

Publicado: 19 de marzo de 2015 en Frases de portada
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‘La belleza que atrae rara vez coincide con la belleza que enamora’ (José Ortega Y Gasset)

‘Siempre sueña y apunta más alto de lo que sabes que puedes lograr’ (William Faulkner)

‘Pero uno sabe cuándo ya no se le quiere, si está dispuesto a enterarse, cuándo todo se ha reducido a costumbre (Javier Marías)

‘Una mujer se vuelve a casar porque detestaba a su primer marido. Un hombre se vuelve a casar porque adoraba a su primera esposa (Oscar Wilde)

‘Cuando se descubrió que la información era un negocio, la verdad dejó de ser importante’ (Ryszard Kapuscinski)

‘En el fondo son las relaciones con las personas lo que da sentido a la vida’ (Karl Von Humboldt)

‘En vez de amor, dinero o fama, dame la verdad’ (Henry Thoreau)

‘Ver lo que tenemos delante de nuestras narices requiere una lucha constante’ (George Orwell)

‘No hay cosa que haga más daño a una nación como el que la gente astuta pase por inteligente’ (Francis Bacon)

‘Si deseas hacer enemigos, intenta cambiar algo’ (Woodrow Wilson)

‘Sólo en soledad se siente la sed de la verdad’ (María Zambrano)

‘Más se unen los hombres para compartir un mismo odio que un mismo amor’ (Jacinto Benavente)

‘Para que pueda surgir lo posible es preciso intentar una y otra vez lo imposible’ (Hermann Hesse)

‘Cuando debemos hacer una elección y no la hacemos, esto ya es una elección’ (William James)

‘Desconfía de la persona que lo ve todo bien, y de aquel que lo ve todo mal’ (Johann Lavater)

‘Llegará un día que nuestros recuerdos serán nuestra riqueza’ (Paul Géraldy)

‘Una parte de las personas actúa sin pensar y la otra piensa sin actuar’ (Ugo Foscolo)

‘No puedo volver al ayer, porque ya soy una persona diferente’ (Lewis Carroll)

‘Toda reforma fue en un tiempo simple opinión particular’ (Emerson)

‘Más que el brillo de la victoria nos conmueve la entereza ante la adversidad’ (Octavio Paz)

‘No hay necesidad de complicar las cosas si uno no pierde la cabeza y sabe quién es’ (Dylan Thomas)

‘Escribir es como besar, pero sin labios. Escribir es besar con la mente.’ (Daniel Glattauer)

‘Sentirlo todo de todas las maneras, saber pensar con las emociones y sentir con el pensamiento.’ (Fernando Pessoa)

‘No hay aventuras, no hay momentos perfectos…hemos perdido las mismas ilusiones, hemos seguido los mismos caminos…’ (Jean Paul Sartre)

‘Intentar volver…Debes desearlo aunque no estés seguro de hacerlo nunca’. (Javier Reverte)

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verdad

«El que busca la verdad corre el riesgo de encontrarla.»
(Manuel Vicent)
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Siempre tratamos de encontrar la verdad. Al menos, en apariencia. Somos incrédulos por naturaleza y, a menudo, susceptibles de lo que vemos o nos cuentan. Aunque no tanto como deberíamos. La verdad absoluta no existe, al menos tal y como la consideramos. Y entre la verdad que nos revelan y la duda razonable el límite es demasiado pequeño. De hecho, las mentiras se mezclan bastante a menudo con ciertas ‘verdades’, creando un espacio indeterminado y difícil de denominar.

Demandamos sinceridad a todos los que nos rodean, a los que nos importan y los que no. Deseamos que nos expresen sus opiniones y sus sentimientos sin mentiras ni fingimientos. De una manera natural y sencilla. Y creemos que es fundamental que nos cuenten la verdad, sobre unos hechos, sobre unas opiniones, sobre todas realidades que aparecen de repente. Abogamos por la buena fe, por la honestidad de las personas, a sabiendas de que nos van a engañar seguramente, que nos engañan de hecho, que se engañan a sí mismas.

«La verdad triunfa por sí misma,
la mentira necesita siempre complicidad.»
(Epicteto de Frigia)
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La mentira es más humana que la verdad. Sobre ella se cimientan innumerables opiniones, hechos y sugerencias. Y si tienen base para crecer y evolucionar es por la credulidad de sus interlocutores. Y esa confianza en la mentira lanzada al aire se basa en pocos argumentos fiables, por no decir ninguno. Estamos hartos de escuchar: ‘Lo he oído’, ‘Me lo han dicho’, ‘Aseguran que…’, mil formas de plantear un hecho o una opinión sin ningún tipo de confirmación requerida ni exigida. Y mucho menos de rigor a la hora de contar algo. Decir se pueden decir mil cosas, y todas pueden resultar ser mentira o no, lo que pasa es que ya nos hemos acostumbrado tanto a ella que no le damos ninguna importancia cuando aparece de nuevo. 

Creemos en personas, en su buena fe, en su sinceridad  y honestidad, tal vez por un recorrido, por una trayectoria común, por una experiencia, pero no podemos poner la mano en el fuego por nadie por el conjunto de todo lo que cuenta y hace, tal vez porque en algún momento puede faltar a la verdad, por diferentes motivos, e incluso por necesidad. Cuando reclamamos la verdad debemos pensar antes si la queremos realmente o no. Puesto que es muy fácil remitirse a ella por costumbre, exigiéndola como salvoconducto para proseguir escuchando o avalando a la otra persona, pero sin reflexionar seriamente sobre las consecuencias que esa ‘verdad’ nos puede traer. 

«La verdad es lo que es, y sigue siendo verdad aunque se piense al revés.»
(Antonio Machado)
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Nos hemos planteado hasta qué punto estamos dispuestos a escuchar la verdad. Hasta dónde somos capaces de saber y conocer sobre algo en concreto. Hasta dónde queremos llegar a escuchar sobre un asunto. Pensamos seriamente si queremos saber sobre todo eso que preguntamos e indagamos. O es mera curiosidad. Somos curiosos por naturaleza, es algo innato en los animales y los seres humanos. Buscamos información e interactuamos con nuestro entorno y con el resto de personas. Y ante ciertas dudas reclamamos respuestas. Y no siempre esas respuestas son veraces. La necesidad de información provoca a veces la falta de esa veracidad necesaria para conocer mejor, para opinar mejor. 

Necesitamos de la verdad pero debemos dosificarla convenientemente, además de valorarla en su medida. Y también debemos aprender a analizar todo cuanto nos llega, sea verdad o mentira, ser cautelosos ante opiniones y afirmaciones que no tienen base alguna. Y, sobre todo, tenemos que tener claro si queremos saber sobre algo o no antes de indagar sobre ello. La pérdida de tiempo y las consecuencias de nuestra búsqueda pueden llevarnos a la insatisfacción y a la desilusión. El tiempo es demasiado valioso como para perderlo en mentiras o medias verdades. Verdades que pueden llegar incluso a ofendernos.
«Y es que en este mundo traidor, no hay verdad ni mentira: todo es según el cristal con que se mira.»
(Ramón de Campoamor)
***

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‘Una sonrisa significa mucho.

Enriquece a quien la recibe; sin empobrecer a quien la ofrece.

Dura un segundo pero su recuerdo, a veces, nunca se borra.’

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Y es que una sonrisa puede contener mil sensaciones y hacerlas sentir. Una sonrisa evoca muchas cosas pero tiene poderes mágicos. Porque es mágico arrancarla, interpretarla y contemplarla. Una sonrisa enriquece a quien la muestra y a quien la recibe. Cuando la naturalidad domine el mundo las sonrisas serán sus soldados. Porque con ellas se garantiza la felicidad, se muestra la calma y la satisfacción. Pero también muchas otras cosas.

Cuando vemos una sonrisa sincera nos transmite un sinfín de emociones. Sabemos que no sale por salir. Sale de dentro y merece la pena valorarla y degustarla. Para aquel que la contempla puede resultar sorprendente, por todo lo que representa, sobre todo si ha sido provocada por él/ella. En el mundo que vivimos no es tan fácil ver sonrisas. Y la sonrisa es contagiosa. Porque alegra. En el mundo actual hay carencia de sonrisas. Y de besos. Y de abrazos. Nos falta cariño y lo pedimos a voces. La frialdad se ha adueñado de nuestro entorno y una simple sonrisa lo cambia todo.

‘Sonríe aunque sólo sea una sonrisa triste,

porque más triste que la sonrisa triste,

es la tristeza de no saber sonreír.’

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La sonrisa no se estudia ni se aprende. Nace con nosotros. Y cada sonrisa es diferente. Porque cada sonrisa está provocada por unos estímulos diferentes, momentos diferentes, personas diferentes. Con una sonrisa abrimos nuestra alma, ofrecemos lo mejor de nosotros, bajamos la coraza y guardamos la espada. Con la sonrisa abrimos nuestra estima, ofrecemos bienvenida al extraño y satisfacemos a quienes la contemplan. La sonrisa tiene un poder especial. Convence y se necesita. Y cada día más. Hay personas que sonríen fácilmente, transmiten millones de ellas con una facilidad pasmosa. Otras, en cambio, tienen verdaderos problemas para mostrarlas. 

Por supuesto que existen muchas clases de sonrisas, incluidas las falsas. Pero las identificamos muy bien. Las separamos de las demás porque no nos interesan. No divierten, no atraen. La sonrisa debe ser natural. Salir de forma espontánea. Si se fuerza se estropea. La sonrisa cómplice invita a la unión. La sonrisa diplomática no merece atención. La cordialidad es un asunto diferente a la emoción propiamente dicha.

Muchas personas a nuestro alrededor regalan sonrisas a diario. Nos muestran su capacidad para contagiar, para expandirlas por donde haga falta. Su magia es evidente, pero su poder también. Alcanzamos poder con hechos pero también con gestos. Y cuando un gesto es tan natural y sale de dentro no podemos ignorarlo. Muy al contrario, somos capaces de valorarlo y dignificarlo. No infravaloremos el poder de esa sonrisa que mañana contemplaremos, que alguien nos prestará para que cambiemos nuestra cara, nuestro ánimo. No renunciemos a disfrutar de esa sonrisa que aparecerá tras una esquina, cuando menos lo imaginemos y que tanto nos emocionará. La sonrisa tiene poder y es más que evidente. No tratemos de enjaularlas dado que sería absurdo y además las necesitamos. El poder de una sonrisa nos enseñará el camino, tan sólo hay que seguirlo y contagiarse de todo su efecto positivo.

‘Empieza cada día con una sonrisa y mantenla todo el día.’
(W.C.Fields)
***

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feliz

‘La felicidad humana generalmente no se logra con grandes golpes de suerte,
que pueden ocurrir pocas veces,
sino con pequeñas cosas que ocurren todos los días.’
(Benjamin Franklin)
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Definir la felicidad ya resulta un primer obstáculo. Los filósofos griegos ya trataron de definirla y de averiguar cómo lograrla. Decía Aristóteles que la felicidad es aquello que acompaña a la realización del fin propio de cada ser vivo; la felicidad que le corresponde al hombre es la que le sobreviene cuando realiza la actividad que le es más propia y cuando la realiza de un modo perfecto. Dicho lo cual, parece ser que el concepto o la sensación podría variar en cada individuo y en cada momento de su vida. No se puede garantizar obtener o disfrutar de una felicidad duradera, puesto que ésta se mostraría o se sentiría en determinados momentos.
Para algunos la felicidad material de bienes puede ser suficiente, mientras que para otros se condensaría mucho más en los afectos provenientes de las personas que nos rodean y que nos transmiten cariño. Cada quien entenderá la felicidad a su manera. Y no por eso debe ser entendida por los demás. Aunque es evidente que durante el paso de los siglos, el ser humano ha tenido obstinación por alcanzarla. Desde que somos pequeños nos inculcan la idea de que lo más importante es ‘ser feliz’. Y qué significa eso exactamente,  porque para Platón, por ejemplo, la felicidad está en el movimiento tranquilo, en la evolución o el cambio sereno de las cosas, todas esas cosas que están incluidas y que se refieren a la vida misma. Quizá el significado filosófico de la felicidad entraba más en el terreno del alma que en el meramente físico. Para abreviar, la conclusión sería que siendo felices con nuestra alma lo seremos en todo el conjunto de nuestra vida. Y aquí aparecería un nuevo interrogante: ¿Qué es el alma?
‘Felicidad no es hacer lo que uno quiere
sino querer lo que uno hace.’ 
(Jean Paul Sartre)
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Si nos embarcamos en la ardua explicación de la felicidad quizá nos quedaremos a medias. Sin saber muy bien cómo salir del laberinto y sin sacar las conclusiones y respuestas que buscamos. Quizá lo más práctico es no buscarle significado, sino contenido. Es decir, uno sabe cuando se siente feliz. Es ese instante pletórico, que nos excita, que nos hace sentir bien, que nos indica que somos los más afortunados del mundo, que nos hace sentir especiales, que nos fabrica una sonrisa perpetua durante un buen tramo de tiempo. Todos sabemos apreciar ese instante de felicidad. Y lo transmitimos casi con total naturalidad. Es fácil determinar quién se encuentra disfrutando de un momento de felicidad con tan sólo observar su cara. Al igual que es sencillo observar todo lo contrario.

Hay muchas cosas que se pueden asociar a la felicidad misma. Conseguir un sueño que parecía imposible, luchar por una meta o un objetivo y alcanzarlo, disfrutar de una persona que amamos o por la que nos sentimos atraídos, la compañía de unos amigos o de la familia, un buen paseo, una comida inolvidable, una puesta de sol, el placer absoluto sentido en lo más hondo, en resumen, todo lo relacionado con lo que nos hace sentir bien aunque sea a distintos niveles. En general, nos damos por satisfechos albergando condiciones materiales óptimas, una posición social y económica agradable y estable, encontrar un trabajo que nos satisfaga y nos dé una renta suficiente para sufragar todas nuestras necesidades, etc.

‘La felicidad es interior, no exterior;
por lo tanto, no depende de lo que tenemos,
sino de lo que somos.’
(Henry Van Dyke)
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Lo que ocurre es que aunque muchas de esas cosas las consigamos siempre parece haber un punto en el cual no estamos satisfechos o felices del todo. Es ese punto de insatisfacción que nos provoca llegar al estado de la ansiada búsqueda de la felicidad. Según el budismo, el consejo es buscar la felicidad no en esas cosas materiales y externas que nos rodean, sino en nuestro interior. ¿Sería esa la auténtica felicidad, la verdadera? A lo mejor, es que al partir de un principio erróneo, el mero hecho de pensar que de una determinada forma vamos a conseguir la felicidad, el resultado siempre es negativo. Puede parecer que somos felices en determinados momentos pero a la larga nos damos cuenta de que no, de que esa sensación desaparece tan rápidamente como llegó.

Si conseguimos estar bien con nosotros mismos, aceptándonos, analizándonos, sabiendo y conociendo todos nuestros defectos, errores, puntos que podemos mejorar como personas, podemos llegar a alcanzar ese nivel de auto confianza que nos generaría un sentimiento de, al menos, una satisfacción más perpetua, sin dejarnos llevar por los vaivenes condicionantes que la misma vida nos va poniendo en nuestro camino. Puede ser que la búsqueda sea el error en sí misma. NO se trata de buscar. Lo que importa realmente es estar bien con nosotros mismos. A partir de ahí todo se percibirá de forma diferente. La clave está en nuestra mente, ni más ni menos. Todo es más sencillo de lo que parece. Pero todo necesita de esfuerzo. Y aunque no necesitemos de esa búsqueda constante y un tanto frustrante, sí que tenemos que intentar conseguir introducirnos en nuestra mente. Llegar a conocernos del todo si es posible.

‘Muchas personas se pierden las pequeñas alegrías mientras aguardan la gran felicidad.’
(Pearl Buck)
***

Los problemas parecerán menores. Los efectos de las adversidades también. Todo se relativizará convenientemente. Y no estaremos ansiosos por reconocer en cualquier instante ese momento de felicidad, puesto que nuestra misma actitud ya llevará la llevará incorporada. Dicho así resulta muy fácil de conseguir, pero no lo es en absoluto. De hecho, hay gente que no lo consigue durante toda su vida. El número de amargados es cada vez más evidente y numeroso dentro de la especie humana. Y habría que analizar el porqué, puesto que todo tiene una causa.

Nos han enseñado a consumir. Quizá demasiado. Quizá cosas que no necesitamos. Vivimos en un mundo en el cual el tiempo no se detiene nunca. Todo ocurre demasiado deprisa, sin darnos tiempo a degustarlo. Incluso los momentos de felicidad parecen efímeros. La superficialidad es la moda. Nada se analiza puesto que lleva tiempo hacerlo. Es mejor pasar página rápidamente, y si nos ahorramos un tiempo en ello mejor que mejor. Somos verdaderos magos de la transitoriedad de los sentidos. Subimos y bajamos a una velocidad de espanto. Hoy amamos y mañana odiamos. Hoy somos los más felices del mundo y mañana los más desdichados. Si nos paramos a pensarlo seriamente nos daremos cuenta de que algo falla. Y fallamos nosotros. No echemos la culpa al mundo que nos rodea. Nadie nos impone una actitud ante la vida. La formamos, la ideamos,  la mostramos nosotros mismos. Somos los dueños de nuestro estado de ánimo. Y es únicamente nuestra mente la que nos va dictando los estados transitorios de esas emociones que vamos teniendo.

Todos los seres humanos quieren ser felices. Es una realidad. Pero no todos lo consiguen. De hecho, cuando alguien de nuestro entorno nos comunica que se siente feliz casi no nos lo creemos. Parece tan complicado ser feliz… Y siempre pensamos que cuando seamos felices algo pasará que nos estropeará el momento mágico. Cambiar la perspectiva de las cosas ayuda a entender y a clasificarlas de otra manera, más sensata, más natural, sin vaivenes, sin altibajos. Todo se tiene que tomar con calma, meditando, analizando, sacando conclusiones, a partir de ahí comenzaremos a volar…y las alas llegarán solas.

‘¿Qué hace falta para ser feliz?
Un poco de cielo azul encima de nuestras cabezas,
un vientecillo tibio, la paz del espíritu.’
(André Maurois)
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Frases para seguir despiertos

Publicado: 1 de noviembre de 2014 en Frases de portada
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‘La paciencia es la más heroica de las virtudes, precisamente porque carece de toda apariencia de heroísmo’ (Giacomo Leopardi)

‘La puerta de la felicidad se abre hacia dentro, hay que retirarse un poco para abrirla: si uno la empuja, la cierra cada vez más’ (S.Kierkegaard)

‘No hay espejo que mejor refleje la imagen de una persona que sus palabras’ (Juan Luis Vives)

‘El momento elegido por el azar vale siempre más que el momento elegido por nosotros mismos’ (Proverbio chino)

‘Cuando alguien tiene algo que decir, la dificultad no está en conseguir que lo diga, sino que lo repita a menudo’ (George Bernard Shaw)

‘La palabra es libre; la acción muda; la obediencia ciega’ (Friedrich Schiller)

‘Cuanto menos se lee, más daño hace lo que se lee’ (Miguel de Unamuno)

‘El que miente necesita tener buena memoria’ (Quinitliano)

No se pasa de lo posible a lo real, sino de lo imposible a lo verdadero’ (María Zambrano)

‘No arrepentirse ni hacer reproches a los demás, son los pasos de la sabiduría’ (Denis Diderot)

‘Todo idealismo frente a la necesidad es un engaño’ (Friedrich Nietzsche)

‘No se desea lo que no se conoce’ (Ovidio)

‘Todo el mundo comete errores. La clave está en cometerlos cuando nadie nos ve.’ (Peter Ustinov)

‘La sabiduría de vivir consiste en eliminar lo que no es indispensable’ (Lin Yutang)

‘El ignorante, si calla, será tenido por erudito, y pasará por sabio si no abre los labios’ (Salomón)

‘Nada teme más el hombre que ser tocado por lo desconocido. El hombre elude siempre el contacto con lo extraño…’ (Elías Canetti)

‘En realidad hay tantas variantes que cualquiera sirve para justificar la vida’ (Luis Landero)

‘En esta vida algunos hombres nacen mediocres, otros logran mediocridad y a otros la mediocridad les cae encima’ (Joseph Heller)

‘Estaré donde menos lo esperes, en un lejano horizonte sin horas’ (Mario Benedetti)

‘Sentí que tenía que hacer saber mi voluntad. Expresar algo no es lo mismo que comunicarse’ (Ryu Murakami)

‘Las palabras duermen hasta que alguien las despierta, les da sentido, las necesita’ (Belén Gopegui)

‘Yo soy mi pensamiento, por eso no puedo detenerme. Existo porque pienso y no puedo dejar de pensar’ (Jean Paul Sartre)

‘El caso es que uno siempre tiene la ilusión de que controla lo que ocurre; nada nos parece definitivo’ (Muriel Barbery)

‘Todas las cosas fluyen, son transitorias. Nada permanece indefinidamente en el mismo lugar ni con la misma forma’ (Haruki Murakami)

‘Los hombres avanzan unidos en la misma dirección. Mientras están juntos, perciben el peligro como repartido’ (Elías Canetti)

Frases que nos alientan

Publicado: 16 de octubre de 2014 en Frases de portada
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‘El medio de no cambiar es no pensar’ (Joseph Renan) 

‘Cada uno tiene el máximo de memoria para lo que le interesa y el mínimo para lo que no le interesa’ (Arthur Schopenhauer)

‘La desobediencia es el verdadero fundamento de la libertad. Los obedientes deben ser esclavos’ (Henry David Thoreau)

‘No dejes que los planes que tienes para ti sean más importantes que tú mismo’ (Wayne Dyer) 

‘El que conoce el arte de vivir consigo mismo ignora el aburrimiento’ (Erasmo) 

‘No le añadas a las penurias de la realidad los miedos de la imaginación’ (Luis Landero) 

‘Siempre se ha de conservar el temor, pero jamás se debe mostrar’ (Francisco de Quevedo) 

‘Lo sabe todo, absolutamente todo. Figúrense lo tonto que será’ (Miguel de Unamuno) 

‘La casualidad nos da casi siempre lo que nunca se nos hubiere ocurrido pedir’ (Alphonse de Lamartine)

‘Deberíamos usar el pasado como trampolín y no como sofá’ (Harold MacMillan) 

‘Todos somos iguales ante la ley, pero no ante los encargados de aplicarla’ (Stanislaw Lec)

‘Combatirse a sí mismo es la guerra más difícil; vencerse a sí mismo es la victoria más bella’ (Friedrich von Logau) 

‘No hay cosa que haga más daño a una nación como el que la gente astuta pase por inteligente’ (Francis Bacon) 

‘Nunca he encontrado a una persona de quien no haya aprendido algo’ (Alfred de Vigny) 

‘Hay que juzgar los sentimientos por los actos, más que por las palabras’ (George Sand) 

‘En el fondo son las relaciones con las personas lo que da sentido a la vida’ (Karl Von Humboldt) 

‘Lo peor que le puede ocurrir a cualquiera es que se le comprenda por completo’ (Carl Gustav Jung) 

‘Las personas creen aquello que se acomoda a sus deseos’ (Julio César) 

‘El hombre blanco siempre tiene reloj, pero nunca tiene tiempo’ (Proverbio africano) 

‘La vida es un constante proceso, una continua transformación en el tiempo, un nacer, morir y renacer continuos’ (Hermann Keyserling) 

‘Ver lo que tenemos delante de nuestras narices requiere una lucha constante’ (George Orwell) 

‘Para que pueda surgir lo posible es preciso intentar una y otra vez lo imposible’ (Hermann Hesse) 

‘En la vida no hay premios ni castigos, sino consecuencias’ (Robert Green) 

‘Errar es humano, pero más lo es culpar de ello a otros’ (Baltasar Gracián) 

‘Estamos solos, vivimos solos y morimos solos. Sólo a través del amor y la amistad podemos creer, por un momento, que no estamos solos’ (Orson Welles) 

 

La rutina como compañera

Publicado: 5 de octubre de 2014 en Artículos
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«No son los males violentos los que nos marcan,

sino los males sordos, los insistentes, los tolerables,

aquellos que forman parte de nuestra rutina

y nos minan meticulosamente como el tiempo»

(Emil Cioran)

***

A casi nadie le gusta, ni le atrae, pero sin embargo, caemos en sus redes muy fácilmente. Acaso porque es cómoda, nos alivia sin pensar, nos acoge sin proponerlo, nos alienta sin meditar, nos abriga sin frío y nos enseña lo conocido sin excusas, sin otras formas de alimentar lo más desconocido. La rutina nos indica un camino, casi siempre alicaído, inerte, cansino y falto de emoción. Y solemos ser rutinarios casi por costumbre. El ser humano es un animal de costumbres, aunque las vaya cambiando casi sin darse cuenta. Y podría considerarse una contradicción pensar y estar convencidos de que cayendo en lo mismo no evolucionamos, nos detenemos y no somos capaces de avanzar. Pero, inconscientemente, sin un segundo de meditación, volvemos a hacer lo mismo.

Para muchos la rutina puede ser hermosa, un ritual severo pero que deleita. Mientras que, para otros, la rutina puede ser la puerta hacia la nada, hacia el abismo del aburrimiento, del tedio y de la falta total de ilusión. De todas formas, nuestra vida siempre está repleta de rutinas, nuestras, creadas por nosotros. Esas rutinas no aparecieron de la nada ni nadie nos las impuso. Son rutinas que se van creando con el tiempo y algunas de ellas las conservamos durante mucho tiempo, mientras que otras van decayendo en su protagonismo y en su interés, para quizá desaparecer en un futuro próximo. Cambiar o no de rutinas depende de nosotros mismos. Si solemos hacer lo mismo es porque nos sentimos cómodos con ello. Por lo tanto, si nos sentimos cómodos con ello tampoco debemos considerarlo tan malo.

Todas las personas tienden a inclinarse por lo conocido como forma de resguardarse de lo que podría llegar. Ante lo conocido reaccionamos con más alegría y, sobre todo, con más seguridad. Una seguridad que a todas luces puede ser engañosa pero que concretamos de forma práctica y natural. Ante lo desconocido reaccionamos de otra manera, tenemos que mantenernos en guardia, en alerta y en constante atención. Eso aparte de agotarnos física y mentalmente nos traslada a otro escenario de inseguridad en el cual no nos sentimos tan cómodos. Aunque como en tantas y tantas otras cosas, todo depende de cómo se mire o interprete. Nuestra perspectiva de las cosas tiende a crear en nuestra mente esferas de ‘aparente comodidad’. Cuando algo no sale como normalmente debería se convierte automáticamente en un obstáculo que nos provoca angustia y ansiedad.

«Creo que mi mejor cualidad en el mundo del ajedrez

radica en que nunca juego de forma rutinaria,

sino que juzgo la posición una y otra vez antes de cada jugada,

cambiando, si es preciso,

mi estrategia al responder a las jugadas de mi contrincante.»

(David Bronstein)

***

Quizá lo más inteligente sería ir alternando nuestras formas de encarar las vicisitudes diarias. Ir cambiando de rutinas o de formas de hacer, de pensar y de sentir. Intuir lo que podría ser y buscar para encontrarlo. Adivinar lo que se podría uno estar perdiendo simplemente cambiando de visión. La aventura de lo desconocido transformada en algo suficientemente atractivo como para no dejarlo escapar. Ser capaces de albergar nuevas formas de pensamiento, de obra y de emoción. Vislumbrar otros modos de acción, no quedarse con lo que ya hemos experimentado sino seguir investigando hasta descubrir que existen otras muchas formas en todos los ámbitos. Fácil es darse cuenta de que a diario algo nos deslumbra, nos sorprende y nos hace vivir de otra forma. 

Podría ser que la rutina es sólo una forma de ser, de pensar y de sentir. Si pensáramos diferente la rutina se rompería, cambiaría o se multiplicaría. Con un sólo intento de cambiar las cosas, las cosas cambian. No es magia, es actitud. Pero eso no quiere decir que haya que eliminar todas las rutinas, porque muchas de ellas nos pueden hacer sentir bien, son parte de nosotros y tampoco tendría sentido que desaparecieran. Eliminar sólo aquellas que no nos llevan a ningún lugar, que simplemente conducen a lo cotidiano, a lo aburrido y a la falta de todo. Las conocemos, las detectamos y somos capaces de identificarlas a diario. Si la actitud desea borrarlas de nuestra cotidianidad lo hará y además de la misma forma natural como las aceptaba anteriormente.

«A veces me salto el almuerzo y cambio la rutina.

Salgo a dar un paseo.

O me compro un pequeño regalo para mí…

Algo que me haga sentir que estoy cuidando de mí mismo.

O salgo en coche, en busca de un paisaje hermoso, o saco una entrada para un concierto.

A veces negocio una cita conmigo mismo a media mañana, un compromiso estrictamente personal.»

(Spencer Johnson)

***

No todo pasa porque sí. Algunas cosas ocurren porque nosotros decidimos que así ocurran. En el cambio se potencia la apertura de ideas, de sorpresas y de ilusiones. Y quién quiere perder todo eso. Nadie. Sería insensato por nuestra parte dejar de sentir nuevas formas, dejar de ver nuevos mundos, nuevas ideas y proyectos, nuevas personas. Todo va evolucionando, también nosotros. Y en esa evolución se van rompiendo muchas de esas rutinas. Sólo hace falta echar la vista atrás para recordar todas las que tuvimos y que ya han quedado en el olvido, puesto que las circunstancias cambian, también las rutinas, también nosotros. Todo es un movimiento continuo de formas y conjuntos que van originando nuevas sensaciones. 

De nada sirve quejarse, quejarse de lo evidente, de que la rutina puede matarnos. Por eso, mucho más eficaz que el simple hecho de quejarse puede ser el accionarse para cambiar. Ante la evidencia de una rutina no deseada tan sólo debemos cambiarla. Y no podemos decir que no se puede, porque se puede. A lo mejor esa mal llamada rutina no lo es tanto, sino simplemente la forma en cómo la vemos. Quizá no es ni rutina ni costumbre, la hemos adoptado a nuestro quehacer diario y ya le damos el calificativo de tal, sin haber sido ni siquiera artífices de su creación. Ante la rutina que no queremos sólo nos queda el combate, y con el combate desaparecerá, ante la desidia y la falta de actitud seguirá con nosotros. No hacen falta más argumentos para saber si una rutina nos hace bien o no. Nosotros somos suficientemente capaces para detectarlo. Y al hacerlo, de nosotros depende hacer girar el escenario. No le quitemos valor al poder que albergamos. Porque, aunque en muchas otras circunstancias no tenemos más que el remedio de la resignación, en otros aspectos podemos ser capaces de dominar la situación.

«Cuando hay libertad del condicionamiento mecánico, hay simplicidad.

El hombre clásico es justo un paquete de rutina, de ideas y de tradición.

Si sigues el patrón clásico, estás entendiendo la rutina, la tradición, la sombra…

No te estás entendiendo.»

(Bruce Lee)

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Que no nos quiten la imaginación

Publicado: 19 de julio de 2014 en Artículos
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 ‘Nuestra imaginación nos agranda tanto el tiempo presente,

que hacemos de la eternidad una nada,

y de la nada una eternidad.’
(Blaise Pascal)
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¡Qué haríamos sin ella! Estaríamos perdidos. O , mejor dicho, más perdidos que de costumbre. Sin ella habitaríamos un espacio indefinido, incalificable, puesto que, gracias a su existencia, nos hundimos en otro mundo paralelo, creado por nuestra mente, que nos acompaña siempre, que nos evade de la realidad, para bien y para mal, pero que resulta a fin de cuentas siempre necesaria. La imaginación nos seduce continuamente, con arte desmedido, con estilo impecable, con astucia contenida, con delirios metódicos, con destreza magistral. La imaginación nos abre ventanas, puertas, y sueños también. Nos hace vivir otras vidas, otras escenas cotidianas, otras esferas diferentes, que también existen, aunque no las vivamos realmente. Porque la imaginación es eso precisamente, vivir las cosas de otra manera, a nuestra manera. Es diseñar lo que nos gusta con nuestro propio estilo. Y gracias a ella nos sentimos diferentes, divergentes y múltiples. Nos sentimos carentes de límites o de barreras. No sentimos la opresión de los obstáculos, más allá de donde queramos definirla. Y para qué habría que definirla…

La imaginación nos permite elevarnos, manipular lo evidente, lo ajeno y lo propio, crear espacios confusos, o perfectos. Nos estimula la mente de una manera salvaje, sin puntos ni comas, sin directores ni peones. Nos muestra un camino que recorrer, en el cual podemos detenernos tantas veces como queramos y en el momento justo que deseemos, pudiendo cambiar de carril, de orientación o de punto cardinal. No se trata de visionar, se trata de vivir de otra manera. Debemos sentir por los cuatro costados. Y aún más. Adelantarnos a los sentimientos, con un simple cierre de ojos, con la única misión de abrir cada poro de nuestra piel y sumergirnos en el más absoluto placer…

‘El que tiene imaginación sin instrucción tiene alas sin pies’
(Joseph Joubert)
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La imaginación nos ayuda a percibir, construir abstractos que parecen reales, objetos que no se detienen y que dan vueltas a nuestro alrededor, lugares escondidos que de repente aparecen y parecen familiares, imágenes manipuladas gracias a nuestro cerebro que se encargan de mostrarnos lo que no hemos conseguido ver hasta entonces, para disfrutarlas, para ensalzarlas y evocarlas, para guardarlas en la memoria, para pensar que algún día aparecerán de verdad. La imaginación se sirve de la memoria, nuestra memoria, para aumentar, para distorsionar o para diseñar la perfección, la dulzura, la belleza, lo deseado y lo necesario, nos hace albergar esperanzas aunque estemos abandonados a la suerte, nos hace parecer gigantes aunque estemos perdidos, nos hace parecer diferentes aunque seamos conocidos. 

Que no nos quiten la imaginación. ¡Qué nos quedaría! Sin ella aún estaríamos más perdidos, sin ella perderíamos una parte de nuestra propia alma, de nuestro propio estilo y carácter. Una seña de identidad única, indefinible, particular y nuestra. La imaginación necesita poco para funcionar y, sin embargo, nos ofrece tanto… Percibimos, pero queremos percibir más. Y todavía más. No queremos límites. Deseamos la realidad, y también el reverso de esa realidad. Siempre deseamos observar diferentes opciones aunque sepamos que, a lo mejor, jamás llegarán. Pero alimentando la imaginación con un poco de ilusión todo es posible, incluso alguna parte de ella se asemeja a los sueños. Experimentamos sensaciones, emociones y somos capaces de aumentarlas y multiplicarlas. Entonces, porqué deberíamos autolimitarnos.

Y lo mejor de todo es que cualquier tiene capacidad para imaginar. Todos somos creativos. Cada uno a su manera. Y la capacidad de abstracción y de diseño mental particular no tiene fronteras ni limitaciones. Eso es lo más grande. Podemos dejarnos llevar por ella. No nos causará daño, tan sólo nos sorprenderá. Y tampoco se trata de conseguir hacerla realidad. Es vivirla de otra manera. Pero vivirla. Olerla, sentirla, verla, tocarla y emocionarse con ella. Sin ella, los inventos serían mínimos, o quizá hallados por casualidad. Los inventores se dejan arrastran, se invaden por ella, y nos ofrecen realidades. Que no nos quiten la imaginación. Luchemos por conservarla, por aumentarla, desarrollarla y sentirla más que nunca. Placeres simples de la vida que son gratis y que surgen de la nada. Un valor añadido en un vida que, de vez en cuando, parece hecha a medida. A nuestra medida…

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‘La mentira mayor es el ego’

(Alejandro Jodorowsky)

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El ego, el yo, el yo y el ego, ambos o ninguno. El concepto del yo es difícil de explicar, de definir y de entender. Para muchos ha estado relacionado con la parte interna del individuo, de su alma, de su conciencia y de su mente. El estudio del yo ha estado presente desde los griegos y sigue vigente, ya sea a través de la medicina, de la psicología o la filosofía. Uno mismo se pregunta continuamente, a través de toda su vida, quién es ese yo, el que atesoramos, el que invadimos, el que nos complementa o nos hace ser como somos. Y acaso la pregunta es eterna. Una de las preguntas básicas del ser humano. ¿Quién soy yo?

Para los clásicos, el yo era una substancia, un alma o una cosa. Más adelante, otros negaron la existencia de la substancia, ya que para ellos el yo era simplemente una función, un conjunto de sensaciones, impresiones y pensamientos. Teorías al respecto las tenemos para todos los gustos. Cada quien podría hacerse propiedad de una de ellas, y aún así, sería difícil llegar a tener claro qué significa. Para un sinfín de filósofos, la esencia del yo como punto de partida fue algo esencial en su pensamiento. Yo como ente, yo como el que piensa, yo como el centro de todo, yo como la base de creación, yo como sentido de algo…

Habría que partir de un razonamiento bastante más sencillo: ¿Tan importante es el yo? ¿Tan importantes somos? Porque caemos en la tentación rápidamente de creer que el concepto mismo del yo nos pertenece y que a partir de ahí todo toma sentido. Sin el yo parece que lo demás no puede complementarse. Para muchos, el yo es lo básico, lo principal, la razón del todo. Sin el yo muchos estarían perdidos, simplemente porque lo plantean mal. Y es ahí, precisamente, donde aparece el ego, como administrador del yo. Se confunde el yo con el ego, y el ego con el sujeto o individuo. Se eleva al ego a un escalón superior, dándole mucha más importancia de la que realmente tiene. Y partimos de la idea de que el ego es trascendente para nuestra conciencia, ya sea ésta material o metafísica.

Cuántas veces detectamos a todas esas personas afectadas por el mal del ego, que las cambia, las traumatiza y las hace ser diferentes, con tan sólo un objetivo: satisfacer su ego. Son esas personas egoístas, destructivas, las que arrasan con todo, que son capaces de hacer lo imposible para sentirse satisfechas con su ego. Fantasías creadas por ellas mismas, carentes de cualquier ápice de humildad, de sencillez o de simple autocrítica. Una moda que va a en aumento y que en sociedades tan individualistas como las que estamos creando en las últimas décadas, son alimento de consumo de masas. El ego domina el mundo de una manera u otra.

El ego se convierte casi en una necesidad vital. Todos tenemos una parte de él pero algunos la agudizan, la alimentan, la desarrollan y la hacen imperiosamente garante de su conciencia. Otros no se dejan vencer por su poder, la tienen siempre acorralada, controlada, atada y siempre vigilada. Puesto que el ego puede devorarnos sin que nos demos cuenta, de forma pausada y eficaz, de forma latente y animal. Nuestra conciencia nos puede jugar mil jugarretas, y de nuestros errores es de donde deberemos extraer conclusiones y sabiduría, pero nunca aumentando la dosis de poder al ego, pues en ese caso caeremos en la trampa  de pensar que somos algo más de lo que somos en realidad. Una realidad que podemos confundir tantas veces como no seamos capaces de observarla como lo que es.

Satisfacer el ego se ha convertido en un deporte mundial. Ya sea por las apariencias, por lo que dirán, por lo que diremos, por lo que puedan pensar o no, por lo que vemos o escuchamos, por lo que nos cuentan y nos comentan, por todo aquello que nos hace distorsionar nuestro mundo real, por todo ese conjunto de circunstancias que provoca que no podamos concentrarnos en lo esencial, en lo prioritario, en lo básico. Cuesta acostumbrarse a la verdadera esencia, la nuestra, no solemos fiarnos de ella, le damos poco crédito y desconfiamos de nuestra eficacia. Absorbemos aire para hinchar nuestro ego, y tantas veces como haga falta, sin prestar atención a su tamaño, sin caer en la cuenta de que algún día pueda, al fin, explotar…

El yo, el ego, simplemente desea su propia satisfacción; no está preocupado por el resto. Su única motivación es sentirse realizado. Un detalle puede servir, una adulación, un piropo o una simple mirada. El ego se extiende tanto como necesite, se estira hasta el infinito, y en todas las parcelas de nuestra vida. Está presente en nuestro hogar, en nuestra familia, en nuestro entorno profesional, amoroso y de relaciones sociales. Si permitimos que el ego sea protagonista estaremos centrados únicamente en nosotros mismos, perjudicaremos nuestra conciencia, pues no seremos objetivos. Vivimos rodeados de gente, somos entes sociales, necesitamos de referentes a todos los niveles, de todo se puede aprender y nuestro ego es sólo una parte más del conjunto. Pensar en uno mismo agota, causa ineficacia y no beneficia en absoluto. Además provoca el rechazo de los demás, no permite organizar las ideas, las experiencias y las percepciones que se van aglutinando y propicia que nuestra identidad vaya perdiendo poco a poco su ADN. Satisfacer el ego es una forma de drogadicción como otra cualquiera. Como decía Freud: ‘El yo supone el primer paso del propio reconocimiento para experimentar alegría, castigo o culpabilidad’.

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Niño recordando

‘La memoria es el único paraíso del que no podemos ser expulsados’
(Jean Paul)
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Gracias a la memoria nuestra mente puede almacenar toda la información que va acumulando a lo largo de una vida, al igual que recuperarla cuando le es necesario. La memoria surge del resultado de las conexiones repetitivas de las neuronas, creando redes neuronales, lo que se conoce como potenciación a largo plazo. Durante nuestro pasado se van sucediendo una gran variedad de acontecimientos, sensaciones, emociones, imágenes, escenas, vivencias en general que, en un momento determinado, significaron o marcaron un estímulo de nuestra vida. Y la memoria nos permite guardarlos en algún rincón de nuestra mente para recordarlos en el futuro. No conseguimos almacenarlos todos, y resulta curioso comprobar que, algunos que ya estaban incluso olvidados, pueden renacer para ser recordados de nuevo.
Pero la memoria tiene un tiempo determinado y por esa pauta la clasificamos. Puede ser a corto, mediano o largo plazo. El porqué unas situaciones son recordadas durante más tiempo que otras puede quedar fuera del margen de estudio pero resulta interesante comprobar cómo ocurre de esa forma. Hay hechos que son guardados sólo por un espacio corto de tiempo, quizá por falta de interés por nuestra parte, quizá porque nuestra mente no lo considera tan importante. Otros permanecen durante más tiempo, a lo mejor porque han significado momentos más importantes o simplemente porque creemos que nos pueden aportar algo en el futuro. Pero muchos momentos y muchos hechos permanecen durante toda nuestra vida almacenados para ser recordados siempre. Quizá éstos son los imprescindibles. Los que nos han marcado de una manera u otra en un momento determinado.
Porque queramos o no, nuestra vida es un camino por el que se va evolucionando. Lo que pensábamos hace años no es lo mismo que pensamos ahora. Lo que nos pareció muy importante hace tiempo ya no lo es tanto hoy. Vamos seleccionando lo que sí vale o merece la pena conservar como recuerdo, porque el resto lo vamos desechando, como si ya no importara. Lo hacemos de forma inconsciente. Es como un programa que tuviéramos instalado en nuestra mente que va seleccionando esos instantes que necesitamos conservar, mientras que los otros van siendo eliminados, oscurecidos y olvidados.
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Tan sólo al hablar de ciertos temas o de ciertos aspectos nos vienen a la mente aquellos que dejamos un tanto aparcados, y que al despertarlos vuelven a tomar vida por unos instantes, incluso para nuestro asombro, porque muchos de ellos ya habían sido incluso descartados, y gracias a revivirlos parece como si los volviéramos a tener cercanos. Es curioso comprobar cómo nos asaltan esas escenas, esas imágenes, esos momentos otra vez, arremetiendo de repente con fuerza en nuestro presente, intentando tomar protagonismo de nuevo, tal y como lo hacían antes, en el pasado. Pero, lógicamente, ya no tienen la misma fuerza. El paso del tiempo los ha relativizado, los ha puesto en su justo lugar. Ni más importantes ni menos. Con el tiempo sabemos valorar las cosas de otra manera. A lo mejor es la forma de observarlos. A menudo, desde la distancia observamos y analizamos mejor, y esa nueva perspectiva nos cambia la visión por completo. También su significado.
Durante una vida aprendemos. La memoria nos sirve para acumular aprendizajes, experiencias y vivencias. Pero aparece la memoria selectiva y nos damos de morros con la realidad. Somos profesionales del olvido preventivo, del olvido necesario. Olvidamos lo que queremos, lo que no nos interesa. Según muchos expertos, cuanto más tiempo intentamos olvidar un recuerdo, más difícil será luego recuperarlo. Claro que, en parte, ese es el principal objetivo. Lo hacemos para no recordarlo nunca más. Lo hacemos premeditadamente. Cuando un suceso no ha sido como nosotros deseábamos o creíamos que iba a ser, tenemos esa capacidad de darle la vuelta a la tortilla, girar el sentido de lo acontecido y parecer que lo que sucedió fue completamente diferente. Al cambiar el significado del suceso lo que hacemos es intentar olvidar lo que realmente ocurrió. Una manera cómoda de engañarnos pero también de salir airosos de esos pensamientos perturbadores que nos pueden acompañar y presionar durante muchos años y que, de alguna manera, no nos dejan avanzar.

La conclusión es que recordamos lo que memorizamos. La memoria selectiva se encarga de ello gracias a nuestras órdenes. Nos concentramos en unos hechos concretos y son ésos los que almacenamos. Los recuperaremos siempre que los necesitemos pues los tenemos a mano. Son los que nos sirven. O los que nos pueden servir. El conocido como ‘sesgo de confirmación’, es la tendencia a favorecer la información que confirma las propias creencias del individuo. Buscamos los recuerdos que puedan justificar nuestras formas de pensamiento, las ideas que puedan argumentar nuestras ideas. Una de las razones de su uso según los estudios es que las personas sopesan los costes de equivocarse a la hora de actuar mucho más que investigar una nueva opción. El sesgo de confirmación ayuda en la confianza en las creencias personales, sean o no verdaderamente importantes. De hecho, en muchas ocasiones, las decisiones tomadas al usarlo suele acarrear que sean de un nivel pobre o de inferior calidad intelectual.

Nos guste o no, los recuerdos son nuestros. Los buenos y los malos. Algunos nos podrán hacer sentir mal; mientras que otros nos harán sentir mejor. Pero todos y cada uno de ellos forman el conjunto de lo que hemos ido aprendiendo y viviendo, y están plenamente vinculados a nuestra experiencia de vida. Clasificar los recuerdos, valorarlos por los que nos pueden repercutir en el futuro no nos garantiza nada, de hecho, pueden ser incluso una simple excusa para comportarnos de una forma predeterminada, sin llegar a profundizar en ello antes de tomar las decisiones. Todo, absolutamente todo, puede tener su importancia en un momento dado. Y de nosotros depende saber interpretarlo. Eliminando información lo único que hacemos es vaciar el cajón de los recuerdos. Y quizá los que salvamos no sean realmente los necesarios.

 

‘Cada uno tiene el máximo de memoria
para lo que le interesa
y el mínimo para lo que no le interesa’
(Arthur Schopenhauer)
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Frases guardadas en la maleta

Publicado: 25 de May de 2014 en Frases de portada
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‘La simple existencia de este mundo es la garantía de que existe un mundo más perfecto que éste’ (Paulo Coelho) 

‘Los años enseñan muchas cosas que los días jamás llegan a conocer’ (Ralph Emerson) 

‘No es en los hombres, sino en las cosas mismas, donde es preciso buscar la verdad’ (Platón) 

‘Casi todo lo que realice será insignificante, pero es muy importante que lo haga’ (Gandhi) 

‘Las circunstancias…palabras vacías de sentido con que trata el hombre de descargar en seres ideales la responsabilidad de sus desatinos’ (Mariano José de Larra) 

‘Cuando ves lo que somos y lo que representa la vida, sólo el silencio es grande, todo lo demás es debilidad’ (Alfred de Vigny) 

‘El interés es la rueda principal de la máquina del mundo’ (August von Kotzebue) 

‘Uno se dará cuenta de que sólo era insignificante. Que,  al fin y al cabo, uno no era tan importante’ (Peter Hoeg) 

‘Cuántas veces nos cruzamos, cuántas veces nos miramos y tú sigues caminando sin darte cuenta que te amo’

‘¡Oh, memoria, enemiga mortal de mi descanso!’ (Miguel de Cervantes)

‘Algunos se equivocan por temor a equivocarse’ (Gotthold Lessing) 

‘Cuando alguien dice estar de acuerdo, en principio, en hacer algo, quiere decir que no tiene la menor intención de hacerlo’ (Otto von Bismarck) 

‘Lo importante no es tener muchas ideas, sino la idea oportuna en cada caso’ (Juan Zorrilla)

‘En la vida no hay premios o castigos, sino consecuencias’ (Robert Green) 

‘Si quieres conocer a una persona, no le preguntes lo que piensa sino lo que ama’ (San Agustín)

‘Escribir poesía es como hacer el amor: nunca se sabrá si la propia alegría es compartida’ (Cesare Pavese)

‘El cambio es ley de vida. Cualquiera que sólo mire al pasado o al presente, se perderá el futuro’ (John F. Kennedy) 

‘Para ser amado de todo corazón…hay que sufrir’ (Heinrich Heine) 

‘La duda es uno de los nombres de la inteligencia’ (Jorge Luis Borges) 

‘El más desgraciado de todos los hombres es el que cree serlo’ (Fénelon)

‘Los pequeños hechos revelan mejor que los grandes el carácter de una persona’ (Samuel Smiles) 

‘La mediocridad, posiblemente, consiste en estar delante de la grandeza y no darse cuenta’ (Gilbert Chesterton) 

‘Los pueblos a quienes no se hace justicia se la toman por sí mismo más tarde o más temprano’ (Voltaire) 

‘Vivir es cambiar y ser perfecto es haber cambiado muchas muchas veces’ (John Newman) 

‘El dolor silencioso es el más funesto’ (Jean-Baptiste Racine) 

 


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‘Vivamos con todo entusiasmo, pasión y alegría.

La vida es el don más preciado que poseemos,

es por eso,

por lo que hay que vivirla’

(Carlos Casanti)

***

¿Dónde queda la pasión? La que nos somete a la aventura constante en un juego demasiado ambicioso para ciertas circunstancias; un laberinto de sensaciones para perderse sin remedio. ¡Dónde ha quedado el ansia arrebatadora, el ímpetu valiente, el acelerar para descubrir y el no detenerse para no perderse ni un solo momento de sorpresa! Ahora toca prevenir, repensar, replantear y planear tantas veces como sea posible para no errar. ¿Y qué pasa por errar? Nos han educado para triunfar, para ser exitosos; el fracaso nos marca, nos deja tocados. Nos han dicho que el fallo nos acompañará como una señal de nuestra incapacidad, sin prestar atención al intento. No se valora el mero esfuerzo, tan sólo el resultado. 

Nos hemos olvidado de entregarnos al instinto. Nos angustia equivocarnos. El temor nos atenaza y no nos deja expresarnos tal y como somos. La inseguridad nos invade. La inestabilidad también. Estamos seguros de que algo va a salir mal, incluso antes de intentar acometer un reto. Hemos aceptado el hecho de que el miedo a perder será mucho mayor que el sabor a vencer. Y con la pasión acometemos los hechos, los afrontamos, los encaramos. La pasión se ejerce de muchas maneras, desde la mente, y con la fuerza de nuestro interior también. Algunos más que otros. Pero en cualquier momento de nuestra vida, la pasión se transforma en un ser superior que nos hace gigantes, que nos enseña el camino para reconvertirnos en algo mayor a lo que nunca hubiéramos imaginado. La pasión empuja a la decisión. Sea ésta cual sea. No importa el resultado si lo hemos hecho convencidos. Dejar que nuestro instinto nos guíe. Nada más. Así de sencillo.

Nos emocionamos. Nos excitamos. Nuestra pasión es un torbellino de éxtasis apoderando momentos de nuestra vida. Somos entusiasmo, debemos serlo. Deseamos, vivimos, por lo tanto, nos apasionamos. Admiramos la belleza, nos sentimos atraídos por detalles minúsculos, esos que nos hacen trascender más allá de una estrella, de un rayo de sol o de un destello de luna. Sentimos afinidad, amor, deseo y ternura. Nos enfadamos, nos revolucionamos. Somos exigentes, demasiado exigentes con nosotros mismos. No sabemos perdonar, somos arrogantes. Somos demasiado cobardes para saber reconocer nuestros malas decisiones, pero quizá precisamente ahí radique la clave de volver a intentarlo. Puesto que reconocer el error no significa que debamos detenernos en el intento. Al contrario, hay que seguir. Insistir. Hay que arrebatar tiempo al tiempo, querer es poder, pero para poder hay que hacer y hacer pasa por atreverse. Nos atrevemos poco o muy poco. Hay que decidirse, hay que sentir la pasión y lanzarse al vacío. Olvidémonos del resultado final. No se trata de acertar siempre, se trata de vivir el momento, la oportunidad.

No a la pasividad. Pensar, realizar. NO bloquearse. La voluntad es básica. Queremos, pues hacemos. La oposición que encontraremos será únicamente la de nuestra mente. Nuestra debilidad, la indecisión. Invitemos a nuestra naturalidad a saborear las mieles del triunfo. Dejémosla avanzar. Que no pueda ser detenida por ningún obstáculo. Que avance sin remedio hacia la consecución de nuestro destino. Ese destino que hemos diseñado nosotros sin esperar a que nadie nos lo marque. Vivamos la pasión. ¡Qué otra cosa nos queda! Nadie nos la podrá quitar nunca.

‘La única diferencia que hay entre un capricho y una pasión eterna

es que el capricho dura un poco más de tiempo’

(Oscar Wilde)

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«Durante siglos, la ciencia y los llamados conocimientos de la vida práctica le han dicho al hombre: ‘Conviene que seas rico para poder satisfacer tus necesidades materiales; pero el único medio de alcanzarlo es el de educar de tal modo tu inteligencia y tus aptitudes, que permitan obligarlo a otros hombres esclavos, siervos o asalariados, a producir riqueza para ti'».

(Piotr Kropotkin)

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La palabra anarquía es de origen griego y está compuesta de dos términos: sin y poder o mandato. Vendría a denotar algo que está desprovisto de director y de origen. Una ausencia de apriorismo, de normas, de jerarquías y de autoridades. Desde su nacimiento, al término se le utilizó de forma negativa. Fue durante la Revolución Francesa cuando se empezó a tachar a ciertos individuos con el término ‘anarquista’ de forma peyorativa. Individuos que podían criticar el poder excesivo o que ciertas propiedades eran un robo. Para muchos anarquistas, el anarquismo representaba una forma de gobierno sin amo ni soberano, o al menos, sin la necesidad de esa figura. De hecho, el anarquismo está considerado como una teoría política, una filosofía política y social, que pretende la oposición y abolición del Estado y del gobierno, y de toda autoridad, jerarquía o control social que pueda imponerse a la voluntad del individuo, ya que se consideran nocivas para el desarrollo mismo de éste. Lo cierto es que el concepto y la teoría nunca llegó a entenderse en la sociedad misma. Se centraba en el individuo y en la crítica de su relación con la sociedad. Era necesario un cambio social hacia una futura sociedad. Y hay que enclavar la teoría en su tiempo, cuando se ideó y se originó, debido a ciertas circunstancias que se manejaban en las sociedades de la época.

Bakunin

Se distinguieron dos líneas básicas de pensamiento: por un lado, los individualistas; y por otro, los socialistas. Lo que desembocó en cuatro corrientes de pensamientos anarquista: el individualista, el mutualismo, el anarquismo comunista y el anarcosindicalismo. Muchos añadieron después el colectivismo. Y la fecha del comienzo del pensamiento filosófico data del siglo XIX, aunque se tiene constancia que las primeras reflexiones al respecto datan de muy atrás, desde Lao Tsé en China, Zenón en Grecia, Tomás Moro o Rabelais en el siglo XVI. Y quizá las bases del anarquismo se crearon en el siglo XVIII con la Ilustración. Había una creencia en el individuo más allá de entorno y de su sociedad. Uno de los autores más influyentes fue sin duda Jean-Jacques Rousseau. Se dice que fue William Godwin quien escribió el primer tratado anarquista en 1793, ‘Una investigación acerca de la justicia política’. Su idea era presentar una sociedad libre de gobierno, aunque no utilizó el término anarquía para referirse a ello, aunque sirvió como base para los siguientes autores. Durante la Revolución Francesa, Maréchal escribió el ‘Manifiesto de los iguales’ en 1796, donde reivindicaba el disfrute por parte de la comunidad de los frutos mismos de la tierra, deseando la desaparición de los ricos y los pobres, de los grandes y de los pequeños, de los amos y los siervos. Gracias al escenario que provocó la Revolución Francesa el anarquismo pudo tener un proceso rápido y efectivo para llegar a oídos de los ciudadanos. Pero ocurrió que se vinculó la teoría a los hechos violentos, dado que en la misma revolución que se vivía la violencia estaba implícita, por parte de los que se rebelaban.

Destacó Charles Fourier, quien propuso una organización política basada en comunidades llamadas falansterios, enlazadas entre sí de forma descentralizada. Otro fue Proudhon, quien denunciaba en su obra que la propiedad es un robo en sí misma. A principios del XIX fueron los pensadores alemanes quienes influyeron en el desarrollo del anarquismo. Con base en Hegel, muchos filósofos defendieron la idea de una sociedad ideal basada en los principios morales, conocida como sociedad perfecta, carente de leyes, donde sólo existieran obligaciones, donde no hubiera sanciones sino medios de corrección. Max Stirner en ‘El único y su propiedad’ (1844), negaba la existencia de absolutos e instituciones, abogando por un individualismo extremo llamado ‘egoísmo’. El primero en autodefinirse anarquista fue Proudhon, de ahí que para muchos fuera el fundador de las tesis anarquistas. Su pensamiento cuajó sobre todo entre socialistas de Bélgica y Francia. Tras la Revolución Francesa intentó crear el Banco del Pueblo en 1849, conocido hoy como banco mutualista, que fracasó antes de comenzar sus funciones. Pero su impactó llegó a Marx en Alemania y a Bakunin en Rusia.

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Bakunin fundó en 1868 la Alianza Internacional de la Democracia Socialista, donde se defendía la supresión de los Estados nacionales, la abolición de las clases sociales y de la herencia, la igualdad de sexos y la organización de los obreros al margen de los partidos políticos. Y sobre 1880, había tres concepciones anarquistas vigentes; el colectivismo en España; la individualista-mutualista en EEUU y el anarcocomunismo en el resto de Europa. Los anarcocomunistas criticaban el papel de los sindicatos, por entender que estaban acomodados al sistema capitalista. Pero ese movimiento fue poco a poco siendo aceptado por el anarquismo colectivista. Kropotkin afirmó que la revolución debía basarse en las federaciones de comunas locales y los grupos independientes, evolucionando después hacia una etapa colectivista de apropiación de los medios de producción por las mismas comunas, con vistas hacia el comunismo. Los anarquistas de la Francia de 1880 eran socialistas de procedencia, pero alejados del pueblo que deseaba más un socialismo autoritario. En Rusia, el anarquismo revolucionario se concentró en un terrorismo dispuesto a acabar con el poder del zar Alejandro II. Pero Rusia fue el país que más contribuyó a que la teoría de Bakunin, Kropotkin y Tolstoi se convirtiera en un movimiento internacional.

Pero para conocer más sobre el anarquismo debemos analizar las ideas de sus autores. Por ejemplo, Proudhon sobre el gobierno expresó que «ser gobernado significa ser observado, inspeccionado, espiado, dirigido, legislado, regulado, adoctrinado, sermoneado, controlado, medido, sopesado, censurado e instruido por hombres que no tienen el derecho, los conocimientos ni la virtud necesarios para ello. Esto es el gobierno, ésta es la justicia, ésta es la moralidad”. Bakunin, sobre el Estado que «es autoridad, es el despliegue ostentoso y engreído del poder. No busca congraciarse, convencer ni consentir. Cada vez que interviene, lo hace de modo singularmente desafortunado. Porque por su naturaleza misma no puede persuadir y ha de imponer o ejercer la fuerza. La libertad, la moralidad y la dignidad del hombre consisten precisamente en no hacer el bien porque se le ordene, sino porque lo concibe, lo desea y lo ama. El Estado, cualquier Estado –aunque esté vestido del modo más liberal y democrático– se basa sobre la dominación y la violencia, es decir sobre un despotismo que no por ser oculto resulta menos peligroso”. Godwin sobre la influencia negativa del poder sostuvo que «los gobernantes tienden, inevitablemente, a abusar del poder para su beneficio egoísta. Esto acaba por determinar la formación de grupos y clases que, al amparo del gobierno, y por medio de él, explotan a los demás, creando un completo sistema de privilegios excluyentes. Los gobernados, por su parte, se ven obligados a defenderse. Por consiguiente, es preciso eliminar la fuente de estos males reemplazando al Estado, cuya expresión autoritaria es el gobierno, por pequeñas comunidades en las que quede suprimida toda fuerza de coacción y los intereses colectivos sean resueltos por acuerdo voluntario».

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«Los modernos no tenemos absolutamente nada propio;

sólo llenándonos, con exceso, de épocas, costumbres, artes, filosofías, religiones y conocimientos ajenos

llegamos a ser algo digno de atención,

esto es,

enciclopedias andantes»

(Friedrich Nietzsche)

***

Lo que se conoce como modernidad fue el proceso sociohistórico que se originó en Europa a partir del efecto que produjo la Ilustración. La Ilustración fue una época histórica y un movimiento cultural e intelectual europeo, que se originó especialmente en Inglaterra y en Francia, y que se desarrolló desde finales del siglo XVII hasta el inicio de la Revolución Francesa, a finales del siglo XVIII. Su nombre tenía un porqué: el movimiento nació con la intención de disipar las tinieblas de la humanidad mediante las luces de la razón. De ahí que al siglo XVIII se le conozca como el Siglo de las Luces. Los pensadores de esa época y de ese movimiento sostenían que la razón humana podía combatir la ignorancia, la tiranía y desde ahí crear un mundo mucho mejor. Pasados más de dos siglos parece que estemos en la misma situación, con sólo una diferencia clara: la ignorancia se extiende, la tiranía también y el mundo va mucho peor. Quizá de otra manera, desde otro punto de vista, pero así es. La influencia que tuvo en su momento fue enorme, tanto en aspectos económicos, como sociales y políticos. Su expresión estética se denominaría Neoclasicismo.

La modernidad proponía que cada individuo tuviera sus metas según su propia voluntad. Se alcanzaría la meta de una manera lógica y racional, dando de esa manera, sentido a la vida. A nivel político había que tratar de imponer la lógica y la razón, sobre todo por delante de la religión. Todo iría bien acompañado de unas instituciones estatales que ejercerían un control social mediante una constitución. La producción se industrializaría y se crearían nuevas clases sociales, permitiendo que cierta población aumentara sus ingresos en beneficio de otras. Y ese mecanismo debería llevar consigo la actualización continua y el cambio permanente. En conclusión, la modernidad está considerada como una época de cambios que buscaban la homogeneización de la sociedad. Pero necesitaba obligatoriamente una actualización permanente. Se buscaba el porvenir, el cambio en las reglas del juego establecido, la ruptura ante las doctrinas, las creencias, las ideologías transportadas durante siglos atrás, atrapadas en unas culturas tradicionales y conservadoras.

Poco o nada tiene que ver la antigua Modernidad con todo lo que hoy se puede considerar moderno. Porque hay que darse cuenta de que la modernidad de hoy en día está muy confundida, es muy relativa y sólo ofrece dudas e interrogantes. Cada cual puede ver rasgos de modernidad en sus vecinos, amigos y compañeros de trabajo. Cada uno es capaz de establecer esa diferencia según su experiencia de vida, sus vivencias, sus particulares visiones de la realidad que le rodea. Muchos confunden el estilo, las formas, la moda, con la modernidad. Lo que para muchos es modernidad para otros no deja de ser algo vanguardista, empujado por olas de moda pasajera que se zambulle en la esencia de la sociedad. Llevar unos zapatos de una marca ‘x’, conducir un coche de último diseño, utilizar un teléfono móvil de última generación, todo eso, confunde a muchas personas a la hora de catalogar lo que realmente significa ser moderno.

En los tiempos que corren sopla una sensación generalizada de que si eres moderno estás por delante de otros. Ya sea porque se inculca, por verdadera ignorancia, por absoluta falta de confianza, la masa se deja gobernar por el consumismo y por las modas, generando un aluvión de maneras que representan modernidades, cuando no dejan de ser meras copias de lo que les gustaría tener o ser, cuando la esencia está vacía y no hay nada dentro de la acción que haya provocado esa reacción. Cuando se hace algo porque sí, sin meditar, sin usar la propia personalidad, ocurre lo que ocurre, que todo parece ser, indica que, se asemeja a, acostumbra a, un sinfín de similitudes con la realidad y se raya algo así como el ridículo. Es la época en la que los catetos se visten de modernos y además algunos se creen que lo son. Es la época en la cual los modernos se vuelven esnobs para poder diferenciarse de los catetos.

Cierto es que una gran parte de la población mundial está anclada en el pasado, en las costumbres, en las tradiciones, en un conservadurismo que cuesta eliminar, porque ha sido inculcado culturalmente desde el seno familiar y habitual. El poeta francés Baudelaire señaló que la modernidad es lo transitorio, lo fugitivo, lo contingente, la mitad del arte cuya otra mitad es lo eterno e inmutable. La modernidad trata de romper con el pasado, con lo establecido, con lo anodino. Se necesita renovar, se necesita innovar, aunque a veces la búsqueda de la modernidad no garantice el éxito. La modernidad se integra en la idea de concentrarse en el momento actual, mejorando lo anterior. No es una oleada de ideas, ni nada que ver con una conciencia de futuro con el propósito de adelantarse al tiempo. Los sociólogos siguen investigando y escribiendo teorías acerca de la modernidad y de la consiguiente postmodernidad, que ha dado paso a lo que denominados sociedad globalizada. Un fenómeno que no deja lugar a dudas. Donde cualquiera puede ir a la última en cualquier rincón del mundo, aunque no tenga ni para comer. Cada uno de nosotros provoca un nuevo cambio cuando se propone comenzar algo nuevo. Innovar. Idear. Renovar. Palabras que sugieren vida. Palabras que llevan asociados aires de frescura y de regeneración. Cada uno es capaz de crear algo nuevo, pero cuidado, no quiere decir que sea algo moderno. Para ser moderno tendrá que haber roto con algo tradicional, haber saltado los obstáculos de mentes ancladas en un pasado donde todo era mejor. Por así decirlo, la modernidad es el transcurso lógico y natural del pasado. Un ciclo necesario.

Y ante la aparición de lo moderno surgirá la crítica. Porque ambas se necesitan. Una para defender lo suyo, y la otra para intentar que no le arrebaten su estatus. Y de un tiempo a esta parte está de moda odiar a lo moderno y a los que van o se consideran modernos. Incluso ésos que se autodefinen así parece como si quisieran ocultarlo. La sociedad de consumo nos ha introducido en una espiral de cambios continuos, de avances tecnológicos, de circunstancias ajenas a nuestros deseos, pero que descansan en el principio de que parece que todo lo necesitemos, cuando es al contrario. Lo más moderno hoy en día es saber quién eres, saber en qué lugar te encuentras, aceptar las circunstancias actuales para planear los cambios adecuados para darle un giro completo a la realidad. Ser moderno hoy es  algo más que un reto. Debería ser un objetivo real para todos los jóvenes, que ven en su futuro algo inestable, lleno de incertidumbre e inseguridad.

Vivimos en la actualidad en la cultura de dar la nota, de llamar la atención a toda costa, intentando parecer modernos por todos lados, mostrándonos sólo superficialmente y sin nada verdaderamente que mostrar. Las apariencias engañan más que nunca. Todo parece falso. Todo parece moderno cuando no lo es. Lo último y lo más nuevo no representan por sí solos. Desconfiamos de todas las personas que vemos por las calles porque no estamos seguros si es cierto todo lo que vemos, o a decir verdad, lo que nos enseñan. Inseguros caminamos intentando encontrar rasgos de algo que nos atraiga, que nos haga vibra. Andamos escasos de sorpresas, de ilusiones, de circunstancias satisfactorias. Cualquier novedad que vemos la confundimos, la malinterpretamos, y todo nos provoca un estado de alucinación global, transitoria, aunque elevada a la máxima potencia, donde lo que aparecerá mañana siempre parece que será mejor que lo que se descubrió hoy. No aguantamos mucho una cosa, un instante, porque deseamos encontrar algo diferente cuanto antes. Hemos perdido la esencia, para concentrarnos en el envoltorio. El marketing sigue creciendo mientras nuestra capacidad para distinguir lo moderno continua de capa caída e inestable.

***

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Mafalda

Publicado: 23 de noviembre de 2013 en Literatura
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«No es cierto que todo tiempo pasado fue mejor.

Lo que pasaba era que los que estaban peor todavía no se habían dado cuenta…»

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Joaquín Lavado Tejón nació en Guaymallén, en la provincia de Mendoza (Argentina) en julio de 1932. Se le conoce por su nombre artístico ‘Quino’. Se le puede considerar pensador, humorista gráfico y creador de historietas. Pero si por algo ha pasado a la fama mundial es por haber creado la figura de Mafalda. Le llamaron Quino desde pequeño para diferenciarlo de su tío Joaquín, quien fue el culpable de despertar su vocación de dibujante a una edad muy temprana. Estudió en la Escuela de Bellas Artes de Mendoza. Sin haber cumplido los 18 abandonó sus estudios para dedicarse por entero a crear historietas cómicas. Se estableció en Buenos Aires en 1954 en unas condiciones lamentables. Publicó su primer libro recopilatorio en 1963 con el título ‘Mundo Quino’. Y tras ello le encargaron unas páginas para una campaña de publicidad encubierta para una  empresa de electrodomésticos. Finalmente, esa campaña no llegó a realizarse pero para entonces ya había creado a Mafalda, a la cual publicaría en Leoplán, para luego incluirse regularmente en el semanario Primera Plana debido a la amistad que tenía el autor con el director de la publicación. Entre 1965 y 67 se publicó en diario El Mundo, ya desaparecido. Un tiempo después se comenzó a publicar en Portugal, España e Italia. Curiosamente, en España la censura lo etiquetó como ‘lectura para adultos’. Quino abandonó Mafalda en junio de 73, y en palabras del mismo autor, por agotamiento de ideas. En 2008, la ciudad de Buenos Aires inmortalizó a Mafalda y a su autor mediante dos murales: uno en la estación de Perú; y el otro bajo la histórica Plaza de Mayo. Incluso en el barrio de Colegiales (Buenos Aires) existe la Plaza de Mafalda.

«¿Por dónde hay que empujar este país para llevarlo adelante?»

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 Mafalda representa el idealismo por encima de todo. Utópica, siempre intenta que este mundo sea mejor, pero se encuentra siempre con la realidad, que le hace sumirse en el pesimismo, provocándole preocupaciones debido a todas las situaciones sociopolíticas que se producen alrededor del planeta. Mafalda puede significar el sentir del pueblo, los pensamientos de la gente, las emociones de cualquiera. Sus ocurrencias son el reflejo de las inquietudes sociales y políticas de su época. Su función es denunciar, informar, por medio de sus dichos, de sus acciones, compitiendo contra la maldad, contra la incompetencia humana y contra la ingenuidad de muchas de las propuestas para solucionar los problemas graves del planeta, ya sea el hambre o la guerra. 

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Su nacimiento podría ser marzo del 60 o marzo del 62, aunque para el mismo autor debe tratarse de la fecha de la primera publicación, es decir: septiembre de 1964. Acostumbra a incomodar a los adultos cuestionando sobre lo socialmente establecido. Apoya a la mujer, a su progreso social y lo pregona. Se imagina a ella misma trabajando en el bien de la paz mundial. Cuando comienza la historia ella tiene 4 años. Y lo que parecía que inicialmente era un contenido dedicado al mundo infantil, rápidamente se vio que sus contenidos estaban más cercanos a los adultos. Cada personaje está preocupado por un tema. Y aunque todos ellos suelen ser niños representan adultos preocupados por diferentes motivos sociales. El humor de Quino es ácido y cínico. Enfrenta al público con los problemas sociales. Y no duda en enviar mensajes con sus viñetas. Y aunque es acusado de realismo pesimista, no deja de tener ternura. Y quizá la imagen que proyecta es la misma que Argentina, una mezcla de pesimismo constante unido al humanismo de su gente. Sin lugar a dudas, un enorme éxito que sigue vigente en todo el mundo.

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Frases en el camino

Publicado: 3 de noviembre de 2013 en Frases de portada
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‘El sentido común no es nada común’ (Voltaire)

‘Normalmente, cuando las personas están tristes no hacen nada. Sólo lloran sobre su condición. Pero cuando están enfadados, provocan el cambio’ (Malcom X)

‘Exígete mucho a ti mismo y espera poco de los demás. Así te ahorrarás disgustos’ (Confucio)

‘Para disipar una duda, cualquiera que sea, se necesita una acción’  (Thomas Carlyle)

‘La experiencia es algo que no consigues hasta justo después de necesitarla’ (Laurence Olivier)

‘La memoria es el único paraíso del que no podemos ser expulsados’ (Jean Paul)

‘Las palabras elegantes no son sinceras; las palabras sinceras no son elegantes’ (Lao-tsé)

‘Si un hombre cualquiera, incluso vulgar, supiera narrar su propia vida, escribiría una de las más grandes novelas jamás escrita’  (Giovanni Papini)

‘No se pasa de lo posible a lo real, sino de lo imposible a lo verdadero’ (María Zambrano)

‘Leyes hay, lo que falta es justicia’  (Ernesto Mallo)

‘Sobre las cosas que no se conocen siempre se tiene mejor opinión’ (Gottfried Leibniz)

‘Se necesitan dos años para aprender a hablar y sesenta para aprender a callar’ (Ernest Hemingway)

‘Ser original es en cierto modo estar poniendo de manifiesto la mediocridad de los demás’ (Ernesto Sábato)

‘La soledad es patrimonio de la edad adulta’  (Mika Waltari)

‘Hay que sentir el pensamiento y pensar el sentimiento’ (Miguel de Unamuno)

‘Uno puede apoyarse sobre su puesto, pero no sentarse  en él’ (Erich Kästner)

‘Aquí no pasa nada; mejor dicho, pasan tantas cosas juntas al mismo tiempo que es mejor decir que no pasa nada’ (Jaime Sabines)

‘Deberíamos usar el pasado como trampolín y no como sofá’ (Harold MacMillan)

‘El principio más profundo del carácter humano es el anhelo de ser apreciado’ (William James)

‘Atreveos: el progreso solamente se logra así’ (Victor Hugo)

‘Todo lo que se hace se hace por azar, naturaleza, coacción, costumbre o necesidad’ (Aristóteles)

‘La vida tiene un sentido que los adultos conocen, es la mentira universal que todos creen por obligación’ (Muriel Barbery)

‘Gritarte desde el fondo de mi imaginación que no soy nadie sin ti, que quiero volver a nacer sabiendo que tú sigues ahí’ (Wendy Guerra) 

‘Cada momento contiene los momentos futuros, sólo que no podemos descifrarlos’ (Carla Guelfenbein)

‘Voy al grano. No me quedan muchos años y por ello he preferido violar la costumbre de toda una vida’ (Carlos Fuentes) 

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Bob Dylan

Publicado: 1 de noviembre de 2013 en Música
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«Ansío verte a la luz de la mañana,

ansío tenerte cerca por la noche,

quédate, dama, quédate,

quédate mientras nos quede algo de noche»

***

Bob Dylan es el nombre artístico de Robert Allen Zimmerman. Nació en Duluth, Minnesota (EEUU) en 1941 y todavía hoy sigue cantando y escribiendo canciones. Este compositor de folk y rock es una de las grandes figuras de la música contemporánea, un icono para muchas generaciones, un pedazo de la historia del rock, un símbolo para millones de personas, seguidores, fans y críticos musicales. El nombre de Dylan lo adoptó por la admiración que sentía por el poeta Dylan Thomas. Fue capaz de crear un estilo propio e inconfundible, convirtiéndose rápidamente en la voz de una juventud revolucionaria de su país en la década de los 60.  Consiguió, con algunas de sus canciones, revolucionar el panorama pop mundial, y abrió el camino para muchos otros cantautores que se vieron influidos por su obra y por su estilo.

Cuando a mediados de la década de los 60 comenzó a utilizar instrumentos electrónicos para sus temas recibió muchas críticas de todos aquellos que defendían el purismo del folk en todos sus ámbitos. Sus primeros textos estaban profundamente influidos por la situación del mundo en ese momento, tocó temas sociales controvertidos, además de introducirse en temas filosóficos que para él eran de suma importancia y vitales para su existencia. Pudo comprobarse su preocupación y su interés por los libros, por toda clase de libros. Gran aficionado a la historia, a la sociología, filosofía y también a la poesía. Supo adaptar todas sus ideas realizando sus canciones. Expandió y desarrolló su propio sello personal, pero nunca abandonando sus raíces musicales ni su esencia estilística. Todas sus canciones tenían algo de folk, de pop, de blues, de country, de rock and roll, con toques irlandeses, escoceses e ingleses, con esbozos de jazz y de swing.

«El vagabundo que está llamando a tu puerta

tiene puestas las ropas que tú llevaste una vez» 

***

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Y no ha dejado de ser premiado, valorado y reconocido por toda su obra durante todas estas décadas incansables de trabajo. Acapara Grammys, Globos de Oro, Oscars. En 1999 fue incluido en la lista de las cien personas más influyentes del siglo XX elaborada por la revista Time. Hoy en día sería difícil cuantificar su verdadera influencia musical. Fue pionero en varias escuelas diferentes dentro de la música pop. Rompió los estereotipos que decían que un cantante tenía que tener una gran voz y desarrolló cambios musicales mezclando el pop con el rock más folk y el country-rock.

Quizá sus inicios fueron los realmente importantes, los que crearon adicción, influencia y seguimientos masivos, y cuando su popularidad cuajó de forma aplastante. Quizá la calidad de su música fue dando escarceos y la calidad de sus temas fueron también un poco irregulares, pero es evidente que no ha dejado de estar en el candelero durante muchos años por méritos propios. De niño aprendió a tocar la guitarra y la armónica. Mientras estaba en la universidad comenzó a componer canciones populares en pequeños cafés y a finales de 1960 se dio cuenta de que quería ser cantautor. Se mudó a Nueva York en enero de 1961 y comenzó a tocar en cafés. Su primer disco apareció con el título homónimo en 1962 pero fue el siguiente ‘The freewheeling Bob Dylan’ (1963) el que consiguió provocar un gran impacto en EEUU. El tema ‘Blowin’ in the wind’ fue un gran éxito en el verano de 1963. Por esa época tuvo una relación sentimental con la cantante Joan Baez. La rapidez de sus composiciones fueron espectaculares.

«Venid gente , reuníos,

dondequiera que estéis y admitid que las aguas han crecido a vuestro alrededor

y aceptad que pronto estaréis calados hasta los huesos,

si creéis que estáis a tiempo de salvaros

será mejor que comencéis a nadar u os hundiréis

como piedras

porque los tiempos están cambiando…»

***

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En 1964 apareció ‘The time they are a-changing’. La influencia de la poesía ya era toda una realidad. Autores como Rimbaud y Keats estaban presentes en sus letras. ‘Another side of Bob Dylan’ también se lanzó ese mismo año. Sus desarrollos musicales no se detuvieron ni un instante. Para entonces ya había roto su relación con Baez y comenzó a salir con Sara Lowndes, con quien se casaría más tarde. Para cuando apareció ‘Bringing it all back home’ (1965) ya se descubrió que se estaba alejando del purismo folk. En 1965 su éxito ‘Like a rolling stone’ consiguió el número 2 de la lista de sencillos. A partir de ahí su fama se desató. Miles de artículos por todo el mundo y un montón de cantantes queriendo emularle. El álbum ‘HIghway 61 revisited’ (1965) fue una de sus cimas de su carrera.

En julio de 1966 resultó herido en un accidente de moto sufriendo serias lesiones en las vértebras del cuello y una gran conmoción cerebral. A partir de entonces se convirtió en un recluso en su casa de Woodstock. Encerrado allí comenzó de nuevo a escribir canciones. ‘Blonde on blonde’ (1966), ‘John Wesley Harding’ (1967), ‘Nashville skyline’ (1969), ‘Self portrait’ (1970), ‘New morning’ (1970) fueron sus siguientes trabajos. Y aunque iba desarrollando nuevos estilos dentro del suyo propio no dejó de componer. Sus obras no paraban de salir. ‘Dylan (1973)‘ , ‘Planet waves’ (1974), ‘Blood on the tracks’ (1975) hasta el aclamado ‘Desire’ (1976), el cual estuvo cinco semanas en todo lo alto de las listas. Dentro de ese disco aparecía el tema ‘Hurricane’, una canción protesta escrita específicamente en defensa del boxeador Rubin Carter, encarcelado injustamente por asesinato.

En los ochenta se decantó por un rock&roll más profundo, ganando nuevos adeptos aunque perdiendo a otros. Con el paso de los años las generaciones cambiaban y sus seguidores también. De hecho, su música fue un continuo cambio aunque siempre conservando sus raíces. Quizá con el paso del tiempo Dylan ha encarado su música de otra manera, de una forma más personal y diferente, compartiendo otras aficiones, disfrutando de todo un poco, colaborando con viejos amigos o dedicándose a otras cosas que no había hecho hasta entonces. Su repertorio no se ha detenido, tan sólo ha tenido transcursos e intervalos, paradas obligadas y necesarias, y todavía hoy sigue componiendo con más de setenta años en sus espaldas. La música forma parte de su vida y Dylan forma parte de nuestra vida, de una u otra forma.

«Tan feliz de estar vivo bajo el cielo azul,

en esta nueva mañana,

nueva mañana,

en esta nueva mañana contigo»

***

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«Toda forma de desprecio, si interviene en política, prepara o instaura al fascismo»

 (Albert Camus)

***

Hay que comenzar por el origen, por la causa. El fascismo nació como una ideología política que trataba de encuadrar a toda una sociedad en tiempos de crisis dentro de una dimensión que promovía la movilización de masas por medio de la identificación de las reivindicaciones sociales con las nacionales. Confluían diferentes características y muchas causas. Desde la histórica a la económica, pasando por la causa nacionalista y también por la sociocultural. Para muchos es una ciencia política y para otros una forma de vida. Es complicado de definir pues puede aparecer en numerosos momentos y en multitud de comportamientos.

Muchos grupos y muchas personas realizan actos fascistas sin llegar ni siquiera a saberlo. De hecho, algunos comportamientos de claro corte fascista, rayan lo vergonzoso sin que el protagonista sienta nada de rubor en absoluto, puesto que para él quizá no signifique nada de eso. La conclusión puede ser clara: la falta de rigor y de conocimiento sobre el tema hace que su uso se confunda, se mezcle, se multiplique y quede completamente como algo natural, sin que llegue siquiera a llamar la atención. De hecho, el fascismo es un pensamiento político, y muchos actos políticos son fascistas.

Muchos de los primeros fascistas no sabían qué significaba la teoría, ni que realmente existiera una. La acción se anteponía al discurso. La práctica dominaba a la doctrina y al pensamiento. Es decir, cada cual podía protagonizar su propia identificación de ello. Cada uno inventaba el suyo. Y en cada país, el fascismo se propagó de diferentes formas, aunque siempre con la misma esencia. El nacionalismo era la base de la idea. Abogando por la defensa de la nación, hurgar en la herida de antiguas batallas, antiguas derrotas, antiguas afrentas o antiguos dominios, servía exactamente como excusa y acicate para exaltar a la masa deprimida u ofendida. Y en eso consistía básicamente el fascismo: en la exaltación de las masas, espoleando su orgullo patrio, cultural y tradicional.

Con la masa se puede conseguir el cambio. Y el fascismo perseguía un cambio. Y el cambio debía ser radical. Curiosamente, muchos de los grupos que comenzaron a distinguirse por sus comportamientos fascistas siempre negaron serlo, puesto que esa publicidad no era la conveniente ni la oportuna. Y estuvo de moda bautizar a muchos de esos movimientos fascistas con nombre originales para distinguirse de otros similares en otros países y para que no fueran confundidos por simples seguidores de teorías fascistas, cuando realmente promulgaban los mismo principios o similares. Un ejemplo podría ser el líder fascista húngaro Ferencz Szalasi que afirmaba que su movimiento no era ni hitleriano, ni antisemita, sino hungarismo. Todos querían ser originales, cuando eran copias y subcopias de una teoría general y única: el nacionalismo. 

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El nacionalismo básicamente fue una ideología y un movimiento sociopolítico que se asociaba con el recién aparecido concepto de nación en la época de la industrialización, justo a finales del siglo XVIII. Se trataba de identificar a la nación como el único referente identitario de una comunidad política. Se partía del principio de soberanía nacional, donde la nación se establecía como la única base legítima del Estado; y del principio de nacionalidad, dado que cada nación conservaba su propio Estado y sus fronteras para distinguirse de sus vecinos. Pero no había que distinguir el movimiento con el sentimiento. El patriotismo y/o la afinidad cultura, y/o tradicional de un grupo, pueden verse confundidos a menudo por acciones o reacciones lejanas en la concepción de una estrategia de independencia. Llamar nacionalismo al sentimiento de pertenencia a una nación puede ser totalmente distinto al hecho de crear una doctrina o una acción política violenta al respecto para conseguir un propósito, o para llevar a cabo, gracias al apoyo de la masa, planes que sugieran nuevos horizontes de futuro para la comunidad concreta.

«Es bien sabido que la ciencia y el nacionalismo son cosas que se contradicen,

aunque los monederos falsos de la política nieguen ocasionalmente ese saber:

pero también llegará ¡por fin!

El día en que se comprenderá que sólo para su daño

puede ahora toda cultura superior seguir cercada por vallas nacionales»  

(Friedrich Nietzsche)

***

Hubo una época que el nacionalismo reaccionó en cadena, en el llamado período del nacionalismo, justo cuando hubo un surgimiento global de ideología y movimiento nacionalistas en todo el mundo, momento que coincidió con algunas de las revoluciones liberales y burguesas más importantes en el siglo XIX. También hubo otro momento importante para el nacionalismo justo en el período entre la Primera y Segunda Guerras Mundiales, cuando los movimientos fascistas engancharon a millones de personas acerca de sus razonamientos, y tras las guerras con el proceso de descolonización en muchos países. 

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Pero para la ciencia política es difícil a veces distinguir entre los regímenes que se pueden considerar fascistas. Mucho más complicado que hacerlo entre regímenes inspirados en ideologías más corrientes. Se analizan circunstancias, orígenes y formas que se adaptan a la sociedad o nación y que son propias del fenómeno. Hay un fascismo viejo y un fascismo moderno, aunque las notas que coinciden entre los dos tipos son bastantes. Muchos trabajos indican que los períodos de regímenes fascistas en muchos países europeos fueron un episodio doloroso dentro de la historia de ellos, y algunas de sus esencias siguen todavía vivas en muchos. Se enumeran varias interpretaciones del fascismo: desde la que lo califica como ‘enfermedad moral’, como ‘producto lógico e inevitable del desarrollo histórico de algunos países’, como ‘reacción de clase antiproletaria’ o como ‘ideología de la crisis del mundo contemporáneo’.

Los motivos por los cuales apareció el fascismo son variados y cada experto ha encontrado y calificado los suyos. Para muchos la época económica de crisis fue fundamental para poder captar la atención de la masa en un proceso de industrialización bestial; otros se fijan más en los aspectos psicológicos de la ideología en general, un oasis dentro de un desierto de ideas, una forma de airear a muchas mentes que necesitaban estímulos para motivarse y para poder seguir a algo o a alguien; para otro simplemente fue la inseguridad de las clases medias incipientes lo que provocó que se unieran en busca de una defensa de ‘su bienestar’, próxima  a lo que algunos llaman la teoría de la supervivencia. Pero lo cierto es que hay características comunes en todos los sistemas fascistas: ya sea el totalitarismo, el autoritarismo, el control del estado, los motivos nacionalistas, el racismo y la xenofobia, la distinción clara de clases sociales, la unión nacional, la centralización, el partido único, el despotismo, el imperialismo, el anticomunismo, defensa de los valores morales y tradicionales, el seguimiento a un líder concreto, el afianzamiento de unas élites determinadas, un régimen político de masa. Curiosamente, muchos de los razonamientos realizados por expertos en países donde hubo una marcada época fascista parece que intenten más argumentar y buscar excusas al respecto que analizar profundamente el hecho de que existiera ese núcleo de la sociedad mimetizado por esa ideología.

Parece claro que el fascismo necesita de una situación socioeconómica muy particular, aparte de unos rasgos y unos estados de ánimo de las naciones para considerar la opción de decantarse por su ideología. Ya sean problemas estructurales de desempleo, una crisis económica, una falta de valores arraigada en el tiempo, una disgregación nacional, una voluntad de unión nacional, un apoyo de una juventudes dispuestas a luchar por unos ideales comunes, la llegada de un líder carismático que guíe a la masa, la necesidad del deseo de romper con un sistema anterior, un amplio movimiento de contenido espiritual o religioso acentuado y marcado estilo racista, una estructura social fragmentada políticamente y la búsqueda hacia el pleno totalitarismo para edificar un estado único alrededor de la nación.

El fascismo tuvo un claro componente de fenómeno internacional y apareció en todos los continentes. El conocido populismo entabló serias similitudes con él, aunque intentando decorarlo como algo nuevo y original. El fascismo vive y se nutre en un espacio en crisis. Y se presenta siempre como el salvador ante una situación tremendista, catastrofista y sin salida. Y en la acción de la catástrofe se centra la ideología. Se podría decir que el fascismo es una ideología de crisis. Y las crisis son periódicas y siempre aparecen. Son cíclicas. Aunque las crisis suelen ser un simple argumento, una excusa razonable, una forma de dar el pistoletazo de salida. Pero no debemos olvidar que el fascismo existió, existe y existirá. Porque para muchos representa un pensamiento, una forma de ser y de pensar. El fascismo no desaparecerá y está fuertemente situado en las entrañas de todas las sociedades. Querer olvidarlo o no querer darse cuenta de su existencia sólo produce que se extienda sin remedio. El fascismo es latente. Nunca se extinguió. Siempre estuvo de moda porque para muchas personas es una forma de vida en cualquier país del mundo. Y como sabemos de sus resultados debemos ser precavidos y cautos ante parámetros que indican que el fascismo sigue extendiéndose alarmantemente desde hace algunos años, debido a las crisis o quizá no, debido a la inseguridad o quizá no, debido a la movilización de la emigración global o quizá no. Sea como sea la realidad presenta este diagnóstico. Otra cosa será saber hacia adónde nos lleva o qué seremos capaces de hacer frente a ella.

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El placer

Publicado: 10 de octubre de 2013 en Artículos
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«El mejor placer en la vida es hacer lo que la gente te dice que no puedes hacer»
(Walter Bagehot)
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La búsqueda del placer es constante en las personas. Algunas lo ansían disfrutar y otras prefieren darlo. Incluso dándolo se puede disfrutar del placer. En ocasiones quizá más todavía. Porque el placer y su significado son algo así como algo positivo, una sensación o un sentimiento de confortabilidad, una euforia momentánea que nos excita y nos hace sentir bien. Y el ser humano, ante impulsos o sensaciones positivas siempre reacciona bien, o al menos debería. Hay placeres sencillos pero igual de confortables. Hay placeres más complicados de conseguir pero que se saborean intensamente una vez que se consiguen.

Una necesidad satisfecha puede representar placer, pero también nos encontramos con él en momentos insospechados, no buscados. Esos momentos en que sentimos su bondad sin haberlo ni siquiera imaginado. Quizá esos son los mejores momentos, por inesperados. Aunque el placer de conseguir lo anhelado es indescriptible en ocasiones. Pequeños placeres como un plato de cocina que levanta nuestros sentidos más escondidos, una bebida en un momento especial, un descanso merecido, un paseo entre un paisaje inolvidable, un orgasmo inacabable y con esa persona, una diversión inesperada, un ambiente sorprendente, un descubrimiento cultural, una belleza que trastoca los sentidos, una curiosidad manifiesta, una lectura interesante, una idea proyectada, la compañía de un amigo incomprable, un cielo mágico, una palabra bien dicha, una imagen con los colores perfectos, un sueño cumplido, una mañana desafiante, una noche eterna, un abrazo cariñoso, un beso memorable, un intensa mirada…

«Disfrutar de todos los placeres es insensato; evitarlos, insensible»

(Plutarco)

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Para la filosofía, el placer está asociado a la felicidad. La felicidad es un estado emocional que se produce en la persona cuando cree haber alcanzado una meta deseada. Esa sensación de paz interior que estimula a conquistar nuevas metas, un estado intermedio entre la satisfacción y la alegría que desearíamos fuera eterno. Pero existen muchos tipos de placer: desde el placer físico, que se adquiere por medio de los sentidos, ya sea mediante el instinto sexual o el roce afectivo o el simple hecho de disfrutar con alguno de los sentidos aunque sea por un breve espacio de tiempo; el placer intelectual, cuando vamos descubriendo necesidades espirituales y de conocimiento; el placer del juego; el placer de la belleza; el placer emocional, compartiendo todo tipo de afectos.

Pero el placer hay que tomarlo con buenas dosis. Son momentos determinados que debemos saber degustar, apreciarlos como se merecen y guardarlos en nuestra memoria como pequeños tesoros, para revivirlos en el futuro recordándolos. No se debe abusar del placer, o de la búsqueda del mismo, puesto que aparecerá en el momento menos pensado y nos hará sentir muy bien, sin necesidad de estar esperándolo. Además, si lo viviéramos muchas veces perderíamos el placer de degustar el placer. Todo lo nuevo nos puede estimular para descubrir algo de placer. No se debe cerrar la puerta a la ocasión de vivir la sensación del placer. Porque nos ayuda a sentir la vida de otra manera, a ver el otro lado del dolor y del sufrimiento. Un oasis dentro del desierto de la rutina, los problemas y las vicisitudes cotidianas. El placer nos ayuda a valorar lo mejor de la vida. Damos y recibimos placer. Momentos inolvidables que se acumulan en nuestro disco duro de la felicidad y del bienestar. Placeres de andar por casa, placeres que transcienden, placeres insospechados, inesperados, secuencias que alegran incluso épocas grises y que brillan por sí solas en medio de la oscuridad de las circunstancias. Placer que provoca sonrisas, risas, lágrimas de placer, sollozos de inmensa felicidad, suspiros de no creer lo que se está viviendo. Damos placer y recibimos placer.

Quizá hay que olvidarse un poco de las penas, de las tristezas que a menudo nos invaden. Desalojarse de los momentos que nos afligen y que no nos dejan respirar con sosiego y nos provocan ansiedad desbordante. Quizá deberíamos pensar que tras esas penas llegarán otro placeres que compensarán esos momentos de angustia y aflicción. Porque en eso consiste todo, en la mezcla y la combinación de los momentos. Los placeres se sucederán, como los buenos momentos, como la felicidad; no serán eternos, ni mayoritarios, por eso debemos aprender a valorarlos, a degustarlos y a amarlos por encima del resto. Sin el placer estaríamos bastante vacíos y faltos de la estímulos. Sonriamos al nuevo día, abramos las ventanas para dejar entrar algo de aire fresco y quizá, quién sabe, distingamos muchos más momentos de placer de lo que solíamos sentir.

«Placer y pena son los dos únicos resortes que mueven y moverán el mundo»
(Claude Helvétius)
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Frases con mensaje

Publicado: 29 de septiembre de 2013 en Frases de portada
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‘La paciencia es la fortaleza del débil y la impaciencia, la debilidad del fuerte’  (Immanuel Kant)

‘La unidad es la variedad, y la variedad en la unidad es la ley suprema del universo’ (Isaac Newton)

‘Una cosa es saber y otra saber enseñar’ (Cicerón)

‘En algún sitio algo increíble espera ser descubierto’ (Carl Sagan)

‘La libertad más difícil de conservar es la de equivocarse’ (Morris West)

‘Qué sería de la vida, si no tuviéramos el valor de intentar algo nuevo?’  (Vincent Van Gogh)

‘El amor y la locura son los motores que hacen andar la vida’ (Marguerite Yourcenar)

‘Quien de verdad sabe de qué habla, no encuentra razones para levantar la voz’ (Leonardo Da Vinci)

‘La sabiduría de vivir consiste en eliminar lo que no es indispensable’ (Lin Yutang)

‘Mira si será malo el trabajo, que deben pagarte para que lo hagas’ (Facundo Cabral)

‘El tiempo no es oro; el oro no vale nada, el tiempo es vida’ (José Luis Sampedro)

‘El mejor fuego no es el que se enciende rápidamente’ (George Eliot)

‘El que no pueda lo que quiera, que quiera lo que pueda’ (José Ortega y Gasset)

‘Por bajo que sea el escalón del que se parte, hay que estar seguro de saber elevarse’ (Stendhal)

‘La mayor sabiduría que existe es conocerse a uno mismo’ (Galileo Galilei)

‘Después de la propia sangre, lo mejor que el hombre puede dar de sí mismo es una lágrima’ (Alphonse de Lamartine)

‘Habría que inventar un juego en el que nadie ganara’ (Jorge Luis Borges)

‘La mayor parte de los fracasos nos viene por querer adelantar la hora de los éxitos’ (Amado Nervo)

‘Cuando las circunstancias cambian, yo cambio de opinión. ¿Usted qué hace?’ (John M. Keynes)

‘Hay mucha gente en el mundo, pero todavía hay más rostros, pues cada uno tiene varios’ (Rainer Rilke)

‘Compra lo necesario, no lo conveniente’ (Ovidio)

‘Si no levantas los ojos, creerás que eres el punto más alto’ (Antonio Porchia)

‘Existen dos maneras de ser feliz en esta vida, una es hacerse el idiota y la otra serlo’ (Sigmund Freud)

‘Admiramos las cosas por motivos, pero las amamos sin motivos’ (Gilbert Chesterton)

‘Creer posible algo es hacerlo cierto’  (Friedrich Hebbel) 

Friedrich Nietzsche

Publicado: 27 de septiembre de 2013 en Literatura
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«Aquel que tiene un porqué para vivir se puede enfrentar a todos los cómos»

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Considerado por unanimidad uno de los pensadores más influyentes del siglo XIX. Filósofo, poeta, música y filólogo. Critico con la cultura, con la religión y la filosofía occidentales. Su obra influyó en las generaciones posteriores, al igual que otros filósofos, sociólogos, antropólogos y escritores. Para muchos su poder se concentraba en su mensaje, aunque para otros muchos fue la forma y el estilo lo que le hicieron sobresalir por encima del resto. Introdujo la cosmovisión o visión del mundo, como figura general de la existencia, de la realidad y del mundo. Sostuvo que una persona cualquiera, al igual que una sociedad o una cultura se forman en una época determinada y suele estar compuesta por determinadas concepciones, percepciones y valoraciones sobre su entorno. Una visión que modificó el pensamiento de muchos filósofos del siglo XX y que se desarrolló durante muchas décadas. Abogaba porque cada individuo o sociedad interpretara su propia naturaleza y la de todo lo que existe, definiendo las nociones comunes que aplicaban a los diversos escenarios de su vida, ya fuera la política, la economía o la ciencia, pero también la filosofía, la moral y la religión.

«El hombre parece tener más carácter cuando sigue su temperamento que cuando sigue sus principios»

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Su pensamiento fue muy importante para la filosofía moderna. Introdujo ideas muy interesantes tanto para los existencialistas, como para los críticos. Tanto pensadores como sociólogos adaptaron sus tesis para desarrollar las suyas propias. Nació en octubre de 1844 en Röcken, cerca de Leipzig (Alemania). Su padre fue un pastor luterano en Turingia y murió en 1849, cuando el pequeño Friedrich tan sólo contaba 5 años. Tuvo una hermana y un hermano menores que él, pero éste último también murió repentinamente. Tras ese suceso, la familia se trasladó a vivir a Naumburgo, a casa de la abuela materna y el resto de hermanas de su padre. Desde sus años en la escuela demostró un talento particular para la música y el lenguaje, motivos por los cuales se le admitió en la escuela Schulpforta. Fueron años donde desarrolló la poesía y la narración, además de componer piezas musicales. Estudió teología y filosofía en la Universidad de Bonn. A los pocos meses abandonó teología para dedicarse a la filología. Aunque ya entonces se decantó por la filosofía por encima de otras materias. En 1868 conocería a Richard Wagner, un personaje fundamental en su desarrollo. Durante su estancia en Basilea fue un asiduo invitado a la casa de los Wagner y éstos le introdujeron en su círculo más íntimo. La Universidad de Basilea (Suiza) le propuso para profesor de filología clásica incluso antes de licenciarse, convirtiéndose de esa manera en el profesor más joven de la Universidad. Justo después consiguió la ciudadanía suiza, renunciando a la alemana, y fue ascendido a profesor honorario.

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«La potencia intelectual de un hombre se mide por la dosis de humor que es capaz de utilizar»

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Fue en 1872 cuando publicó su primer libro, ‘El nacimiento de la tragedia en el espíritu de la música’, que no fue bien recibido por sus colegas filólogos. En un período de cuatro años publicó cuatro ensayos por separado, para ser incluidos posteriormente en una única obra, ‘Consideraciones intempestivas’. Los cuatro compartían una crítica general hacia la cultura alemana de la época. Fue un intento de abrir nuevas puertas, de cambiar el rumbo que él creía equivocado y falso. Con la publicación de ‘Humano, demasiado humano’ (1878), donde tocaba temas como la moralidad o la religión, pasando por el sexo o la metafísica, se distanció tanto de Wagner como de Schopenhauer. Debido a sus problemas continuos de salud intentó busca el lugar ideal para vivir, sobre todo climas más templados, en lugares de Italia y Francia. Su actividad nunca se detuvo, y su media era de escribir un libro por año. En su época más solitaria y abatido también por sus desencantos amorosos y amistosos, comenzó a escribir la primera parte de ‘Así habló Zaratustra’. Parte de su yo deseaba continuar con su aislamiento, aunque pareciera que nunca se resignara a ello. Desechó la idea de convertirse en poeta afamado y reconocido. Tenía un problema básico: sus libros eran muy buenos, pero no vendían lo suficiente y tampoco lograban impactar en la mayor parte del público. En 1886 se publicó ‘Más allá del bien y del mal’ y ya se comprobó que una oleada de lectores le seguían con devoción. El interés por el escritor y por su obra comenzó a aumentar en esa época de forma gradual. Justo un año después aparecería ‘Genealogía de la moral’. Después comenzaría a trabajar en ‘Ecce Homo (Cómo se llega a ser lo que se es)’, aunque no verá la luz hasta 1908. A principios de 1889 sufrió un colapso mental cuando residía en Turín (Italia). Fue el comienzo de su hundimiento en la locura. A finales de agosto de 1900, el filósofo murió después de contraer neumonía. La causa de su locura y hundimiento ha sido tratado por todos sus biógrafos, llegando a ser un tema de especulación y de incierta conclusión. Hubo varios diagnósticos y ninguno de ellos concluyente.

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«No hay razón para buscar el sufrimiento,

pero si éste llega y trata de meterse en tu vida, no temas;

míralo a la cara y con la frente bien levantada»

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El filósofo siempre intentó argumentar que la sociedad se encontraba sumida en un profundo nihilismo que tenía que superar. Se refería al proceso histórico que surge en el reconocimiento de un valor sumo y termina en el reconocimiento de múltiples cosas valorables. Con su famosa frase ‘Dios ha muerto’ señala el fin de lo que aparecía como imperante, indica que el hombre puede atreverse a explorar sobre un terreno nuevo, desconocido; se refiere a la ceguera del hombre en el pasado y a su incapacidad por ver el futuro y sus posibilidades de cambio. No es tanto una provocación sino una revelación. Para él existen dos clases de hombres: los señores y los siervos. Para los primeros, la moral se basa en la fe en sí mismos, en el orgullo propio. La moral de los siervos nace de los oprimidos y de los débiles. Los siervos inventan una moral que hace más llevadera su condición de esclavos. Criticó efusivamente la moral tradicional, puesto que era una forma de no superar el presente y de no conducir a la humanidad hacia su superación. Puede ser tratado como un escéptico moral. Afirma que todas las sentencias éticas son falsas. No existe una verdad universal.

«La madurez del hombre es haber vuelto a encontrar la seriedad con la que jugaba cuando era niño»

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Por mucho que se haya considerado, la obra de Nietzsche no tenía fines políticos. Nunca se vinculó a sí mismo como movimiento de masas, organizaciones sociales o partidos políticos. Se podría decir que fue casi un pensador anti-político. De hecho, practicaba y difundía más la idea del individualismo que del corporativismo. Otra cosa bien distinta es el uso que se ha hecho de sus ideas por parte de muchos políticos y movimientos sociales. Trató de ‘rebaño’ a todos los componentes de los movimientos de masas que compartían una psicología común. Despreció el Estado moderno, habló mal de los demócratas y de los socialistas de la época, pero aunque se le puso el adjetivo de nazi habría pocas sospechas en su obra para caer en ese calificativo. Lo cierto es que el régimen nazi utilizó mucho sus escritos y su obra fue muy estudiada durante los años en que el nazismo gobernó Alemania. No hay que olvidar que en muchos pasajes de sus libros defiende a los judíos y expresa su rabia por el antisemitismo en Alemania. También provocaron mucha controversia y polémica sus comentarios sobre las mujeres. Muchos de ellos contenían ciertos aspectos de misoginia, al trata el papel femenino como de segundo orden.

«La política es el campo de trabajo para ciertos cerebros mediocres»

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Emil Cioran

Publicado: 14 de septiembre de 2013 en Literatura
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«El hecho de que la vida no tenga ningún sentido es una razón para vivir,

la única en realidad»

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Emil Cioran nació en Rasinari (Rumania) en abril de 1911 y murió en París en 1995. Hijo de un sacerdote ortodoxo de etnia rumana y de madre de origen veneciano. Con 17 comenzó a estudiar filosofía en la Universidad de Bucarest. Allí conoció a Ionesco y Eliade. Y los tres se hicieron amigos de por vida. Más adelante continuó sus estudios en el Instituto Francés en París, donde vivió la mayor parte de su vida. Según él mismo, nunca tuvo una nacionalidad definida, ‘el mejor estatus posible para un intelectual’. Durante su infancia, su territorio natal pertenecía al imperio austrohúngaro y tenía muy buen dominio del idioma alemán. De hecho, desde joven se interesó por los escritos de algunos filósofos alemanes, como Immanuel Kant, Arthur Schopenhauer, y sobre todo Friedrich Nietzsche. Pero también estuvo muy influenciado por la lectura de Chestov, Simmel, Dilthey o Kierkegaard. Se convirtió en agnóstico declarado, debido a la ‘inconveniencia de la existencia’. Se graduó con una tesis de Henri Bergson, uno de los filósofos franceses más influyentes de su época y que se apartó de la concepción clásica del espacio y del tiempo, proponiendo que ‘la percepción dispone del espacio en la exacta proporción en que la acción dispone del tiempo’. El tiempo es lo abierto, el todo no está dado ni puede darse, el pasado es infinito. Curiosamente, Cioran rechazaría a Bergson con el paso del tiempo, alegando que éste no comprendía la tragedia de la vida.

«Podemos imaginarlo todo, predecirlo todo, salvo hasta dónde podemos hundirnos»

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Aunque sus primeros trabajos los escribió en su rumano natal, posteriormente escribiría exclusivamente en francés. Su estilo se basaba en afirmaciones cortas y aforismos, influenciadas todas ellas en sus autores favoritos. En 1933 consiguió una beca que le llevó a la Universidad de Berlín. Una vez allí se interesó por las medidas adoptadas por el régimen nazi, confesando que ‘no hay ningún político de hoy en día que yo vea como más simpático y admirable que Hitler’. Y aunque siempre desaprobó los métodos violentos, sintió interés por la Guardia de Hierro, una organización de extrema derecha. De hecho, durante la revisión de la segunda edición de ‘La transfiguración de Rumanía’, eliminó numerosos pasajes que consideraba extremistas o pretenciosos. Según su opinión, el libro expresaba su simpatía por el totalitarismo, su deseo de establecer la urbanización y la industrialización como obsesiones del crecimiento de las personas.

«El paraíso no era un lugar soportable, de lo contrario el primer hombre se hubiera adaptado a él;

este mundo tampoco lo es,

ya que en él se añora el paraíso o se da otro por seguro.

¿Qué hacer? ¿Dónde ir?

No hagamos nada, no vayamos a ningún sitio, así, sin más»

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Su primer libro fue ‘En las cumbres de la desesperación’ y se publicó en Rumanía en 1934. Más adelante publicaría ‘El libro de los delirios’ (1935), ‘La transfiguración de Rumanía’ (1936) y ‘De lágrimas y de santos’ (1937). Tras una breve estancia en su país entre noviembre de 1940 a febrero de 1941, el filósofo no regresaría nunca más a su país de origen. Su último escrito en rumano sería ‘El manual apasionado’ (1945). Siempre utilizó el rumano como instrumento para expresar su pesimismo, mientras que con el francés fue aclamado por su estilo lleno de lirismo y su uso encantador de una lengua que no era la suya. Su primer libro en francés ‘Una breve historia de la decadencia’ se publicó en 1949 y recibió el Premio Rivarol. Con el tiempo negó su apoyo a la Guardia de Hierro, y también rechazó el nacionalismo que tanto había defendido.

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Durante su estancia en París vivió la mayor parte del tiempo en el Barrio Latino, prácticamente aislado, evitando al público en general. Aún así mantuvo la correspondencia y el contacto con numerosos amigos como Ionesco, Beckett o Michaux, entre otros. Nunca se consideró filósofo ni tampoco escritor. Pero si destacaba por algo fue por ser un gran provocador, siempre contrario a lo establecido y a las ideas constituidas como dogmas o normas. Su base era el cinismo, al que consideraba importante para expresar su pensamiento. Cuando se tuvo que ir de su tierra natal para trasladarse a Bucarest lo vivió como el fin de su mejor etapa, sus años más felices. A partir de ahí perdió la alegría por vivir. Si por algo se caracterizan sus obras es por el estado de tormento continuo, una atmósfera de tristeza dominada por el lirismo, una expresión de sentimientos intensos; siempre atraído por el sufrimiento y la muerte, nunca negó su deseo de suicidarse, estando convencido de que era una idea que podría ayudarle una sola vez en la vida.

«No vale la pena molestarse en matarse porque uno siempre se mata demasiado tarde»

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Calificar la obra del filósofo rumano puede hacerse desde varias perspectivas, pues se adentró en multitud de temas: desde el pecado original, el fin de la civilización, la fe, la obsesión por la vida, el exilio, el sentido trágico de la vida, el aburrimiento, la decadencia, la tiranía, la agonía, la razón, la vulgaridad del cambio, etc. Fue un apasionado de la historia, un pensador profundo que no descansó nunca de envolverse entre los escritos de sus filósofos favoritos. Un deseoso del estudio del hombre por encima de todo y de la civilización. Y se sintió atraído por dos pueblos: el ruso y el español, dada su virtud de ‘pueblos derrotados’.

Pero si escribir le sirvió para algo fue para hacer que la vida fuera un poco más soportable. Y eso que confesó que odiaba escribir, e incluso llegó a afirmar que publicar lo escrito suponía una aberración. De todas maneras, escribir fue la única forma de vivir que pudo concebir y fue su atadura particular, algo que consideraría insoportable. El cambio al idioma francés supuso un nuevo análisis a todos sus escritos. Escribir en otra lengua suponía una experiencia asombrosa. Se escribe de otra forma, pensando doblemente en las palabras, en lo que se quiere decir y en la forma de decirlo. Según él, cuando escribía en rumano escribía sin pensar, y el francés le obligó a pensar mucho sobre lo que escribía. El tedio fue su acompañante durante toda su vida. Y la existencia siempre fue una pesada carga que transportar. Su nacimiento fue un accidente y el interés por cualquier cosa se esfumó al instante. El sentido de la vida no apareció. Sin embargo, en sus palabras demostrada pasión y fuerza. Intentaba provocar con sus frases, con sus pensamientos.

«Cuando se ha salido del círculo de errores y de ilusiones en el interior del cual se desarrollan los actos,

tomar posición es casi imposible.

Se necesita un mínimo de estupidez para todo, para afirmar e incluso para negar»

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Cuando escribió ‘Ese maldito yo’ (1987), recomendó no leerlo de un tirón, sino poco a poco, y preferiblemente de noche, en momentos determinados, de hastío y de pena. Porque era entonces precisamente cuando necesitamos realmente que un pensamientos nos libere de la situación en la que nos encontramos. Marcado por una sociedad religiosa se consideraba agnóstico desde su infancia, aunque cercano a los pensamientos budistas (los únicos que saben interpretar y entender el concepto de vacío). Amante de la soledad, de la discreción. Odiaba las entrevistas y el sentirse importante. Para él, cualquier persona puede tener pensamientos profundos. NO hace falta ser filósofo para explicar lo que se siente y lo que se piensa. Contrario a hacer planes, a la gente en general, a aquellos incapaces de valorar una pieza musical o un buen libro. En resumen, Cioran no fue un dogmático, no dio clases, no dio motivos para crear ningún movimiento filosófico, no escribió tesis, ni doctorados, ni manifiestos, ni ofreció conferencias, y sólo fue recordado por un puñado de amigos y admiradores. Pero se podría decir que vivió como un hombre interesado en pensar y hacer pensar.

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La foto de la semana (103)

Publicado: 10 de septiembre de 2013 en Fotos de la semana
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«Después de que se lleven a cabo todos los viajes,

después de que se realicen todas las búsquedas,

seguirá existiendo una frontera aún poco penetrada

y menos aún conquistada:

es la frontera de uno mismo»

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Amores platónicos

Publicado: 21 de agosto de 2013 en Artículos
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«Aunque no sepa quererte de la forma que a ti te gustaría,

siempre te querré con toda mi corazón de la mejor forma que sepa»

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El amor platónico tiene su origen al sistema filosófico fundado por el filósofo Platón, para quien la idea de amar se encuentra dentro de la clasificación de los tipos de amor en sus ‘Diálogos‘, donde habla de un amor a la belleza manifestándose normalmente en el amor entre dos personas pero que es preferible expresar de una forma intelectual y no física. Sostenía que el verdadero amor es el amor a la sabiduría, al conocimiento. El amor platónico no es el amor al ideal de una persona sino el amor a conocerla y por saber todo de ella. Ciertamente, esta explicación del amor platónico entra dentro de un mundo de pensamiento filosófico que cualquiera interpreta a su manera.

Lo que hoy entendemos como amor platónico poco o nada tiene que ver con lo que escribió Platón. El amor se encuentra cuando tenemos una visión parecida a la que tuvimos como almas donde apreciábamos la belleza mientras contemplábamos las ideas. La luz sobre la que reflejamos la belleza se encarna en el cuerpo de la persona a la que se comienza a amar. Platón hablaba del amor entre dos hombres que transmiten conocimiento, pensamiento, un amor homosexual de su época, un amor que aparece en plenitud, cuando se alcanzan las mayores cotas de conocimiento y filosofía, un escenario que se produce tras la visión de ese alma. Escribe Platón: ‘El amor es desear que la persona amada sea lo más feliz posible. El amor es una forma de necesidad que tiene una meta y su relación con esta meta es de deseo, de exigencia. El amor anhela siempre lo bello y lo bueno. No puede ser considerado un Dios, porque si lo fuera no amaría. El amor es espíritu. Y la meta real del amor es la belleza. El amor busca la felicidad, la posesión del bien’.

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«Si realmente quieres a alguien, lo único que quieres para él es su felicidad, incluso si tú no se la puedes dar»

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Para el que ama el escenario ideal será no separarse de su amad@, porque supone su tesoro más precioso, una maravilla que le hace olvidar todo. Esta idealización del amor sucede muy a menudo y es fácil confundirla a menudo. Muchas personas reconocen el amor a primera vista, lo idealizan instantáneamente, hasta el punto de obsesionarse con él. Para otras muchas el amor es un arma de doble filo, difícil de conjugar. Muchos se enamoran cada día mientras otros nunca en su vida. Quizá porque el nivel para calificar al amor difiere según la conciencia de cada uno. Es la sensación pero también la percepción. Y como bien señalaba el filósofo, existen tres tipos de amantes: los que están poseídos por la pasión meramente física y egoísta; los amantes moderados, que reconocen el impulso sexual pero lo manejan de forma racional; y el amante filosófico, aquel que está más allá de toda servidumbre a lo sexual.

Para un amante cualquiera, el concepto de amor está fundado en la atracción, sea del tipo que sea, y lo que quiere es conseguir una unión mental con su amad@. Quizá por ello idealizamos el amor platónico, hasta un estado que podríamos calificar de inalcanzable, aquel amor que por diversas circunstancias no se puede materializar ni aquí ni quizá en el futuro. Por supuesto, en ese amor hay un componente sexual, sugerido por la atracción y el deseo, pero es un amor que básicamente se centra en su forma mental, en su imaginación y en su idealística. Es un sueño por alcanzar donde el físico descansa en un segundo plano. Amar platónicamente se asocia generalmente al deseo o a la necesidad por alcanzar lo ideal, aunque no sea real. Pero también se manifiesta como cierta frustración de una realidad no consumada. Está relacionada con la idea de la fantasía y de la imaginación que todos tenemos en nuestra mente.

Un amor platónico se alimenta de la ilusión. Es la que proyecta energía durante toda su construcción. No es un impulso pues dura mucho tiempo. Se nutre asimismo de espíritu, de emociones y de intelecto, más que del roce, del físico y del sexo. Y es muy íntimo y personal, puesto que la persona lo vive desde dentro de sí misma. No hay matices, no hay tonos. No hay negociación, y lo más importante, no envejece. Permanece. Continúa con nosotros durante muchos tiempo y se va desarrollando con el mismo paso del tiempo. Dicen que esos amores platónicos son típicos de personas introvertidas, románticas o intelectuales. Personas solitarias o con una gran riqueza interior. Personas amantes de la expresividad de sus sentimientos a través de la intelectualidad. Y parece ser que el hombre es más propenso por naturaleza a tener esos amores platónicos que las mujeres. Y quienes defienden la teoría argumentan que las mujeres son más abiertas a la hora de expresar sus sentimientos abiertamente. El hombre lo hace generalmente a través de idealizaciones y fantasías, dejando a un lado la simple realidad.

Pero sería difícil imaginar a una persona, sea hombre o mujer, que no haya tenido alguna vez en su vida esa ilusión por un amor, esa fantasía apoyada durante un tiempo hasta cierto punto saludable. Porque es cierto que sentir un amor así puede ser bueno para conocernos mejor a nosotros mismos. Jugando con la imaginación nos adentramos en otros mundos donde se puede llegar a visualizar lo que no logramos en la realidad y nos puede servir en un futuro para aprender a amar de verdad. La teoría del amor espiritual de Marsilio Ficino durante la época renacentista afirmaba que, al igual que la gente está unida en su común humanidad gracias al amor, de esa misma forma todas las partes del universo se mantienen unidas por los lazos del amor compasivo.

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«Fuiste la estrella que siempre soñé,

la que robó mi dolor en la mañana que siempre esperé.

Eres el sol que calienta mi mundo

y la luna que me alumbra en la noche.

Eres todo lo que siempre he buscado

y lo que nunca antes había encontrado»

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Cómo los líderes debemos fiarnos de la intuición

«Escucha más a tu intuición que a tu razón.

Las palabras forjan la realidad pero no la son»

(Alejandro Jodorowsky)

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La palabra intuición proviene del latín y viene a significar ‘mirar hacia dentro’ o ‘contemplar’. Y la intuición es un concepto de la Teoría del Conocimiento, una rama filosófica que estudia la naturaleza, el origen y el alcance del mismo conocimiento. Se refiere al conocimiento general. La intuición describe el conocimiento que es directo o inmediato, sin la intervención de la deducción y/o del razonamiento, pudiendo considerarse como evidente.

Se parte de la base de que la misma percepción que podemos tener ante determinados acontecimientos ofrece un conocimiento intuitivo de la realidad. Según algunas teorías psicológicas, la intuición sería el conocimiento que no sigue un camino racional para su construcción y formulación, y que por tanto no puede explicarse convenientemente. Cualquier individuo puede llegar a una conclusión mediante sus propias experiencias y no saber razonarla o explicarla. Las intuiciones son emociones generadas por nuestro cerebro, debido a un estado de ánimo o a la percepción que se tiene en ese momento de la circunstancia, debido principalmente a lo que hemos vivido anteriormente.

Cuando advertimos ciertas sensaciones las representamos en el cerebro como pensamientos un tanto abstractos que están totalmente relacionados por nuestra ideología y nuestro carácter, además de nuestra cultura y nuestras costumbres. Tenemos presentimientos,  y a veces nos dejamos llevar por ellos. Pero esa apuesta requiere valor y confianza ciega en uno mismo, pues apostamos por nuestra percepción momentánea, y lógicamente puede ser errónea. No nos damos cuenta de la cantidad de percepciones, de sensaciones y de emociones que nuestro cerebro puede llegar a albergar. Ya sean olores, aromas, sabores, sonidos, voces, en general construcciones mentales que son creadas automáticamente por nuestra mente pero que no existen como tales en él. Es nuestro cerebro el que va creando la percepción del mundo que nos rodea, por eso a veces cada uno lo percibe de forma diferente o se percata de detalles distintos. También entonces las percepciones de cada uno variarán. Y también las sensaciones.

«Todo nuestro conocimiento nos viene de las sensaciones»

(Leonardo Da Vinci)

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Estamos totalmente expuestos a la gran difusión de información proveniente de cualquier elemento que nos rodea. Acaso toda esa información, en muchas ocasiones, se hace enorme y difícil de clasificar. Debemos poner orden y filtrarla de forma correcta para no caer en la confusión. Hay cosas que son muy relativas, que pueden existir, y que de hecho creemos que existen, como los colores, los olores o el mismo tiempo, pero es nuestro propio cerebro quien actúa para favorecernos esa percepción. Cuando hablamos de un ‘mundo de sensaciones’ no sabemos explicarlo muy bien. Nos dejamos seducir por esa forma de expresar lo que no podemos explicar. Las sensaciones pueden ser muy atractivas, las podemos hacer muy atractivas. Y muchas veces depende exclusivamente de nosotros que esas sensaciones sean realmente atrayentes. Quizá somos nosotros mismos los que queremos creer que así son. Y gracias a esas sensaciones creamos nuestras expectativas o ilusiones.

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«La vida es una serie de sensaciones relacionadas

a los diferentes estados de conciencia»

(Remy De Gourmont)

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Si verdaderamente estamos rodeados de un mar de sensaciones quizá deberíamos sumergirnos en él. Darnos un baño de sensaciones estupendas que nos provoquen situaciones o emociones jamás vividas. Pero, curiosamente, lo que parece tan llamativo e interesante no parece ser que sea de nuestro agrado. Porque no somos en general grandes amantes de entregarnos a esas sensaciones. Las tenemos, las fabricamos, pero desconfiamos de ellas. ¿Por qué no nos fiamos tanto de nuestras propias sensaciones? Seguramente porque nos vemos tan abocados a tomar decisiones continuamente que tememos equivocarnos, sin darnos cuenta de que las decisiones seguirán siendo tomadas de una manera u otra. Y la posibilidad de equivocarse siempre estará ahí. Y la tememos. Tomar decisiones según nuestras sensaciones puede llevarnos al error, pero siempre serán nuestras sensaciones. Si no podemos ser capaces de seguir de vez en cuando a nuestras sensaciones, ¿a qué seremos capaces de seguir?

Frases para abrir puertas

Publicado: 25 de julio de 2013 en Frases de portada
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‘El arte sabe dar forma a la belleza, con toque imperceptible completando la vida, combinando impresiones, combinando los días’ (Constantino Cavafis)

‘Sería doloroso ver cómo nos vamos desinflando, cómo se ven las mentiras, los bordes a las historias…’ (Wendy Guerra)

‘Se puede estar presente y ser escuchado de muchas formas sin que sea necesario personarse’ (Peter Hoeg)

‘La gente vulgar espera a que la vida le descubra sus secretos’ (Oscar Wilde)

‘Hay que vivir con la certeza de que envejecemos y que no será algo bonito, ni bueno, ni alegre’ (Muriel Barbery)

‘El que ama siempre es tolerante, y el amado siempre es cruel’ (Yukio Mishima)

‘Hay gente dotada para ser más feliz que otra’ (Almudena Grandes)

‘El amor es estar por encima de todos los miedos, de todas las diferencias’ (Luisa Castro)

‘Quiero respirar el recuerdo de lo que algún día fui y que, aunque ni yo misma lo acepte, sigo siendo’ (Leticia del Rocío)

‘La política es una piedra atada al cuello de la literatura y que la sumerge en menos de seis meses’ (Stendhal)

‘En nuestros locos intentos, renunciamos a lo que somos por lo que esperamos ser’ (Shakespeare)

‘Las mujeres con pasado y los hombres con futuro son las personas más interesantes’ (Chavela Vargas)

‘Andábamos sin buscarnos pero sabiendo que andábamos para encontrarnos’ (Julio Cortázar)

‘El primer paso de la ignorancia es presumir de saber’ (Baltasar Gracián)

‘Los grandes espíritus siempre han encontrado una violenta oposición de parte de mentes mediocres’ (Albert Einstein)

‘No hables, en manera alguna, hasta que tengas algo que decir’ (Thomas Carlyle)

‘La negación es un instinto de la juventud, pero el consentimiento no lo es jamás’ (Yukio Mishima)

‘La verdad se corrompe tanto con la mentira como con el silencio’ (Cicerón)

‘El corazón tiene razones que la razón ignora’ (Blaise Pascal )

‘La paciencia es amarga, pero sus frutos son dulces’ (Jean Jacques Rousseau)

‘El futuro nos tortura y el pasado nos encadena. He ahí porqué se nos escapa el presente.’  (Gustave Flaubert)

‘Nuestra fuerza está en nuestro ideal con nuestra pobreza, no en la riqueza sin ideales’ (Ángel Ganivet)

‘Confía en el tiempo, que suele dar dulces salidas a muchas amargas dificultades’ (Miguel de Cervantes) 

‘Desgraciados los hombres que tienen todas las ideas claras’ (Louis  Pasteur)

‘Uno está enamorado cuando se da cuenta de que otra persona es única’ (Jorge Luis Borges) 


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«Vivir sin filosofar es, propiamente,
tener los ojos cerrados,
sin tratar de abrirlos jamás»
(René Descartes)
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Llama la atención la cantidad de preguntas que nos hacemos a diario. Desde que somos adolescentes y comenzamos a descubrir el mundo en todas sus formas, desarrollamos un instinto natural de crearnos cuestiones acerca de todo y de nada. Es decir, todas esas dudas que se van acumulando día a día y ante la absoluta falta de respuestas. El hombre se dio cuenta desde el principio de su existencia de que era débil, frágil, inseguro  y mortal. Y a pesar de que muchos humanos creyeron que ellos no lo eran, la misma realidad les trasladó hacia otro estado, de un grado y un nivel un tanto más cruel de lo que imaginaban.
Desde que nos iniciamos en la senda de la razón, aquella que describimos como la que nos planteamos cosas de nuestra vida y de nuestro entorno, comenzamos una búsqueda personal y única hacia el lugar donde supuestamente se encuentran las respuestas, un lugar imaginario al cual desearíamos llegar algún día aún sabiendo que no lo vamos a lograr nunca. Pero es en el propio sentido de la búsqueda donde comenzamos a entender un poco más, y eso nos hace crecer como individuos, aunque no todos lo interpreten de la misma manera. Y es esa búsqueda la que nos lleva irremediablemente y en muchas ocasiones hacia la falta concreta de conclusiones, de salidas y de respuestas. Y realmente parece que las necesitemos, de una forma u otra. Una respuesta adecuada y un argumento válido nos sirven para acometer nuevos objetivos en un momento determinado, y a eludir en cierto modo aspectos reales de nuestra existencia absoluta.
«Una gran filosofía no es la que instala la verdad definitiva,
es la que produce una inquietud»
(Charles Péguy)
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Porque no nos engañemos, se trata de eso precisamente, de nuestra existencia. Y en cierta manera todos nos hacemos las mismas preguntas. Lo que pasa es que algunos asumen que no van a entender nunca nada y se resignan a que los días vayan pasando sin necesidad de agobiarse por ello. Para otros esa búsqueda se plantea como una parte de sí mismos, y no se trata de encontrar las respuestas sino de ejercitar su búsqueda. En el mismo tránsito se esconde el secreto.
Nos falta tiempo para parar, para pensar, para meditar, para preguntar. Nos falta tiempo para detenernos y analizar. Nos falta tiempo para todo. Y en esa excusa habitual y mayoritaria nos parapetamos para defendernos. No tengo tiempo de esto, ni de eso ni de aquello. Y punto. Todo el mundo lo va a entender. Y si no lo entienden da igual. La excusa está expuesta encima de la mesa, está de moda y tiene bastante credibilidad entre la masa. Vivimos en un mundo cada vez más inestable y la inseguridad tanto física como mental se hace evidente. Vivimos en una realidad que nos asusta y de la cual preferimos escapar o escondernos. También sirve cubrirla o taparla. El caso es no verla demasiado y si la vemos hacer ver que no la hemos visto.
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«La filosofía
es un silencioso diálogo del alma
consigo misma en torno al ser»
(Platón)
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La filosofía tiene una tradición de más de 2500 años, desde la Antigua Grecia hasta nuestros días. Una enorme cantidad de filósofos de todas las épocas y un buen número de movimientos filosóficos nos han dado buena muestra de todo lo que el hombre ha llegado a pensar sobre ciertos temas durante todos estos siglos. Lógicamente, el origen y el inicio fueron el estudio de una variedad de problemas bastante fundamentales acerca de cuestiones muy humanas como la existencia, la verdad, la moral, la belleza o el conocimiento. La filosofía tuvo que hacer una separación obligada entre todas estas cuestiones para abordarlas de un modo más objetivo, separándose claramente del misticismo o de la religión, pero también de ciertos argumentos racionales y de la ciencia.
Sin embargo, con el mismo desarrollo y evolución de la filosofía se ha tenido que inmiscuir dentro de una profunda influencia de la religión, de la ciencia y de la política, sobre todo en occidente. A menudo, los filósofos de distintas épocas combinaron sus pensamientos filosóficos con otras de sus disciplinas, ya fueran éstas la teología, la política o la ciencia. Puede entenderse esta tendencia a solapar disciplinas desde la base de que la misma filosofía es un área de diversos escenarios. En definitiva, resumir la filosofía se hacía muy complejo. Albergaba muchas ramas,  era muy amplia y con el paso del tiempo todavía se amplió más.Diferentes ramas de la filosofía se fueron desarrollando. Desde la metafísica, que se ocupaba de investigar la naturaleza, estructura y principios fundamentales de la realidad, incluyendo el ser, la entidad del yo, la existencia, el objeto, la propiedad, la relación, el tiempo o el espacio. Pasando por la lógica o el estudio de los principios de la inferencia, ese proceso por el cual un grupo de premisas nos llevan a afirmar una conclusión. Y también por la ética, donde se estudiaba la moral, la virtud, el deber, la felicidad o el buen vivir. O acabando con la estética, donde se centraba todo en el estudio de la misma belleza por encima del resto.Con el paso de los siglos apareció también el estudio de la filosofía política. Aquí el estudio estaba centrado en cómo debería ser la relación entre los individuos y la sociedad. Ahí se incluían a los gobiernos, a los ciudadanos, a las leyes, los derechos y el poder mismo. Pero también a todas las instituciones políticas existentes. Se diferenciaba de la ciencia política por su carácter generalmente normativo. Mientras que la ciencia política se dedica más a investigar cómo son los fenómenos políticos, la filosofía política indaga en las teorías de cómo deberían ser dichos fenómenos.Llegados a este punto donde nadie tiene nada asegurado, donde el mundo gira mientras nosotros vamos dando tumbos, parece un buen momento para leer más filosofía, al menos más de lo que se lee. Y aunque para muchos está sobre valorada y no sirve para nada, nos puede servir para abrir muchas ventanas que creíamos bloqueadas. Puede servir para que entre aire fresco en nuestras mentes un tanto llenas de moho. Una bocanada de aire fresco que ilumine esos momentos grises por los que solemos deambular a menudo. Un grito al cielo para desahogarnos y esbozar aunque sea una simple sonrisa. La filosofía no es aburrida. Hay que cambiar la perspectiva que se suele tener de ella y mirarla desde otro punto de vista. Una forma de ayuda personal para seguir buscándonos. Y con esa búsqueda ser un poco más nosotros mismos. La pregunta sigue en el aire: ¿por qué no leemos más filosofía?

«El primer paso hacia la filosofía
es la incredulidad»
(Denis Diderot)
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Hacerse un regalo

Publicado: 5 de May de 2013 en Artículos
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«La cosa más seductora del arte

es la personalidad del propio artista»

(Paul Cezanne)

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Es sumamente conocido que según los expertos, hacerse un regalo a uno mismo supone una inyección de autoestima y de reconocimiento personal. Sirve para ahuyentar fracasos o malas rachas y realzar el ego. Ese mismo ego que a veces envalentonamos por arte de magia o que dejamos tirado por los suelos como si no fuera con nosotros. Es cierto que a menudo no tenemos sitio para el término medio, tendemos a exagerar de manera normal, y nos cargamos todo lo que tiene que ver con nuestra personalidad a las primeras de cambio y sin previo aviso.

El ego como concepto es muy difícil de definir y muchos filósofos se centraron en ello durante buena parte de su vida. Algunos lograron extraer la esencia y otros se quedaron a medias. No es fácil. Muy al contrario. Es un término que se mezcla en muchas ocasiones con otros, como el ser, el yo, el alma o la conciencia, y es por eso quizá que se hace complicado simplificarlo. El ego abarca buena parte de la personalidad de alguien pero estudiarlo a fondo requiere mucha paciencia y conocimiento. De hecho, conocerse a sí mismo ya entra dentro de un panorama bastante complicado.

Poca gente puede decir orgullosa que se conoce a sí misma. Como pocos son los que destinan muchas horas de su vida a conocerse mejor. Porque no se puede confundir el hecho de saber cómo reaccionamos o no a saber lo que verdaderamente se esconde en nuestro interior. Si escarbamos dentro de nosotros pueden pasar dos cosas fundamentales: que nos guste lo que encontramos o que no nos guste nada. Y para esa tarea hay que estar preparados y dispuestos a ser conscientes con la realidad. Y para eso no todo el mundo está preparado. Nos gusta pensar que somos gente estupenda, de buen carácter, amistosos, abiertos, educados, comprensivos y mil adjetivos calificativos que nos pueden definir como una buena persona. Otros tienden a creer que son todo lo contrario y desde su propio convencimiento cruzan la línea opuesta, cayendo muchas veces en la depresión y en el pesimismo constante. Tenemos que estar preparados para la verdad, la verdad sobre nosotros.

Se podría decir que ni una cosa ni la otra. Que hay más colores aparte del blanco y del negro. Pero que cuando tenemos que ir mezclándolos para saber exactamente cuál de ellos es nuestro color parece que se trate de una tarea ardua y realmente dura . Preferimos seguir imaginando lo que somos, intuyéndolo, dejando todo a nuestra inspiración e intuición, en lugar de sentarse, relajarnos y extraer todo lo que llevamos dentro.

«El estado vino a ser así la verdadera persona

ante la que desaparece la personalidad del individuo;

no soy yo quien vivo, es él quien vive en mí»

(Max Stirner)

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 Nuestro yo tiene una conciencia y debemos desvelarla, desmenuzarla en pedacitos pequeños para poder analizarla como se merece. Una vez conseguido ese propósito, que no es nada fácil, toca volver a reunirlos todos y juntarlos, como si de un puzzle se tratara para regresar a nuestro yo, pero desde otra perspectiva, más cercana, más real. Porque cuando llegamos a conocernos a fondo todo cambia. Todas las visiones son diferentes, las percepciones, las sensaciones, los problemas, los retos, los objetivos. La simpleza de los resultados no deja margen de dudas. Ni somos tan buenos ni somos tan malos. Somos simples por naturaleza. Nada más. Y desde esa simpleza debemos manejar nuestras acciones.

Cuando nos sentimos faltos o carentes de estímulos que reactiven nuestro ego utilizamos armas para que se levante. Y hacerse un regalo puede servir, claro que sí. Pero hay que saber definir también cuál es el regalo perfecto. Y lo debemos elegir desde la tranquilidad y la paciencia. No es cuestión de gastar más ni de necesitar más. El fondo de las cosas siguen siendo simples. Porque en determinados momentos de la vida necesitamos cosas muy determinadas y precisas. Y hay que saber elegir bien.

Cuando sabemos lo que necesitamos es el momento de hacernos el regalo. Y si lo elegimos correctamente se volverá fabuloso e inolvidable. Y el regalo puede ser un paseo, contemplar un atardecer desde un sitio privilegiado o sonreír junto a un amigo. Nos han impuesto en la mente que gracias al consumo conseguiremos de alguna forma la ansiada felicidad. Y la felicidad se compone precisamente de detalles o de la suma de esos detalles. Y el mayor detalle que nos podemos hacer es entendernos para poder seguir por nuestro camino de vida. La búsqueda del yo será tan difícil como saber elegir el regalo que debemos hacernos.

«Esta disposición para planear sobre uno mismo

es quizá la fuente de toda virtud.

Te arranca de la personalidad, lejos de retenerte en ella»

(Gustave Flaubert)

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’Admiro tu belleza, pero me da miedo tu inteligencia’ (Merimée)

’En cada persona hay ecos de otras y no podemos desoírlos’ (Javier Marías)

’Me abandono al placer de existir, al goce de ser amigos. No son muchas las certezas que tengo’ (Carla Guelfenbein)

’Nadie debe cometer la misma tontería dos veces, la elección es suficientemente amplia’ (Jean Paul Sartre)

’En un beso, sabrás todo lo que he callado’ (Pablo Neruda)

’Nunca dejes de sonreír, ni siquiera cuando estés triste, porque nunca sabes quien se puede enamorar de tu sonrisa’ (Gabriel García Márquez)

’La primera ley de todo ser es su propia conversación, es vivir’ (Maquiavelo)

’En general, los hombres juzgan más por los ojos que por la inteligencia, todos pueden ver, pero pocos comprender lo que ven’ (Maquiavelo)

’Te extraño, pero sé que te extrañaré más…’ (Wendy Guerra)

’Se levantan temprano porque tienen tanto que hacer ,  y se acuestan temprano porque tienen tan poco que pensar’ (Oscar Wilde)

’No buscamos la sociedad por amor a ella misma, sino por los honores o beneficios que pueda reportarnos’ (Thomas Hobbes)

’Si se toca buena música, la gente no escucha, y si se toca música mala, la gente no habla’ (Oscar Wilde)

’No se aprende nada importante en la vida. Simplemente se recuerda’ (Carlos Ruiz Zafón)

’Somos libres porque lo somos, no porque unos individuos consienten en que lo seamos’ (Juan Montalvo)

’Para toda clase de males hay dos remedios; el tiempo y el silencio’ (Alejandro Dumas)

’Finalmente, decidí esconderme del mundo con ella una noche más, al diablo con la siguiente!!’ (Jack Kerouac)

’Para las mujeres el mejor afrodisiaco son las palabras, el punto g está en los oídos, el que busque más abajo está perdiendo el tiempo’ (Isabel Allende)

’Elegancia es la ciencia de no hacer nada igual que los demás, pareciendo que se hace todo de la misma manera que ellos’ (Honoré de Balzac)

’La capacidad de atención del hombre es limitada y debe ser constantemente espoleada por la provocación’ (Albert Camus)

’No se debe amar como si fuéramos a odiar, sino más bien odiar como si fuéramos a amar’ (Aristóteles)

’El corazón del hombre necesita creer algo, y cree mentiras cuando no encuentra verdades que creer’ (María Zambrano)

’Acercarás tus labios a la cabeza reclinada junto a la tuya. Besarás la piel del rostro sin pensar, sin distinguir’ (Carlos Fuentes)

’Puedes decir si una persona es sabia por sus preguntas’ (Naguib Mahfuz)

’Los libros son como los amigos, no siempre es el mejor el que más nos gusta’ (Jacinto Benavente)

’Una vez se fue al desierto a encontrar su propia alma y descubrió que no tenía un alma que fuese suya’ (John Steinbeck) 

John Locke

Publicado: 1 de febrero de 2013 en Literatura
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«La esperanza de una felicidad eterna e incomprensible en otro mundo,

es cosa que también lleva consigo el placer constante»

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Se dijo una vez que tanto la política como la filosofía son actividades de las que muchos reniegan y dicen ser contrarios, sin darse cuenta de que hacen política y filosofan a diario. La filosofía es tan necesaria en el hombre como la política. Nació como parte del hombre a la hora de abordar todos los problemas que se le iban mostrando durante el transcurso de su vida. Unos meditan más que otros, de eso no cabe duda, pero si se desea apartarse un poco del misticismo, de las mitologías y de las religiones, uno debe adentrarse sin miedo al terreno filosófico. Argumentar bien o mal lo que se medita es cuestión personal de cada uno, y depende de la capacidad de uno mismo y de su experiencia. Pero no cabe duda de que el ser humano está continuamente pensando, preguntando, dudando y especulando. La importancia que se le quiera dar a esos pensamientos también forma parte del gusto de cada uno.

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«Los hombres olvidan siempre

que la felicidad humana

es una disposición de la mente

y no una condición de las circunstancias»

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Nos preguntamos por la existencia, por el conocimiento, por la verdad, por la moral, por la mente, por la belleza y por la felicidad. La influencia de la filosofía en nuestras vidas es un hecho. Una de las teorías filosóficas que más enfatizó el papel de la experiencia y del conocimiento fue el empirismo. Para el empirismo más extremo, la experiencia es la base de todo conocimiento. El mismo término ‘empirismo‘ viene del griego y la traducción al latín es ‘experientia’. El empirismo surgió en la Edad Moderna como conclusión a una tendencia filosófica que tuvo su centro de desarrollo en el Reino Unido. Estaba en contraposición al conocido como ‘racionalismo’, y que era más característico de la filosofía continental.

En la Antigüedad se distinguía claramente entre el conocimiento conseguido por la experiencia y su resultado, que era la técnica y el trabajo productivo. Había una ciencia o teoría y una práctica. Se creía que el saber era independiente de la experiencia y que eso precisamente constituía lo que se conocía como sabiduría. Para el sabio, la máxima expresión del conocimiento de la verdad, la ciencia y la cercanía a la felicidad constituían el ideal de vida. Pero para esa separación se necesitaba una tradición gobernante y una clase dominante. Y ya en la Grecia clásica apareció la doble actitud de pensamiento entre el racionalismo y el empirismo. Los primeros filósofos que mantuvieron su discurso empirista fueron los sofistas. El término ‘sofista’ provenía de sabiduría, todo aquel que en Grecia tenía como oficio o profesión enseñar sabiduría. Se preocuparon por el hombre en sí y su sociedad. El valor de la verdad quedaba restringido al valor de la experiencia personal y al ejercicio del poder. Una parte importante era la retórica en el dominio del lenguaje como instrumento para conseguir el poder.

«Ningún conocimiento humano puede ir más allá de su experiencia»

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Apareció lo que se conoció como ‘empirismo inglés’, en oposición al ‘racionalismo continental’ que habían propuesto nombres como Descartes, Spinoza o Leibniz. Y dentro de ese movimiento británico aparecieron nombres como Hume, Bacon o Locke. John Locke nació en Wrington (Inglaterra) en 1632 y murió en 1704. Estudió en Oxford y se dedicó a varias actividades, como a la diplomacia, la teología, la economía y también trabajó como profesor de griego y de retórica. Fue uno de los nombres principales dentro del pensamiento político liberal. Pero su especialidad, curiosamente, fue la medicina. Como médico personal del conde de Shaftesbury, quien era el líder del partido Whig, adversario confeso del absolutismo monárquico en la Inglaterra de Carlos II y de Jacobo II, se alineó con esas ideas y fue perseguido, teniendo que refugiarse en Holanda. Regresó a su país tras el triunfo de la Revolución Gloriosa de 1688.

Está considerado uno de los grandes ideólogos y pensadores de las élites protestantes. Sus teorías y pensamientos han ejercido una influencia decisiva sobre la misma constitución política de Gran Bretaña incluso hasta en la actualidad. Fue defensor de la tolerancia religiosa pero su liberalismo fue interesado y parcial, excluyendo el derecho a la tolerancia a los ateos y a los católicos. Pasa por ser reconocido como el más importante de los pensadores empiristas. Escribió su ‘Ensayo sobre el entendimiento humano’ en 1689 en contraposición al pensamiento racionalista continental de Descartes. Esta obra es la más conocida del pensador y se dividía en cuatro libros: ‘De las nociones innatas’, ‘De las ideas’, ‘De las palabras’ y ‘Del conocimiento’. En este libro se adentraba en la descripción del conocimiento, señalando la división de las ciencias y de los campos del saber, plasmando una imagen de la naturaleza de la razón humana.

Rechazaba las ideas innatas y afirmaba rotundamente que, antes de la experiencia, el entendimiento se encuentra vacío como una hoja en blanco. Las cualidades sensibles de los objetos son trasmitidas a la mente mediante los sentidos. Su teoría partía de la base de que el único conocimiento que los humanos pueden poseer es el conocimiento a posteriori, basado en la experiencia. Hay dos fuentes de nuestras ideas: la sensación (los sentidos) y la reflexión (pensamientos y memoria). Y dentro de ambas fuentes existen las ideas simples y las complejas. Las ideas simples son creadas de forma pasiva por la misma mente y se obtienen mediante la sensación. Las ideas complejas se realizan tras la combinación, la comparación y la abstracción de todas las ideas simples. Sería la denominada asociación de ideas. También escribió ‘Ensayos sobre el gobierno civil’ (1662), ‘Ensayos sobre la ley de la naturaleza’ (1964) y ‘Ensayo sobre la tolerancia’ (1667), entre otros muchos.

«La noción que a través de los sentidos

adquirimos de las cosas exteriores,

aunque no sea tan cierta como nuestro conocimiento intuitivo,

merece el nombre de conocimiento»

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Frases para seguir pensando

Publicado: 31 de enero de 2013 en Frases de portada
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’La timidez es una condición ajena al corazón, una categoría, una dimensión que desemboca  en la soledad’ (Pablo Neruda)

’A la mayoría de las personas prefiero darles la razón rápidamente antes que escucharlas’ (Montesquieu)

’¡Qué triste es amarlo todo sin saber lo que se ama! (Juan Ramón Jiménez)

’Nadie es dueño de la multitud aunque crea tenerla dominada’ (Eugene Ionesco)

’La Humanidad se cansa pronto de todo, sobre todo de lo que más disfruta’ (George Bernard Shaw)

’Hay hombres que parecen tener sólo una idea y es una lástima que sea equivocada’ (Charles Dickens)

’El hombre es una especia que falló  como especie, un ser dedicado a destruir el medio en que vive’ (Álvaro Mutis)

’Un hombre inútil es gravoso al estado, en que se pesa el mérito de los miembros por la utilidad que de ellos se saca’ (Séneca)

’El deseo se mezcla con el deseo, el deseo redobla el deseo’ (Yukio Mishima)

’Hoy nadie quiere enterarse de lo que ve ni de lo que pasa ni de lo que en el fondo sabe’ (Javier Marías)

’El campo de batalla solamente revela al hombre su propia estupidez y desesperación, y la victoria es una ilusión de filósofos e imbéciles’ (William Faulkner)

’La necesidad es la única causante de los problemas’ (John Steinbeck)

’Te aferras a algo a alguien y cuando esto pierde sentido encuentras otro estímulo, pero en el fondo estás solo y está el vacío’ (Carla Guelfenbein)

’En medio de las tremendas desdichas de mi timidez,  ¡qué hermoso era un día hermoso! (Kant)

’Cada acto de nuestra vida debiera representar una entrega tal que conlleve implícito un dolor profundo, el dolor del esfuerzo, de la saciedad sin límite’ (Leticia del Rocío)

’La memoria es estrictamente necesaria  para sobrevivir’ (Silvia Company)

’El tiempo no deja nunca pasar. No conoce la piedad. Y cada segundo sigue perdiéndose sin remedio en el vacío’ (Almudena Grandes)

’El autor no es responsable de las ilusiones que origina su obra ni de la fascinación que provoca’ (Yukio Mishima)

’Para ser popular hay que ser mediocre’ (Oscar Wilde)

’Pronto se dio cuenta de que su mente no tenía más que una actitud: la utilidad, la admiración por lo útil’ (Stendhal)

’Hay tantas cosas que hacer, tantas cosas que escribir!!’ (Jack Kerouac)

’El dinero no vale nada; lo que compras si’ (William Faulkner)

’El placer es la única cosa digna de tener una teoría’ (Oscar Wilde)

’Me interesan las cosas que importan’ (Philip Roth)

’El deseo es dolor abandonado en la lujuria’ (Wendy Guerra) 

 


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«Enamórate de tu existencia»

(Jack Kerouac)

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En todas las épocas de la historia han habido personas que han intentado cambiar lo establecido. Con palabras, con arte, con demostraciones, con políticas o con revolución. Para muchas de esas personas romper las barreras de lo que parecía tan complicado fue una forma de vivir, una excusa perfecta para sentirse realizados, para no verse atrapadas en una jaula de la que se veían incapaces de sobrevivir. Para muchas de esas personas se hizo evidente y necesario aspirar a algo más, ni mejor ni peor, pero sí diferente. Y para ello pusieron su talento, su dedicación, su esfuerzo y su obra para lograrlo. Si lo lograron o no ya es otra cantar pero sí demuestra que el ser humano, cuando no está satisfecho con lo que tiene a su alrededor, intenta por todos los medios evitar resignarse y desarrollar ideas que puedan significar algún cambio relativo.

Durante la década de los 50 apareció un grupo de intelectuales dispuestos a cambiar la mayoría de los valores de la sociedad y de la cultura norteamericanos. Esa ola de escritores y de artistas fue bautizada con el nombre de ‘Generación Beat’. Su objetivo estaba muy definido: se trataba de desafiar lo establecido, sobre todo en el mundo sexual, de drogas y de las influencias de la naturaleza sobre la raza humana y la utilización de otras culturas, sobre todo orientales, para poder realizarse plenamente como individuos que viven en sociedad. El significado de su nombre fue controvertido desde que apareció por primera vez. Varios de esos artistas que integraron el grupo destacaron con brillantez y fueron influencia directa e indirecta para su generación y para las futuras. Muchos de ellos siguen estando vigentes más de 50 años después. Algunos nombres que no se pueden olvidar son: Jack Kerouac, William Burroughs, Charles Bukowsky o Allen Ginsberg. Tampoco ha habido una regla muy clara a la hora de incluir a algunos de estos y otros nombres a la lista general de integrantes de dicho grupo. Se utilizó más los términos de pertenecer a esa generación y el uso de un estilo más bien similar para incluirlos. Pero algo destacaba en todos ellos: su particular y definida crítica y posición contraria a la sociedad en la que vivían; defensores a ultranza de la contracultura que sobrevino a continuación y que emergió en el movimiento ‘hippie’. Una de las ciudades donde el vínculo entre sociedad y grupo ‘beat’ fue más evidente fue en San Francisco. De hecho, a mediados de los 50 muchos de estos autores se mudaron a dicha ciudad de la costa oeste.

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Todo ese movimiento tuvo su consecuencia y en diversos campos y escenas. Se pudo comprobar su efecto en la música pop y rock del momento, en la espiritualidad oriental que se introdujo en occidente como método para buscarse más y mejor a sí mismo, en la libertad sexual, en la emancipación de la mujer y en la actitud pacifista de la mayoría de la sociedad, un tanto harta de tantas guerras. Casi todos esos escritores que encarnaron el inicio del movimiento se consideraban amigos y muchos de ellos compartieron infinidad de momentos juntos, algunos incluso colaboraron juntos, escribiendo poesía y prosa. Casi todos ellos compartían una idea clara de lo que era la cultura y todas las fuentes de inspiración hacia ella. La música, el cine, el teatro y la pintura, como la danza y todas las expresiones artísticas debían estar encaminadas a expresar esos caracteres de la misma forma. Lo iniciaron Kerouac, Cassady, Burroughs, Huncke, Homes y Ginsberg a finales de los cuarenta, para ir añadiéndose miembros al grupo con el paso de los años. Se usó el término ‘beat’ que provenía de la comunidad afroamericana y que venía a significar ‘abatido’ o ‘cansado’.

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«He visto las mejores mentes de mi generación destruidas por la locura,

histéricos famélicos muertos de hambre arrastrándose por las calles,

negros al amanecer buscando una dosis furiosa,

cabezas de ángel abrasadas por la antigua conexión celestial al dínamo estrellado de la maquinaria de la noche,

quienes pobres y andrajosos y con ojos cavernosos y altos se levantaron

fumando en la oscuridad sobrenatural de los departamentos

con agua fría flotando

a través de las alturas de las ciudades contemplando el jazz»

Aullido (Allen Ginsberg)

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A mediados de los cincuenta, el término se utiliza habitualmente y estaba muy de moda. El mismo Kerouac, a finales de esa década, creyó que era conveniente ir cambiando el significado de la palabra, o quizá cambiarle el sentido. También habían aparecido a finales de los cincuenta movimientos en contra del movimiento y algunos términos cuajaron en la sociedad para criticar y menospreciar dicho término. Se inventó uno, ‘beatnik’, de forma peyorativa, usando dos términos para ello, el beat y el sputnik, para sugerir que el movimiento estaba relacionado con la condición antiamericana y comunista. Pero no pudieron, aunque lo intentaron, provocar un estallido contrario al movimiento, puesto que muchos de los libros que se publicaron en esa época publicaron influencias decisivas para muchísimos jóvenes. Uno de ellos, ‘En el camino’, de Jack Kerouac, se convirtió en una obra auténticamente de culto para toda una generación y sigue todavía vigente para muchos jóvenes de todo el mundo. Era un canto a la liberación espiritual del individuo, hacia una liberación total, además de sexual , que fue utilizado por muchas personas, sobre todo mujeres, para sentirse liberados de los cauces marcados por la sociedad. La sociedad negra también vio su poder, como los hippies y todos aquellos que simpatizaban con un cambio real de sensaciones y de ideales. Otro segmento que se vio totalmente favorecido fue el homosexual, dispuesto a mostrarse tal como era y sin complejos. Pero otros títulos impactaron de igual modo, como ‘El almuerzo desnudo’ de William Burroughs o ‘Aullido’ de Allen Ginsberg. Muchos artistas incorporaron su obra al movimiento, favorecidos e impresionados por su impacto. Nombres como Bob Dylan, Patty Smith, Jim Morrison, Janis Joplin, Arthur Lee, Tom Waits son buenos ejemplos de ello.

beatgeneraion03

Contemplando todo este movimiento con la perspectiva actual que uno puede tener, se llega fácilmente a la conclusión de que no vendría mal otro similar y actual con la misma influencia que tuvo éste. Porque visto como la sociedad ha virado hacia objetivos que no tienen nada que ver con lo social en sí mismo, y donde el dinero manda y los seres humanos han pasado a ser invitados de segunda fila, la reactivación de los mensajes y de las mentes en general sería un incentivo para encarar los futuros decenios. Una cosa está bastante clara: y es que el mundo navega en la dirección incorrecta. Pocas personas se pueden ver identificadas con los valores actuales, si realmente existen ciertos valores. El individualismo se ha apoderado de las mentes y de las acciones y el pensamiento, ya sea crítico o no, está carente de sentido y de presencia. Hacen falta muchos autores e intelectuales de la talla de la generación beat ahora mismo para que nos indiquen el camino, porque de momento son muy escasos. Ir a contracorriente cuesta, es difícil, por eso son pocos los que lo intenta, pero para hacerlo ante todo hay que estar predispuesto a ello y creer fielmente lo que te indica la conciencia íntima. Si no somos consecuentes con nosotros mismos es muy difícil que podamos inculcar cualquier cambio en la rutina diaria de todas las personas que nos rodean. Si no somos valientes y si no decimos lo que realmente creemos nos veremos incapaces de reaccionar y sólo nos quedará como último recurso seguir navegando hacia dónde nos van indicando, hacia la nada más absoluta.

Los hippies y la contracultura

Publicado: 9 de diciembre de 2012 en Artículos
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«Que nadie se haga ilusiones

de que la simple ausencia de guerra,

aun siendo tan deseada,

sea sinónimo de una paz verdadera.

No hay verdadera paz

sino viene acompañada de equidad ,

verdad, justicia, y solidaridad»

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El movimiento hippie fue un giro de contracultura, libertario y pacifista, nacido en la década de los sesenta en Estados Unidos. Y también sus seguidores fueron llamados ‘hippies’. Cada época tiene sus circunstancias, sus vicisitudes, tanto a niveles económicos, sociales y políticos. Y es frecuente descubrir cómo se ha infravalorado este movimiento, quizá por su estética bohemia, poco ambiciosa, completamente antisistema, que intentaba cambiar un mundo que se había convertido en bélico, violento y con absoluta falta de valores sociales y de igualdad. Tras la Segunda Guerra Mundial, el objetivo de muchos países fue trabajar, invertir, ahorrar y desarrollar un futuro, intentando aprender de todo lo que había sucedido, pero al mismo tiempo se estaba creando una plataforma de violencia oscura, subterránea, además de un imperialismo silencioso que pretendía liderar el poder mundial decorado todo ello con una esencia de consumismo extremo y un individualismo que se apoderaría de la rutina de la mayoría de los seres humanos del planeta.

«Cuando me preguntaron sobre algún arma capaz

de contrarrestar el poder de la bomba atómica

yo sugerí la mejor de todas: la paz»

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Se partía de la base de crear un mundo paralelo, ajeno a todo lo que se está viviendo, con nuevos valores, adoptando una vida a nivel comunitario, más solidario y más natural. Quizá la palabra natural fue la menos utilizada para describir este fenómeno social, pero era quizá la que encarnaba de la mejor manera dicho movimiento. La naturaleza era la principal droga, gracias a ella los sentimientos fluían y las emociones dejaban expresarse a cada individuo, pero todo pasaba dentro del bien común, sin él todo carecía del sentido principal, dejando a un lado el instinto egoísta. Se buscaba la esencia, la profundidad de las cosas y la interacción personal. Una espiritualidad alternativa envuelta en activismo social y político, un activismo radical liderado con la bandera del ecologismo y de la paz. Se defendía el amor, como un todo y como una necesidad, pero sin paz era realmente difícil conseguir la felicidad. Para conseguir esa felicidad debía renegarse de los nacionalismos, de los imperialismos y de las regulaciones estatales. Se criticaba la burocratización de toda la vida cotidiana, como el consumismo y el capitalismo, todo ello era visto como el enemigo profundo de la naturalidad propia de las personas, y sobre todo, de su libertad como individuos dentro de un marco social comprometido con su entorno.

Entonces el enemigo estaba bien definido. El estado que lo quería controlar todo, la burguesía cada vez más ambiciosa, el paternalismo de los gobiernos, el militarismo en todas sus formas, las empresas multinacionales opresoras de trabajadores y la poca legitimidad internacionalidad y la impunidad de muchos estados a la hora de acometer acciones totalmente terroristas y defendidas por el resto de estados. Se abogaba por salvaguardar los valores sociales más auténticos, los más originales y los más clásicos. Los detalles, los pequeños detalles constituían un todo. La belleza por encima de todo, emocionarse con las pequeñas cosas, no querer ambicionar más allá de lo necesario, interactuar con los semejantes, con los que nos rodeaban. Se intentaba llegar más allá de cualquier forma, experimentando, profundizando. Se buscaban lugares idílicos para comenzar nuevas vidas, para comenzar esa búsqueda personal y verdadera. Se cuidaba el medio ambiente puesto que representaba nuestro hogar.

«Los verdaderos hippies regalaban flores a la gente, 

era un símbolo para ellos, 

usaban ropa muy suelta 

y muchos collares,sandalias, sombreros de alas anchas…

protestaban por la paz en el mundo»

***

Pero nunca tuvo este movimiento una teoría clara, ni a nivel ideológico ni a nivel político, como tampoco tuvo una organización homogénea o estable. Tan sólo existían formas de vida  e ideas similares, con tendencias comunes para crear perspectivas de un socialismo libertario en un entorno ecológico dinamizado y cuidado. De hecho, la mayoría de los hippies fueron grandes representantes del apolitismo. También por su rechazo al sistema establecido. Los sistemas políticos no entraban en sus planes y por eso no se integraban dentro de una comunidad política clara y definida. Ante todo había que defender el derecho a ser uno mismo, respetando el derecho a expresarse, a crear, intentando desmarcarse de las propuestas prefabricadas y dirigiéndose hacia sociedades alternativas. Se tendió a evocar modos de vida paralelos, preindustriales, más descentralizados, donde el calor humano, el contacto con las personas y con la naturaleza fueran las principales funciones.

Había un gusto por viajar, por conocer, por explorar y sentir. Había un gusto por ser nómada continuo, atento a cualquier sensación que pudiera surgir o aparecer. Se prioriza por la necesidad más que por el tener o poseer. Las necesidades eran básicas y todo pasaba por saber valorarlas. La aventura de cada día era la vida en sí. No había más que abrirse, tanto físicamente como mentalmente para disfrutarla. Y había que disfrutar de la vida cada día, cada momento, con intensidad. No había esa constante necesidad de pensar en el dinero, ni en lo material como un todo o parte principal de la vida. La propiedad era cuestión secundaria y no básica. La estética era despreocupada, cualquier cosa servía, puesto que la apariencia no era sinónimo de realidad. Se buscaba la interioridad de las personas y no su aspecto.

«Sexo y drogas en oposición

a la hipocresía dominante,

la familia burguesa y la represión sexual»

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Alrededor de todo este movimiento apareció la psicodelia y un movimiento cultural paralelo, representado por artistas de todas las escenas, ya fueran escritores, pintores o músicos, pero también el cine intervino en el proceso. Muchas sociedades se vieron inundadas de este fenómeno que cambió la vida y los pensamientos de muchas personas y que desarrollaron después en sus vidas y en sus entornos. Porque una idea fundamental era romper con lo establecido, se llamara familia, comunidad, estado, lugar de trabajo, reglas y normas creadas para controlar al individuo de mil formas. Se atacó al movimiento hippie por su forma de expresar los sentimientos, se les catalogó de promiscuos, donde el sexo era lo más importante y donde no se miraba ni con quien. Las orgías fueron el asunto de moda, las adolescentes experimentaban todas las formas de perversión sexual. Porque era también el momento de la revolución sexual, sobre todo de la mujer. Su emancipación era ya una evidencia y una realidad. La Generación Beat jugó un papel muy importante a nivel intelectual. Muchos de esos escritores y de esos libros sirvieron para influenciar y para dar teoría a muchas de sus ideas. Se repudió el asunto de los celos. Se defendía la libertad sexual. ‘Haz el amor y no la guerra’, ‘Si te sientes bien, hazlo’, ‘Eres libre para amar a quien quieras, cuando quieras, en la forma que quieras’, todas eran frases que incentivaron la actividad sexual espontánea. Porque la naturalidad era la esencia del todo. Incluso se aceptaron las relaciones abiertas de pareja, con la intención de explorar sin rencor. El eslogan fue ‘amor libre’. Y ese amor libre rompía con la tradición de amor, matrimonio, pareja, sexo y bebés. El amor existe si se puede compartir libremente. El experimento sexual venía acompañado del consumo de drogas. Drogas psicodélicas para deshinibir, para traspasar las barreras del cerebro y llegar al espíritu de cada uno. La estética de estar desnudo, mostrarse como se era. La tolerancia a todo tipo de gustos sexuales, ya fueran gays, lesbianas, bisexuales, transexuales, etc.

Se celebraba la diversidad, la multiculturalidad, el hedonismo y la búsqueda de nuevas culturas ancestrales para poner en práctica nuevos hábitos de comportamiento. Se jugaba con los colores, con las flores, con ropas atípicas, alejadas de la moda. Se confeccionaban ropas propias, para darle a todo un toque personal, original. No se aceptaban copias ni se deseaba ser parte del rebaño. Cada uno debía mostrar su auténtica identidad, su sello personal, de forma natural y espontánea. La música era el acompañante perfecto, la forma más absoluta de expresión. Las fiestas en casas particulares fueron la moda, alejándose de bares y salas de fiesta. Se pretendía buscar la comodidad, la intimidad y lugares especiales. Pero también las fiestas al aire libre representaron el espíritu libre, en contacto constante con la naturaleza. Pero como todo movimiento tuvo su final, aunque su esencia siguió viva y sigue viva. Y quizá hoy más que nunca se necesita un poco de ella. La necesitamos de alguna forma. Crear una contracultura, una base que sirva para identificarse, porque hoy en día a la juventud sobre todo, le cuesta un mundo identificarse con algo. Nada puede hacerle creer en su momento, en su círculo. Cuando una persona adopta su mundo hacia objetivos y pensamientos que se adaptan perfectamente a su forma de pensar es más fácil sentirse bien, tanto con uno mismo como con el mundo que le rodea.

Quizá todo es más sencillo de lo que parece, un viejo coche tiene más encanto que el último modelo. Todo tiene una esencia pero hay que saber identificarla, descubrirla y sentirla. Todo es parte de nosotros pero si nosotros no nos damos cuenta no será posible abrir el tesoro que nos rodea. La existencia de uno debe ser explotada al máximo, por lo menos para no arrepentirnos en el futuro de lo que no hicimos, o de haber hecho lo que no quisimos, por lo menos debemos ser fieles a nuestros ideales, dejando a un lado la parte materialista y decidir de una vez por todas afrontar las auténticas prioridades, y todo parte de una premisa bastante clara : DISFRUTA!! Y disfrutar significa disfrutar, con letras mayúsculas, de todo y de nada, del más pequeño detalle que ni has observado, de cualquier aspecto que te haga sentir. Cuando disfrutamos se nos nota en la cara y viendo las caras que nos rodean a diario nos daremos cuenta de que poca gente disfruta de verdad.

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Frases para sonreír juntos

Publicado: 29 de noviembre de 2012 en Frases de portada
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’Sobre la eternal noche del pasado se abre la eternal noche del mañana’  (Ramón del Valle Inclán)

’Pensamos demasiado, sentimos muy poco ‘ (Charles Chaplin)

’Aprendemos a vivir nuestras vidas contándonoslas. Las vivimos, las imaginamos y les damos carácter de historias’  (Javier Marías)

’El zapato que va bien a una persona es estrecho para otra; no hay receta de la vida que vaya bien para todos’ (Car Jung)

’Sólo atravesando la noche se llega a la mañana’  (J.R.Tolkien)

’Un tonto sabio es más tonto que un tonto ignorante’ (Molière)

’Un hombre libre es aquel que, teniendo fuerza y talento para hacer una cosa, no encuentra trabas a su voluntad’ (Thomas Hobbes)

’Elmundo es de quien nace para conquistarlo y no de quien sueña que puede conquistarlo’ (Fernando Pessoa)

’La mitad del mundo no puede comprender los placeres de la otra mitad’ (Jane Austen)

’No hay regalo suficiente para sustituir un ‘te quiero mucho’, un ‘tú eres importante para mí’ o ‘tú me haces bien’

’En la amistad y en el amor se es más feliz con la ignorancia que con el saber’  (William Shakespeare)

’Aquello que te imaginas no suele ser, por regla general, como la realidad’ (Peter Hoeg)

‘Hay que ser infiel, pero nunca desleal’ (G.García Márquez)

’Para toda clase de males hay dos remedios: el tiempo y el silencio’ (Alejandro Dumas)

’Para el que no tiene nada, la política es una tentación comprensible, porque es una manera de vivir con bastante facilidad’ (Miguel Delibes)

’Contra el optimismo no hay vacunas’ (Mario Benedetti)

’Sigo, sigo buscando tu olor, y cada vez estoy más cerca…’ (Wendy Guerra)

’Al estar solo uno se enfrenta con sus riquezas y sus miserias, pero es donde se puede ver lo que realmente se quiere, busca y tiene: lo que uno es’ (Leticia del Rocio)

’Mientras más pienses en ella, más tuya la harás, no sólo porque piensas en su belleza y la deseas, sino porque ahora la deseas para liberarla’ (Carlos Fuentes)

’En algún lugar recóndito de tu interior sentías que, tal vez, todo habría podido ser distinto’ (Peter Hoeg)

’Amaba al mismo tiempo las excitaciones momentáneas y las noches estrelladas en las que no había lugar para la esperanza’ (Yukio Mishima)

’En las mujeres, el instinto equivale a la perspicacia de los grandes hombres’ (Honoré de Balzac)

’La duda siempre lo peor. Es decir, cuando algo se mantiene oculto, sin aclarar. Eso era lo peor’ (Peter Hoeg)

’El orgullo de los mediocres es hablar de sí mismos, el orgullo de los grandes hombres es no hablar nunca de ellos’ (Voltaire)

 ’La originalidad no consiste en decir cosas nuevas, sino en decirlas como si nunca hubiesen sido dichas por otro’ (Goethe)

El individualismo creciente

Publicado: 25 de noviembre de 2012 en Artículos
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«Sobre sí mismo, sobre su cuerpo y sobre su mente,

el individuo es soberano»

(Stuart Mill)

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Una duda que se le crea al hombre de hoy es si debe proteger su individualismo o, por el contrario, preservar el bienestar común y social en el que está sumergido. El hombre desde que es hombre vive en sociedad y necesita de ella, pero la sociedad quizá no sea el fundamento de su vida, de su bienestar y de su realización. Quizá el juego de ambos y la combinación perfecta de las dos opciones nos den la visión perfecta del estado idílico. Pero muchos son los que han argumentado su protesta por el individualismo y muchos otros los que han declarado su desacuerdo con la opción social. Sea como fuere, el individualismo ha cuajado en la sociedad y se ha extendido cada vez más, creando una aureola de fantasía, espontánea o provocada, pero que ha conseguido ser parte misma de la vida de la mayoría de los habitantes del planeta, sobre todo del mundo occidentalizado.

Cuando nos referimos al individuo como tal nos estamos dirigiendo al origen del término, cuando se establecía y se refería al ‘indiviso’, aquello que no se puede dividir. El individuo como tal es una unidad independiente, una unidad dentro de un sistema mayor de unidades y mucho más complejo. Pero esa unidad es una persona, algo singular. Un conjunto de individuos crea un grupo o una sociedad. Y lo que sí es cierto es que el individuo está condenado a vivir en sociedad, aunque muchos han intentado vivir aislados del grupo y ser completamente ausentes de su tiempo. Quizás la presión de la sociedad, los sinsabores, los disgustos, las penosas condiciones humanas en muchos lugares han hecho que el individuo quiera ser independiente de lo que le rodea, viendo esa independencia como una libertad personal. No tener ataduras, poder decidir, saltar obstáculos. Porque la independencia es y significa no estar sometido a la autoridad de otro. Y ese otro puede ser otro individuo, un estado o una sociedad.

«La verdadera felicidad social

consiste en la armonía

y en el uso pacífico de las satisfacciones

de cada individuo»

(Napoleón Bonaparte)

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Los mismos países que se vieron colonizados deseaban conseguir la Independencia como respuesta a ese abstracto estado de represión y sometimiento. La unión de una sociedad y de un grupo de individuos logró esa independencia, puesto que el individuo, como forma unitaria, nunca hubiera conseguido nada de eso. La fuerza social de un grupo puede conseguir lo que para el individuo es una quimera. Por lo tanto, el individuo necesita de la sociedad como la sociedad necesita de los individuos. Están condenados a aceptarse y a unirse, aunque eso no quiera decir que cada uno tenga perfectamente delimitados sus territorios. Como concepto político, la Independencia apareció en la Declaración de Independencia de los Estados Unidos de 1776. Este concepto se extendió y se desarrolló, creando vínculos con el principio de no intervención y del derecho de autodeterminación de los pueblos. Y cuando se habla de pueblos, se vuele a hablar de grupos de individuos. Y no es lo mismo la independencia que la autonomía. Porque la autonomía refleja un estado o régimen de descentralización de un poder previamente establecido, donde ciertos grupos, territorios, pueblos o comunidades de individuos pueden gozar de una serie de privilegios que antes no podían, ya sean sociales, culturales, económicas, legislativas o judiciales.

La autosuficiencia es básica para sentirse libres. Ese estado donde uno depende de sí mismo, en todos los niveles, donde no requiere de ayudas externas, donde no depende de nadie ni necesita esperar apoyos. La supervivencia del hombre está por encima de todo lo demás, cuando las prioridades están satisfechas todo se ve desde otro ángulo. Los problemas son de otra índole, diferentes. Cuando un individuo depende de alguien a nivel alimenticio, de vivienda, de supervivencia en general, la libertad del mismo queda en entredicho, su poder frente a la vida está limitado, sino lo estaba cuando nació. Y todos dependemos de algo casi toda nuestra vida. De una forma u otra. Por mucho que nos creamos autosuficientes llega ese momento en que nos damos cuenta de que algo falta, que no llegamos a todo y que no queda más remedio que apoyarse en algo, en alguien.

«Una injusticia hecha al individuo

es una amenaza hecha a toda la sociedad»

(Barón De Montesquieu)

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El individualismo como tal fue una posición moral, filosófica, política e ideológica que resaltaba un punto de vista social enfatizando la dignidad moral del individuo. Los individualistas, defensores de la teoría, promovieron el ejercicio de esos objetivos y de los deseos propios de independencia y de autosuficiencia. Se declaraban opuestos a la mayoría de intervenciones por parte de agentes externos, ya fueran individuos, sociedades, estados u organismos. Los que defendían lo contrario se autodefinían como colectivistas. Para el individualismo el individuo es el centro de todo. Todo parte de la premisa importante de que el individuo es de básica prioridad en la lucha misma por la liberación. Se promueve el ejercicio propio de objetivos personales, ya sean de independencia o de autosuficiencia. Se basaban en los derechos humanos y en la libertad como un todo. Y varios movimientos tomaron el individualismo como parte fundamental de su teoría, ya fuera el liberalismo, el existencialismo o el anarquismo, aunque cada uno con desarrollos diferentes. También se ha utilizado el término para asociarlo a estilos artísticos y bohemios, donde existía una tendencia natural a expresarse libremente y donde se dirigía la actuación hacia métodos de autocreación y experimentación, en contra de la tradición un tanto establecida, además de la corriente de opinión generalizada y comportamientos de las masas.

La teoría individualista atravesó su origen, allá por la Edad Media, cuando se le trataba como un concepto de alma individual humana y de salvación individual. Pasó, con la Revolución Industrial a ser una salvación para todo un sistema de trabajo individual en contra del capitalismo que acababa de aparecer. Con la llegada del siglo XX, el individualismo ha conseguido más fuerza sobre el colectivismo. La economía globalizada se ha hecho dueña del planeta y el individualismo ha sido la ideología dominante desde hace décadas. De hecho, la mayoría de países desarrollados ha optado por un sistema individualista por encima de otras opciones. Tampoco parece que hayan otras opciones y si las hay quedan a un margen. La fuerza de éstas tendrá desarrollo en el futuro o no, pero lo que es evidente es que hoy en día no pueden competir con el sistema establecido. Pero como pasa y ha pasado con todo, la misma fuerza social puede cambiar lo que el individuo por sí solo no puede. Porque el individualismo como fórmula ha sido desarrollado como un efecto social, siendo una fuerza común.

«Como fuerza social,

un individuo con una idea

vale por noventa y nueve con un solo interés»

(Stuart Mill)

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El individualismo como método sostiene que los fenómenos sociales son explicables por elementos individuales, por las mismas propiedades de los individuos, ya sean sus metas, sus objetivos, sus creencias, sus valores o sus acciones. Para los que defienden la teoría lo ven como una filosofía destinada a la explicación y comprensión de la evolución de toda la sociedad como el agregado de decisiones individuales. Se niega que una colectividad sea un organismo que toma decisiones. Se ataca con ello al historicismo, al sociologismo o a la misma creencia de que las funciones de clase social, los roles sociales o la etnia pueden ser factores determinantes dentro del comportamiento individual del ser humano. En la actualidad, el estudio del individualismo como forma que ha superado al colectivismo es un tema de profundo análisis. Y lo que está claro es que de momento el individualismo, como método está funcionando, casi todos somos de una forma u otra individuales y poco sociales. Se ha incrementado el valor de uno mismo, el egoísmo por encima de todo, donde el interés individual tiene más fuerza que el interés social. Las fórmulas sociales carecen de interés y de influencia. Se han perdido valores y se ha ganado comportamiento individual. Lo que no me interesa no me sirve. Estamos en la etapa más proclive de la teoría individualista y nadie sabe hacia dónde nos va a llevar. Cuando cualquier teoría establece sus cánones de comportamiento por encima del resto y no se deja amedrentar por sucedáneos estamos devorados por la misma presa, la que alimentamos día a día, la que nos conduce hacia donde no sabemos. Los efectos que pueda ocasionar este comportamiento humano está por ver, pero los resultados ya se están comprobando en cualquier rincón del planeta. La combinación de métodos es la mejor opción, sacando el mejor partido de cada teoría, siempre y cuando ninguna de ellas menoscabe el interés de otra, siempre y cuando una no prevalezca por encima del resto. Es otra forma de absolutismo pero decorado de acción individual. Lo peor de todo es que muchas personas creen decidir por ellas mismas.

Frases desde el horizonte

Publicado: 18 de noviembre de 2012 en Frases de portada
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’El amor es eterno si eternamente se alimenta, y el amor de generación espontánea, para mí es tan poco creíble como las promesas de campaña’  (Leticia del Rocío)

’Tenía esa edad extraña entre la infancia y la adolescencia cuando  uno cree que empieza a entender las cosas y realmente sigue sin entender nada’ 

’Aprendí  a escuchar y a respetar cuando no había coincidencia de opinión, aprendí a decir la verdad, mi verdad’ 

’Cada día se parecía a los demás; al mirar hacia atrás, la memoria es incapaz de separarlos’ (Peter Hoeg)

’El amor tiene un largo período de incubación, durante el cual las distintas sensaciones de malestar son síntomas del mal’ (Yukio Mishima)

’Yo sé que existo porque tú me imaginas’ (Ángel González)

’La naturaleza vuelve a los hombres elocuentes en las grandes pasiones y en los grandes intereses’ (Voltaire)

’Se despidieron y en el adiós ya estaba la bienvenida’  (Mario Benedetti)

’Todos los hombres son iguales. La diferencia entre ellos no está en su nacimiento, sino en su virtud’  (Voltaire)

’Cuando se teme a alguien es porque a ese alguien le hemos concedido poder sobre nosotros’ (Herman Hesse)

’¿Hasta cuándo vamos a seguir creyendo que la felicidad no es más que uno de los juegos de la ilusión?’  (Julio Cortázar)

’Espantoso juego del amor, en el cual es preciso que uno de ambos jugadores pierda el gobierno de sí mismo’ (Charles Baudelaire) 

’No perdamos nada de nuestro tiempo; quizá los hubo más bellos, pero este  es el nuestro’  (Jean Paul Sartre)

’Los que están siempre de vuelta de todo son los que nunca han ido a ninguna parte’ (Antonio Machado)

’Da igual. Prueba otra vez. Fracasa otra vez. Fracasa mejor’  (Samuel Beckett)

’Pensar contra la corriente del tiempo es heroico; decirlo, una locura’ (Eugene Ionesco)

‘A partir de cierto punto no hay retorno. Ese es el punto que hay que alcanzar’  (Franz Kafka)

’Todo lo que una persona puede imaginar, otros pueden hacerlo realidad’  (Julio Verne)

’Todas las penas pueden soportarse si se convierten en una historia’  (Isak Dinesen)

’Si dudas de ti mismo, estás vencido de antemano’ (Henrik Ibsen)

’Te conocerás a ti mismo en cuanto empieces  a descubrir en ti defectos que los demás no te han descubierto’ (Friedrich Hebbel)

’La uniformidad es la muerte; la diversidad es la vida’ (Mikhail Bakunin)

’El deseo nos fuerza a amar lo que nos hará sufrir’   (Marcel Proust)

’A menudo estarás solo y asustado. Pero ningún precio a pagar es demasiado alto por el privilegio de ser dueño de ti mismo’  (Friedrich Nietzsche)

’Cuanto más ardua la cotidianidad, más se necesita  evadirse durante un rato al día’  (Javier Marías)

La decadencia de la sociedad

Publicado: 8 de noviembre de 2012 en Artículos
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«Enfrentarse,
siempre enfrentarse,
es el modo de resolver el problema.
¡Enfrentarse a él!»
(Joseph Conrad)
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Desde sus orígenes, la Humanidad ha demostrado tener ambición. Y mucha. Esto no es un secreto y queda ampliamente reflejado y constatado en múltiples facetas y segmentos de la vida del hombre, porque el hombre ha atravesado diferentes épocas y períodos, y ha sabido adaptarse a las circunstancias adversas, aunque muchas de esas circunstancias adversas han sido creadas por él mismo. Pero la adaptación a veces es necesidad, nada más. Y no por adaptarse mejor o más a menudo uno puede alardear de ser más sabio. Las circunstancias mandan y el paso del tiempo consigue lo que otros valores no pueden. E incluso hay momentos que se vuelven a encontrar dentro de esa misma historia. Hay vaivenes y se dice que todo vuelve aunque ya haya desaparecido. Las idas y venidas son realmente habituales. Lo que ocurre es que, para crear y avanzar, se necesitan muchos momentos y muchos y sabios  pensamientos, por no hablar de la participación de muchas personas y de una gran diversidad de factores. Sin embargo, para adentrarse en el terreno de la decadencia el tiempo no es tan necesario y la velocidad se incrementa como por arte de magia.
Hay que tener muy claro que para solucionar un problema primero hay que detectarlo y aceptarlo como problema. Quizá para cuando lo detectemos sea demasiado tarde. Acaso porque se han hecho oídos sordos, o tal vez porque nuestra capacidad de análisis sea cada vez más inquietante. Porque nuestras ambiciones no se detienen y desde su estrado estimulan nuestro futuro, aunque es evidente que nuestras ansias de avanzar nos causan excesos en las medidas y devienen en ciertos retrasos, algunos ocasos y lógicas decadencias. Todo lo que se avanza se retrocede y, en muchas ocasiones, lo que se retrocede es mucho más de lo que se avanzó. Decir que la sociedad actual está en franca decadencia no es nada sorprendente. Muchos sociólogos han detectado el problema hace tiempo y han puesto el dedo en la llaga; otra cosa es analizar qué es lo que hace la sociedad actual con respecto a ese problema.
«Los hombres y pueblos en decadencia
viven acordándose de dónde vienen;
los hombres geniales y pueblos fuertes
sólo necesitan saber a dónde van»
(José Ingenieros)
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Cuando la decadencia aparece en el horizonte hay un serio riesgo de colapso social o de catástrofe general. Quizá hasta que no llega ese momento la mayoría no quiere interpretar lo que se avecina. Es el hombre un ser que intenta sobre todo relativizar el drama aunque también es capaz de exagerarlo sin venir a cuento. Un colapso social es una quiebra a gran escala de todo lo relacionado con la cultura, con las instituciones, con los organismos y con todas aquellas características principales que almacena y de la que se compone una sociedad o una civilización, ya sea de forma temporal o de manera permanente. Por quebrar no debemos imaginar la desintegración. Muchas pueden seguir funcionando sin que por ello quiera decir que realmente estén vivas o en conexión con la sociedad. Quizá el deterioro de la cultura y de los valores impacta más en la masa, puesto que se identifica más fácilmente y su dolor causa tremenda sensación.
Por supuesto, siempre que esto ocurre, hay segmentos de sociedad más desfavorecidos que son más proclives a ser víctimas de la situación. Muchos otros sectores cubren la escena con un manto de ignorancia o desinterés, quizá porque no les interesa o porque no les viene bien reconocerlo. Los verdaderos culpables de todo ese suceso hay que buscarlos desde arriba de la pirámide, para ir bajando lentamente hacia los siguientes escalones de la escalera y llegar al final de ella. Podríamos identificar mucho culpables pero el que dirige la maquinaria normalmente tiene la responsabilidad de lo que sucede en ella, tanto para lo bueno como para lo malo. Pero reconocer esos errores, ya sea en privado o en público no es algo que sea muy habitual. Se trata de minimizar el daño y mirar para otro lado. Intentar que pocos se den cuenta y tratar de acallar a todas las voces críticas que intenten propagar la noticia.
El asunto queda enquistado, haciéndose con el paso del tiempo en un problema mayor y como un cáncer que se expande, va dejando un rastro evidente y cada vez más difícil de eliminar. Volvemos al punto inicial: si no se desea detectar el problema o encararlo, no se adivinará la solución. La educación ha sido, es y será uno de los objetivos de toda sociedad que se proyecte como moderna. La calidad de la enseñanza en un grupo social demuestra su eficacia con el paso del tiempo. Esa educación, que ha sido una lucha continua entre aquellos que querían impulsarla hacia todos los estratos sociales de todo el mundo, ha caído en evidente decadencia. No se trata de ir a una escuela, se trata de educar bien. Educar bien comienza en el hogar, en la familia, en el entorno, en el grupo de amistades, en el colegio y en la vida misma. El ser humano copia a menudo lo que ve, como lo hacen los niños. La falta de lucidez y de conocimientos degenera en que se deba copiar y, generalmente, se copia a quien no se debe, además de que se copia mal y a destiempo.
Hay muchos factores que provocan y expanden el colapso social. Pueden ser de carácter social, cultural, político, económico o medioambiental. La suma de varios de estos factores provoca el caos social. Y la consecuencia lógica ante tal situación es un cambio social, con todo lo que eso conlleva. Porque el cambio puede llegar a convertirse en masivo. Motivos como la desigualdad entre los individuos puede provocar una tensión aguda que se manifiesta en el ascenso de la irritación y el enfado. Las clases inferiores pueden rebelarse contra lo establecido y puede ser el fin de la clase acomodada. Porque no hay que engañarse: las clases sociales seguirán existiendo queramos o no. En un sistema mayoritario de consumo y de mercado, siempre habrá gente que mejora y gente que empeora. Es el juego. Pero de ahí a provocar la ruptura de la clase social baja hasta límites extremos puede llevar a que la revolución sólo tenga un camino y sea el único sentido claro ante la realidad del momento.
El individualismo ha triunfado por encima de todas las ciencias. Quizá sus defensores ni se lo hubieran imaginado hace unas décadas atrás, pero es bien cierto que domina el motor social en casi todo el planeta. La solidaridad es esa palabra que suena también y que nunca se lleva a la práctica, a no ser para querer quedar bien y ser políticamente correcto. La hipocresía anida en cualquier rincón y girar la cabeza para que nuestra mirada se dirija hacia otro punto es cada vez más usual. La pandemia social de desinterés por muchos factores claves se incrementa de forma alarmante. Las personas son como pequeños robots preparados para sobrevivir y tratar de salir del paso como sea. Y si eso quiere decir que debemos no hacer caso del que se encuentra a nuestro lado pues adelante. La teoría del caos comienza a ejecutarse. Las guerras continúan, el racismo crece, como la violencia, en todas sus formas, las mafias se expanden y logran nuevos adeptos, el hambre es habitual y lo único que preocupa al ciudadano de a pie es simplemente sobrevivir.
La rutina mata y el sosiego también. El hombre necesita valores pero también dinamismo, necesita ideas y necesita proyectarlas. Las ilusiones se deben crear también, sabiendo de antemano que no todas se llevarán a la práctica para que nuestra frustración no nos oscurezca el camino y no nos deje observar lo que verdaderamente es importante. Lo más fácil en estos casos es dejarse llevar, dejarse guiar por la corriente y sin aparente esfuerzo llegar hacia un lugar que sea más ventajoso o cómodo. Lo difícil es luchar contra esa corriente y pretender arreglar todo ante tanta dificultad. Los problemas se multiplican, la complejidad social se evidencia, y un claro ejemplo de que estamos en el pozo de la decadencia es que los responsables públicos, políticos y altos cargos de organismos, evitan a cualquier precio tener que comentar dicho tema. Tocar este tema e introducirse en él para arreglarlo incluye reconocer un error y ellos forman parte del error, y como humanos que son, evitan reconocer su error. Otra peculiaridad humana muy de moda en nuestros tiempos.
La mentira nos acoge en su seno, lo más fácil es mentir y darle la vuelta a la tortilla, esconder el polvo bajo la alfombra y sonreír para decir que aquí no pasa absolutamente nada. Si la sociedad es una gran familia se puede ver claramente que ya no funciona como una familia, sino como grupos que actúan por separado según sus propios intereses. En una familia, como algo genérico, se demuestra empatía, se busca la comunicación, se espera comprensión y apoyo, pero también cariño y ayuda en los momentos más malos. En la sociedad actual ninguno de esos valores son realmente puestos en práctica. La única directriz a seguir es conseguir más dinero, más interés, más beneficio. Lo que no conlleve eso no interesa. El mercado abarca todo, incluida la sociedad. Pero hay que detectar la clara esencia del problema: la violencia juvenil aumenta, como las agresiones verbales, los insultos y las vejaciones. La trata de personas no se detiene tampoco, como el poder de las mafias y el contrabando de armas y de drogas, por no hablar de la esclavitud, que creíamos haber dejado atrás. Se ha perdido la moral y la ética ha tocado fondo. El todo vale se aferra a cualquier esquina. El desempleo ya es el pan nuestro de cada día y la crisis económica está provocando en caos en muchos lugares. La dignidad humana se pierde inexorablemente, la depravación impera. Pocas personas leen o se interesan por lo que hay a su alrededor, cualquier persona triunfa sin mérito ni esfuerzo. La corrupción está dentro de todo y lo va destruyendo desde su interior. ¿Hacia dónde nos dirigimos?, es la pregunta que los sociólogos se preguntan con más frecuencia. Y la respuesta es clara: hacia la decadencia más absoluta, fuera de proyectos, ideas y avances, fuera de la modernidad tan ambicionada. Los resquicios de mejora se diluyen entre las rendijas de la sinrazón, la incomprensión y la ignorancia.
Estamos sin duda sobre la línea descendente, y como si de una montaña rusa se tratara, la velocidad va aumentando y sólo nos dejamos llevar esperando que la inercia nos lleve hacia la línea ascendente de nuevo. El declive social es notorio, el deterioro prácticamente se multiplica a diario. La debilidad de la gente se hace evidente y la sociedad se resquebraja sin tiempo para reaccionar. La decadencia ya está aquí. Bienvenidos a la realidad. Ahora cambiemos el canal y prosigamos con la mentira. Giremos la mirada hacia otro lado y hagamos como que no pasa nada. Sigamos inmersos en la oscuridad. No abramos la puerta. Dejémonos vencer por los acontecimientos y no hagamos nada para solucionarlo. El futuro nos juzgará por nuestra negligencia y nuestra absoluta falta de agallas para revertir esta situación. Tan sólo hace falta interés. Y, sobre todo, querer solucionarlo.

Frases al amanecer

Publicado: 20 de octubre de 2012 en Frases de portada
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’Lo primero, siempre, es desprenderse de todo, quedarse sin nada, no tener qué perder’ (Silvia Company)

’No existe ninguna emoción fuera de la sensualidad. No hay pensamiento ni idea que, sin sensualidad, sean capaces de emocionar’ (Yukio Mishima)

’No hay argumento capaz de destruir el dominio de diez años de sueños agradables’ (Stendhal)

’Al cabo de los años he observado que la belleza, como la felicidad, es frecuente. No pasa un día en que no estemos en el paraíso’ (J.L.Borges)

’Nada está perdido si se tiene el valor de proclamar que todo está perdido y hay que empezar de nuevo’ (Julio Cortázar)

‘Los problemas también son necesarios. Forman parte de la realidad. Ayudan a valorar lo que es importante de verdad’ (Almudena Grandes)

’Somos nosotros mismos los que nos salvamos o los que nos hundimos’ (Carmen Amoraga)

’Cuando tenemos los grandes tesoros delante de nosotros, nunca los reconocemos’ (Paulo Coelho)

’Me transformo. Me transformas. Ahora somos dos pero somos uno. Ya no puedo dejar de mirarte. No hay tiempo ni razón para dudar’

’Solamente en la soledad del descanso aparecen los recuerdos cabalgando sobre una nube que retrocede’

’Sentí que toda la maldad del mundo había caído sobre mi y que las cosas no duraban, desaparecían y se dispersaban demasiado rápido’

’No ha de ser estimado dichoso el joven,  sino el viejo que ha vivido una hermosa vida’ (Emile Durkheim)

’Nada está nunca acabado, basta un poco de felicidad para que todo vuelva a empezar’ (Èmile Zola)

’Supongo que los abandonos son así. Primero, deja de importarte lo que el otro piensa, luego te desinteresas de lo que hace, de lo que siente y sin darte cuenta te vas’ (Carla Guelfenbein)

’No es que sea pesimista, es que el mundo es pésimo’ (José Saramago)

’Cada ciudad posee su propio rostro, su propio gusto, su propio carácter, y el tiempo no transcurre a la misma velocidad en todas ellas’ (Almudenas Grandes)

’Cuando se es capaz de soportar los golpes entonces hay  que ayudar a alguien que está por debajo de uno mismo’ (Peter Hoeg)

’Puede que lo que hacemos no traiga siempre la felicidad, pero si no hacemos nada, no habrá felicidad’ (Albert Camus)

’Si quieres ser protagonista de tu vida aprende a serlo realmente, porque si vas a ser espectador, tu vida va a ser una desgracia’

’Sabía por experiencia que la única manera de mitigar el dolor era dejar que los acontecimientos siguieran su curso’ (Yukio Mishima)

’Aprendí que se gana y se pierde pero  que nunca se está derrotado’

’Los sentidos no son receptores pasivos de la realidad, sino que la  elaboran; lo que concebimos está muy elaborado’ (Peter Hoeg) 

’Tengo que hacerles ver que es mi pobreza lo que está en trato con su riqueza, pero que mi corazón se encuentra a mil leguas de su insolencia’ (Stendhal)

’Querer es otra cosa, querer es quererlo todo de la otra persona, todo lo que la rodea, todo lo que es’ (Luisa Castro)

’Nunca vemos más allá de nuestras certezas y hemos renunciado a conocer a la gente, nos limitamos a conocernos a nosotros mismos sin reconocernos’ (Muriel Barbery)

 

El arte de la relajación

Publicado: 14 de octubre de 2012 en Artículos
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«La meditación persistente sugiere siempre argumentos contra las decisiones;

la profunda reflexión acaba a menudo en inercia»

(Auguste Rodin)

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La meditación es la práctica de un estado de atención concentrada, sobre un objeto externo, pensamiento, la propia consciencia o el propio estado de la concentración. El término viene del latín y significa un tipo de ejercicio intelectual. En Occidente se ha distinguido entre la meditación y la contemplación, dándole al segundo significado un aspecto más religioso o espiritual. En Oriente se dio un nuevo uso a la palabra, refiriéndose a la meditación propia a través del yoga, cuyo origen era la India. En el siglo XIX se adoptó la palabra meditación para referirse a todas esas prácticas de recogimiento interior o contemplación propias del hinduismo, del budismo y de otras religiones orientales. Aunque muchas tribus occidentales ya la practicaban, como por ejemplo los celtas.

En la actualidad existe un sinfín de recetas y de guías para la meditación. Desde las religiosas a las terapéuticas. Todo el mundo necesita a alguien para poder meditar. Necesitamos de la meditación en medio de un mundo de caos. Según los expertos, la concentración, la memoria y el sistema inmunitario ayudan a las técnicas de meditación. La meditación es el camino para el conocimiento del mundo espiritual y requiere de ejercicios especiales. El conocimiento de uno mismo es el camino para comprender lo que nos rodea. Aunque dicho así puede parecer muy sencillo, cuando la realidad demuestra todo lo contrario.

«El hombre perfecto 
usa su mente 
como un espejo. 
No aferra nada. 
No rechaza nada. 
Recibe, pero 
no conserva»

(Zen)

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La escuela zen es una de las escuelas de budismo más conocidas y apreciadas en Occidente. Zen es la pronunciación japonesa de la palabra china ‘chan’, que a su vez deriva de la palabra sánscrita ‘dhiana’, que significa meditación. El zen busca ante todo la experiencia de la sabiduría más allá del discurso racional. Emergió desde distintas escuelas de budismo y se originó en China allá por el siglo VII, para más adelante adentrarse en otros países como Vietnam, Corea y Japón. Y según el zen, meditar es la condición natural de la conciencia humana, capaz de comprender por sí sola el significado de su existencia. Y se pierde y se interrumpe cuando nos sentimos agitados o cuando mostramos interés por asuntos particulares que absorben nuestra atención y nos distraen del objetivo. Para algunos maestros zen meditar es ‘tocar el corazón’ del ser humano por el propio ser humano. Más profundo quizá es difícil imaginárselo. Porque adentrarse hasta tu propio corazón, tocarlo, palparlo, analizarlo y actuar tras ello quizá es la práctica más difícil por la que se puede ver el hombre en su vida. Para la mayoría de las culturas orientales, la meditación es trascendental y muy importante. Hay muchas escuelas de meditación y cada una tiene sus técnicas. Para algunas significa la forma mediante la cual la mente logra alcanzar un plano de realidad y entendimiento más allá de lo sensorial o aprendido.

En el budismo zen la meditación es un estado natural de crecimiento si el ego no lo interrumpe. El término ego o yo es difícil de definir, más que nada porque hay muchas acepciones y muchos significados, además de teorías filosóficas sobre ello. Se le ha relacionado históricamente con otros términos como psique, alma, ser o conciencia. Cuestionarse sobre el ego o sobre el yo es quizá uno de los cuestionamientos claves y fundamentales de la humanidad. En la teoría clásica, el yo era la sustancia, ya fuera un alma o una cosa. Pero otras teorías negaron la sustancialidad del yo, considerándolo simplemente como una función, un conjunto de sensaciones propias y un cúmulo de impresiones particulares. Y han seguido apareciendo teorías diversas al respecto para llegar a la conclusión de que no hay una unanimidad determinada.

En cuanto a técnicas podemos distinguir varias, desde las que se basan en la observación de la respiración, en visualizar algún pensamiento positivo o imagen que pueda inspirar o las que se basan en aspectos más espirituales. Se puede meditar de muchas formas, concentrándose en algo, o perdiendo la concentración en algo concreto, para pasar a ser algo globales y así poder dejar fluir libremente todas las imágenes que nuestra mente es capaz de exponer, ya sean algo claras o algo confusas. Hay que dejar fluir las sensaciones, las emociones y los impulsos, toda la energía que vamos acumulando en nuestro interior. Para muchas religiones la meditación es la base fundamental para mantener una conexión con la divinidad. También en el campo de la psicología muchos expertos han utilizado técnicas de relajación mental como rutina de ayuda a todas esas personas con cuadros de estrés. En lo que sí se está de acuerdo por muchos y parece evidente es que meditar ayuda a reordenar la mente y calmar la ansiedad. Es una ayuda clara y evidente a la hora de de comprender mejor los objetivos y las motivaciones personales de cada uno, al igual que equilibra el organismo y el carácter. Puede establecer emociones o reactivar otras que se habían perdido u olvidado.
«Hay quienes,
en medio del agua,
se lamentan de sentir sed. 
De igual forma,
muchos buscan lejos la verdad,
sin sospechar cuán cerca está»
(Zen)
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Muchas veces la mente humana almacena demasiadas imágenes, emociones y sensaciones que están aparcadas en algún rincón y que gracias a la meditación podemos soltarlas para poder de nuevo analizarlas con detenimiento. Es una forma de abrir todos los cajones y hacer una limpieza general. En muchas escuelas orientales se definen tres tipos básicos de pensamiento: cerebral, de corazón y de tripas. Y es que depende de la persona o la técnica, los cambios en la conciencia pueden ocurrir de diferentes formas. Hay que restar importancia a las experiencias de conciencia alterada o las descripciones que sean demasiado complicadas. Quizá lo más sencillo, lo que tenemos delante de nosotros es la esencia, es la clave para poder entender mejor, ya sea más o menos. Se puede decir que la  meditación se practica por motivos religiosos, intelectuales, espirituales y de salud. Y no hace falta ser creyente para estudiar meditación. Y es que a partir del siglo XX es cuando se extendió su uso al gran público.

El yoga (del sánscrito ioga) se refiere a una tradicional disciplina física y mental que se originó en la India. La palabra se asocia con prácticas de meditación en el hinduismo, el budismo y el jainismo. Dicen sus practicantes que el yoga ofrece como resultado la unión del alma individual con Dios (para aquellos que tienen vertiente religiosa); la percepción de que el yo es espiritual y no material (para los que adoptan la postura espiritualista); el bienestar físico y mental (para los que se decantan por la opción racionalista o atea). Los hinduistas sostienen que el yoga es eterno y que siempre existió. Para el hinduismo el yoga es una de las seis doctrinas ortodoxas. Hay muchos tipos de yoga pero ahí van unos cuantos: Raja Yoga o el rey entre los yogas, que consta de 8 miembros o pasos; Gñana Yoga, se refiere tanto al aprendizaje o conocimiento conceptual y a la más alta sabiduría, visión intuitiva o gnosis, una especie de conocimiento liberador o intuición; Karma Yoga o yoga de la acción, es la dedicación completa de las actividades, las palabras y la mente. Libera al alma y le permite volver con Dios; Hatha Yoga, es el más difundido en el mundo, conocido por sus ásanas o posiciones corporales. Su propósito es lograr que el cuerpo esté apto para la meditación. Las ásanas generan serenidad física y mental; Bhakti Yoga o yoga devocional.

Tal como vemos el mundo que nos rodea y viendo cómo nos sentimos a diario no es mal argumento comenzar a descubrirse de una manera más profunda, intentando alcanzar las entrañas de uno mismo y dejar de mirar tanto al vecino. Ser humilde, escarbar hasta el último lugar de nuestro interior e intentar comprender todo aquello de lo que tanto dudamos, y sin creer que el resultado vaya a ser positivo simplemente con realizarlo. Lo importante es ejercitarlo, dejar a un lado las distracciones, las cosas vanas y futiles, y observar detenidamente lo esencial, lo que verdaderamente vale la pena. Adentrarse en uno mismo puede dar respeto pero es la única vía para intentar comprender lo que nos rodea, y máxime cuando nos damos cuenta de que cada día es más complicado por no decir imposible. Dejar los prejuicios y el orgullo a un lado y desde la sinceridad propia buscar, analizar y corregir lo que no nos gusta, dejar salir a la superficie lo que llevamos escondido, esclarecer ideas y pensamientos y llegar a emocionarse realmente, de una manera verdadera y no superficial. Ejercicios personales que deberíamos inculcarnos desde jóvenes y quizá así podríamos prevenir demasiadas cosas que no entendemos y que se acumulan en todos los rincones.

Bertolt Brecht

Publicado: 26 de septiembre de 2012 en Literatura
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«Hay hombres que luchan un día y son buenos.

Hay otros que luchan un año y son mejores.

Hay quienes luchan muchos años, y son muy buenos.

Pero hay los que luchan toda la vida, esos son los imprescindibles»

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El teatro épico fue una reacción contra otras formas populares de hacer teatro. Iba destinado contra el drama realista y en su origen estaba en Konstantin Stanislayski. Pero al igual que él otros dramaturgos estaban en contra del espectáculo vacío, de los argumentos manipulativos y la sobre actuación melodramática. Stanislavski trató de copiar el comportamiento humano real a través de técnicas de actuación para sumergir al público en el mundo del teatro. Sus técnicas siguen estando activas en muchas de las academias más prestigiosas de la interpretación. Y fueron realmente importantes en unas décadas atrás.

Estas técnicas de producción presentaban la inclusión de escenarios irreales por su simplificación, anuncios o carteles que interrumpían y resumían la acción y la aparición de la música, de manera irónica, para crear un efecto emocional inesperado. El teatro épico necesitaba que los actores intrepretaran sus personajes de manera convincente sin convencerse a sí mismos que son en realidad los personajes que interpretan. Muchas veces el actor interpela con el espectador sin interpretar el personaje, y al final acaba interpretando muchos papeles.

«El que no sabe es un imbécil.

El que sabe y calla es un criminal»

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Berthold (Bertolt) Brecht usó la comedia para distanciar a su público de los hechos emocionales o serios y se vio muy influenciado por los musicales, por lo que acostumbraba a incorporar música y canciones a sus obras. Acuñó un término propio denominado ‘gestus’, que consistía en una actitud física o gesto que representaba la condición del personaje independientemente del texto. Se basó en el teatro chino. El gesto distanciaba al actor de la obra y evitaba de esa forma cualquier emoción excesiva.

Nació en febrero de 1898 en Berlín (Alemania), considerado uno de los dramaturgos y poeta más influyentes del siglo XX. Uno de los creadores del teatro épico. Su familia era originaria de Augsburgo (Baviera). Su padre era gerente de una pequeña fábrica de papel y su madre hija de funcionario. Uno era católico y la otra protestante. De joven se comportaba como un rebelde a quien le encantaba jugar al ajedrez y tocar el laúd. Todo lo que era distinto era atractivo para él, pero también lo extravagante. Enamorado en vivir al margen de las normas impuestas, del recato, las buenas formas y el sentido de la disciplina. Quería ser distinto por encima de todo.

«Las revoluciones se producen en los callejones sin salida»

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En el colegio destacó por su intelecto. Influenciado por la guerra que vivió, la criticó en un ensayo enfocado hacia el poeta Horacio. Consideraba en él que la honorabilidad de morir por la patria era propaganda dirigida en la que sólo los tontos pueden caer. Y por ello fue castigado con la expulsión de la escuela cuando estudiaba bachillerato. Pero la intervención de su padre y de su profesor evitaron que se cumpliera el castigo. Fue entonces que comenzó a escribir poesía erótica y publicó sus primeras experiencias sexuales, convertidas en poemas dedicados a prostitutas y vagabundos. Pero también escribía cuentos y canciones que el mismo entonaba acompañado de su guitarra.

En 1917 inició la carrera de medicina en la Universidad de Munich pero el servicio militar le hizo interrumpirla. Cumplió como médico en el hospital militar de Augsburgo durante la Primera Guerra Mundial. Y en 1918 y con tan sólo 20 años, escribió su primera obra teatral titulada ‘Baal’. Conoció a Paula Banholzer y en 1919 tuvieron un hijo, Frank, quien moriría en el frente soviético durante la Segunda Guerra Mundial en 1943. Escribió una obra sobre la revolución alemana titulada ‘Tambores en la noche’. La moralidad de aquella obra suplantó al teatro tradicional. Todas las convulsiones de la época le llevaron a ingresar en el partido socialdemócrata en 1919.

«Mi pan lo comí entre batalla y batalla.

Entre los asesinos dormí.

Hice el amor sin prestarle atención

y contemplé la naturaleza con impaciencia.

Así pasé el tiempo que me fue concedido en la tierra»

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En 1922 se casó con la actriz de teatro y cantante de ópera Marianne Zoff con la que tuvo una hija, Hanne. En 1924 abandonó Augsburgo para ir a vivir a Munich y más adelante a Berlín. La vida de Berlín respiraba cultura por todos sus costados y allí conocería al poeta Bronnen con quien fundaría una productora. Tuvo un segundo llamado Stefan y tres años más tarde se divorciaría de Marianne. A partir de 1926 tuvo contactos frecuentes con artistas sociales que influyeron sobremanera en su pensamiento. En 1929 ingresó en el Partido Comunista. Y ese mismo año se casaría con Helen Weigel con quien tuvo a su tercera hija llamada Bárbara.

Entre 1929 1934 destacan algunas de sus obras como ‘Línea de conducta, ‘Acuerdo’ y ‘La excepción y la regla’. Publicó una colección de poemas titulada ‘Devocionario doméstico’ para después conseguir un éxito teatral con ‘La ópera de cuatro cuartos’ con música del gran Kurt Weill. Era esta una obra de disparates en la que se critica el orden burgués mostrándolo en una sociedad de delincuentes, prostitutas, mendigos y vagabundos. Sería llevada al cine en 1931. Su idea era ante todo hacer pensar al espectador, involucrarle de tal forma que no fuera un mero espectador pasivo, sino que se tenía que meter en los personajes y en la historia. Le atraía mucho la sociología y la comunicación de masas. Se dio cuenta que gracias a ella podía llegarse por todos los medios, ya fuera radio, teatro o cine, al público en general. Su objetivo fue alcanzar un cambio social que lograse la liberación de los medios de producción. Y lo abordó desde el ámbito intelectual y estético.

«Un hombre debe tener por lo menos dos vicios, uno solo es demasiado»

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Y hasta 1933 trabajó como autor y director de teatro en Berlín, pero justo ese año Hitler se hace con el poder. La policía interrumpió la obra que estaba estrenando en ese momento (‘la toma de las medidas’) y los organizadores fueron acusados de traición. Eso provocó que huyera con su familia en una peregrinación que le llevó por Praga, Viena, Zúrich y finalmente a Svendborg (Dinamarca) donde pasó sus próximos 5 años. Todos sus libros fueron quemados por el régimen nacionalsocialista. Quizá fueron esos años los peores momentos de su vida, aunque nunca dejó de escribir obras. Con problemas económicos tuvo que ir a vivir a una granja cerca de Estocolmo (Suecia) y más tarde a Helsinki (Finlandia).

Durante esa época escribió ‘La vida de Galileo’, donde describe sus pensamientos contra la autoridad, el Estado y la sociedad con una crítica bien medida; ‘Sichuan’, donde trató el enigma de cómo ser virtuoso y sobrevivir al mismo tiempo en un mundo capitalista; ‘El círculo de tiza caucasiano’, la historia de una madre de alta sociedad que abandona a su hijo en manos de su criada. En el verano de 1941 viajó hasta Moscú donde embarcaría en el transiberiano en dirección a Vladivostok donde embarcaría a su vez en un barco rumbo a California, llegando a residir finalmente en Santa Mónica. Y estando tan cerca de la industria de Hollywood intentó que sus guiones se estrenaran en el cine pero no fueron aceptados. Sin embargo, en los Estados Unidos consiguió representar obras teatrales, en escenarios de emigrantes la mayor parte de ellas, pero también fue nuevamente perseguido por sus pensamientos e ideas políticas y tras ser interrogado por el Comité de Actividades Antiamericanas decide escapar con rumbo a Suiza.

Suiza se convirtió en el único lugar donde pudo vivir y tres años más tarde consiguió la nacionalidad austríaca. Gracias a ello pudo volver a Alemania tras 15 años de exilio instalándose en 1948 en el Berlín Oriental. Nunca dejó de escribir teatro y obras diversas. En 1956 tras contraer una inflamación del pulmón murió de una trombosis coronaria. Pero todavía hoy su influencia en el teatro moderno sigue viva. Supo manejar sus pensamientos y sus ideas dentro de sus historias, aprovechó su oficio para identificarse con la estética. De hecho la estética estaba ligada a la forma y a las ideas.

Tuvo claro que su enemigo era la burguesía e intentó luchar contra ella a su manera. Trabajaba para entretener pero también para activar conciencias. Conmovía, emocionaba y daba sentido a muchas cosas. Su famoso efecto de distanciamiento era un arma contra el romanticismo y el sentimentalismo. Tenía crítica y la utilizaba, tenía compasión con los seres humanos en general y su humanidad estaba fuera de toda duda.

«Al río que todo lo arranca lo llaman violento,

pero nadie llama violento al lecho que lo oprime»

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Albert Camus

Publicado: 22 de septiembre de 2012 en Literatura
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«No ser amado es una simple desventura.

La verdadera desgracia es no saber amar»

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Albert Camus desarrolló un humanismo personal, fundado en la conciencia del absurdo de la condición humana. Fue un observador innato sobre todo aquello que le rodeaba. Fue novelista, ensayista, dramaturgo, filósofo y periodista francés, aunque nacido en Argelia en noviembre de 1913. Toda su familia eran colonos franceses, los famosos ‘pieds noirs’, que se dedicaban al cultivo del anacardo en Constantina. Su madre, nacida en Argelia y era de origen menorquín pero analfabeta y totalmente sorda. Su padre, Lucien, trabajaba en una finca vinícola, de origen alsaciano, pero que escapó de su tierra natal, como hicieron muchos otros, por la anexión de Alsacia por Alemania tras la guerra franco-prusiana. Fue movilizado durante la Primera Guerra Mundial y herido en combate en la batalla del Marne, falleciendo en octubre de 1914, cuando Albert tenía tan sólo un año. Ese hecho provocó que la familia se trasladara a Argel, a casa de su abuela materna. Una vez en Argel, el pequeño Albert realizaría sus estudios primarios y secundarios.

Desde muy joven comenzó a escribir, era su pasión. Obtuvo un diploma de estudios superiores en letras, en la rama de filosofía. Pero contrajo tuberculosis y le impidió participar en el examen de licenciatura. En 1935, con 22 años de edad, comenzó a escribir ‘El revés y el derecho’, publicado dos años después. Una recopilación de ensayos escritos en Argelia en su primera juventud que contiene reflexiones muy sinceras. Su inspiración, según él mismo, es el mundo de pobreza que vivió durante mucho tiempo. Durante esa época abandonó el Partido Comunista. Comenzó a trabajar en el Diario del Frente Popular, pero justo entonces se prohíbe la publicación de su investigación ‘La miseria de la Kabylia’ teniendo un gran impacto. El Gobierno de Argelia maniobra para que Albert no encuentre trabajo y decide emigrar a París para trabajar como secretario de redacción en el Diario Paris-Soir.

«He comprendido que hay dos verdades, una de las cuales jamás debe ser dicha»

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Andre Prudhommeaux, anarquista reconocido, le presentó en 1948 en el movimiento libertario, como simpatizante del pensamiento anarquista. Ya había escrito en varias publicaciones anarquistas y, junto a otros, expresó su apoyo a la revuelta de 1953 en Alemania Oriental, también durante el levantamiento de los trabajadores de Poznan, Polonia, en 1956 y después en la Revolución húngara. Su apoyo por dichas causas quedó fuera de toda duda. En 1956 lanza su llamada a la tregua civil en Argel, pidiendo a los combatientes del movimiento independentista argelino y al ejército francés, el respeto y la protección para la población civil.

Camus se opuso al cristianismo, al marxismo y al exitencialismo. Rompió su relación con Jean Paul Sartre, no dejó de luchar contra todas aquellas ideologías que alejaban al hombre de todo lo que fuera humano. Y dedicó buena parte de su vida a cuestionar y a filosofar sobre sus propias convicciones, y para demostrar lo destructivo de toda la ideología que propusiera una finalidad en la historia misma del hombre. Recibió el Premio Nobel de Literatura  en 1957 por el conjunto de una obra que ponía de relieve los problemas que se plantean en la conciencia de los hombres de hoy. Falleció en enero de 1960 en un accidente de coche. La anécdota es que tiempo atrás había declarado: ‘No conozco nada más idiota que morir en un accidente de automóvil’. Entre los papeles que llevaba en ese momento se encontró un manuscrito sin terminar, titulado ‘El primer hombre’, con un fuerte contenido autobiográfico y de gran belleza. El manuscrito no se publicó hasta 1994 cuando sus herederos se decidieron a cederlo para su publicación. Un libro con una gran belleza narrativa y de especial e intensa emoción, que narraba sus primeros años en Argelia y sus dificultades para terminar sus estudios y también la importancia de todos los personajes que forjaron su carácter y su formación. En cierta forma lo utilizó como homenaje a todas esas personas que significaron tanto en su vida.

«No camines delante de mí, puede que no te siga.

No camines detrás de mí, puede que no te guíe.

Camina junto a mí y sé mi amigo»

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Pero su mejor obra sin duda fue ‘El extranjero’, una novel adonde describe las vicisitudes de un individuo incapaz de expresar sentimientos o de forjarse una moral, que vive la escisión entre la sensación, la razón y la emoción, y que reacciona sin razón ni motivo aparente. Publicado en 1942, demuestra y describe la carencia de valores del mundo contemporáneo como consecuencia de la frustración y la desesperanza en la que Europa se vio sumergida después de la guerra. El protagonista refleja la filosofía del absurdo, la sensación de alienación, la del desencanto frente a la vida misma. El aburrimiento, la cotidianidad lo van haciendo lentamente insensible, indiferente y hasta casi despiadado. Parece que da igual ser de una forma o de otra. Pero la novela también reafirma las cualidades positivas de la fraternidad humana. Una obra que lleva a la reflexión acerca de la importancia de encontrar un sentido a la vida. El hombre nace libre y con esa condición debe superar todos los obstáculos que le van apareciendo, al igual que el absurdo y que el sin sentido.