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La llegada de los españoles a México

Publicado: 28 de junio de 2012 en Historia
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Unos descubriendo mundo, o al menos, eso decían. Otros anclados en culturas tribales, orgullosos de sus rituales. Una mezcla extraña que un día se vio agitada cuando un grupo de soldados españoles vencieron al Imperio azteca, dejaron atrás más de 3000 años de historia, destrozaron una civilización milenaria, implantaron un nuevo sistema religioso y social, cambiando su organización política y cultural. Para los historiadores es un hecho fuera de todo ámbito, dado que nunca se vio como una historia de una sociedad podía sufrir una transformación tan radical en un período tan corto.

Muchas razones se pueden interpretar para tratar de entender primeramente cómo un grupo de soldados fueron capaces de osar combatir con un ejército que les superaba enormemente; y cómo fueron capaces de someter a un pueblo ancestral con tanta facilidad, así como las consecuencias de que su llegada tuviera un efecto tan devastador. Pero si queremos ser honestos con la historia quizá la palabra azar sería la correcta. Aunque hubieron otros factores, como por ejemplo, los propios caracteres de los protagonistas de la contienda, un genio implacable y maquiavélico llamado Hernán Cortés, y el indeciso y superticioso emperador Moctezuma II Xocoyotzin.

Hay que comenzar imaginando lo diferentes que eran los recién llegados, además de hacerlo a un lugar donde los propios indígenas dudaban de su propia condición humana. Lo que hoy puede ser México muy bien podría ser definido por el cruce que se hizo en esa época. La mayoría de mexicanos son mestizos, mezcla de sangre indígena y europea, descendientes lógicamente de las dos culturas. Pero para los mexicanos, Cuauhtémoc, el último emperador azteca es un héroe nacional, Hernán Cortés es considerado un villano y los indígenas que se aliaron con él, los tlaxcaltecas, unos traidores. La realidad, como suele ocurrir generalmente, es mucho más compleja, más rica, más fascinante y más cruel.

La España de 1492 podría ser tratada en varios capítulos y en unas frases se hace breve y escasa para comprender semejante sociedad. Pero la sociedad había librado una batalla interna entre las tropas cristianas y las musulmanas. Casi 700 años de luchas sin cuartel, ambiciones sin depurar, pobreza, miseria, ansias de poder por parte de cuatro y un futuro desalentador para el resto. Todos esos conquistadores españoles que ambicionaban territorios en América eran descendientes directos y naturales de los caballeros de la Reconquista. Tras desembarcar en el Caribe y establecer bases en varias islas, como La Española (Haití y República Dominicana) y Cuba, la cultura de esos militares era promover un colonialismo rozando la esclavitud, explotando a los nativos en la extracción de oro, además de los propios recursos naturales de cada zona. El siguiente paso era adentrarse en el continente, sobre todo por las historias que se contaban de oro y plata. La tentación de riquezas eran superiores al temor, a los ejércitos locales y a las condiciones del lugar.

Diego Velázquez, gobernador de Cuba, ordenó a Hernán Cortés que fuera con una expedición hacia el oeste. Y mientras éste preparaba el viaje Velázquez comenzó a albergar dudas sobre los costes de la misión, y también sobre la lealtad de Cortés. Todo eso le llevó a cancelar la expedición. Pero la ambición de Cortés era tan grande y despiadada que hizo caso omiso de las órdenes y zarpó un 15 de febrero de 1519 con 11 naves, 550 hombres y 16 caballos. Y esa expedición arribó primero a las costas de Cozumel, para más adelante seguir hacia la costa de Tabasco derrotando a los que se iban encontrando por el camino. La mezcla del vestuario de los caballeros, con sus armaduras y encima de esos caballos fueron suficientes para que muchos de los nativos salieran corriendo despavoridos, asustados, creyendo que ese aspecto correspondía a una bestia inhumana.

Cortés siempre tenía un discurso preparado para los nativos, aunque se hace difícil imaginar cómo podían comprender sus palabras. Aún así aprovechaba para comunicarles la importancia del cristianismo y la grandeza del emperador Carlos V. Esos lugareños, entregados, le ofrecieron 20 doncellas, entre las que se encontraba doña Marina (La Malinche), que a la postre se convertiría en su intérprete, compañera, colaboradora y amante. Muchas de las ciudades de la costa dieron la bienvenida a los españoles siendo el pueblo más aliado de ellos el de los tlaxcaltecas, simplemente porque vieron una oportunidad de derrotar a sus enemigos históricos los aztecas.

Pero para comprender el conjunto de la historia hay que conocer también el carácter de emperador Moctezuma. Era un personaje muy peculiar, absorto en un carácter muy indeciso e inseguro, acomplejado por las historias, las leyendas y las creencias aztecas. Cuando comenzó a escuchar esas historias que hablaban de ‘torres que se elevaban sobre las aguas del mar’, repletos de hombres de tez blanca, armados como bestias y envueltos en acero, no pudo evitar recordar lo que contaba la leyenda azteca sobre su calendario, donde preconizaba que en 1519 se produciría el regreso del legendario dios-rey tolteca Quetzalcóatl. Si Cortés era ese individuo o no seguiría siendo la duda de Moctezuma durante todo el proceso. Lo que hizo fue esperara a que llegara. Pero, curiosamente, los augurios se sucedieron, y casualmente un rayo cayó sobre un templo, un cometa surcó la noche y un pájaro con un espejo en la cabeza fue llevado ante Moctezuma, que vio guerreros reflejados en él.

Lo que todo eso provocó fue que los españoles fueran invitados el 8 de noviembre de 1519, junto a sus 6000 aliados indígenas, a entrar en Tenochtitlán, la mayor ciudad que cualquier ciudadano español de la época hubiese podido imaginar.  Y aunque se les trató con toda clase de lujos y honores, no dejaban de ser prisioneros y estar atrapados en el corazón de un imperio que los sobrepasaba en número en una proporción descomunal. Entonces fue que los españoles dudaron de las intenciones reales del emperados azteca y lo hicieron prisionero, y como el propio Moctezuma no tenía muy claro quién era realmente Cortés, contó a su propio pueblo que su reclusión era voluntaria. Y mientras todo esto ocurría otra expedición española había desembarcado en Veracruz, enviada por Velázquez y liderada por Pánfilo de Narváez, con el objetivo de detener a Cortés y devolverlo a Cuba. La reacción de Cortés no se hizo esperar y organizó un grupo de soldados para encabezarlos hasta la costa, dejando el mando en Tenochtitlán a Pedro de Alvarado. 

Alvarado carecía de las dotes frías y calculadoras de Cortés y se puso tan nervioso creyendo que se preveía un ataque sorpresa en cualquier momento que ejecutó a más de doscientos nobles aztecas para asustar a la población. Al regreso victorioso de Cortés (quien hizo huir a Narváez) se encontró con un panorama desolador. Consiguió convencer al emperador azteca de que calmara a su pueblo, éste aceptó y cuando gritaba y se dirigía a la multitud recibió pedradas de los enfurecidos súbditos y murió. Y ahí sucedió otro gran suceso inexplicable, puesto que Cortés, los españoles y sus aliados lograron escapar la noche del 30 de junio de 1520 del palacio totalmente cercado de enemigos y escapar de la ciudad. Y aunque fueron perseguidos y sitiados por un ejército de unos cuarenta mil mexicas, y siendo éstos no más de 500 españoles y 2000 indígenas, con la derrota ya en el zurrón y preparados para ser eliminados, a Cortés se le ocurrió una idea, gracias a las indicaciones de doña Marina, quien le invitó a cargar contra el tepuchtlato, el portaestandarte, para arrebatárselo, mientras otros le clavaban varias espadas. Todos los mexicas fueron poseídos por el horror y el temor que huyeron en desbandada.

Los españoles se refugiaron entonces en Tlaxcala para atacar Tenochtitlán de nuevo en mayo de 1521, acompañados de más de cien mil indígenas. La batalla no fue fácil. Los defensores de la ciudad lucharon y resistieron durante más de tres meses. Cuando pasó ese tiempo, la ciudad estaba completamente arrasada, los cadáveres eran miles y Cuauhtémoc, el último emperador azteca, había sido capturado.