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La caja de Pandora

Publicado: 20 de junio de 2012 en Artículos
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La historia de Pandora es curiosa. Zeus, el padre de los dioses, ordenó a Hefesto, que era el Dios del Fuego y muy famoso por sus habilidades, que realizara una estatua de una hermosa doncella. Realmente, crear a Pandora era un castigo de Zeus a Prometeo por haber revelado a la humanidad el secreto del fuego. El objetivo de crear a Pandora era introducir los males en la vida de los hombres. Ya fuera por castigo o por maldad, el objetivo no contenía bondad por ningún costado. Prometeo robó el fuego de los dioses para entregárselo a los hombres, según la mitología griega.

Zeus ordenó modelar a Hefesto una imagen con arcilla, de una encantadora doncella, que debería poseer la belleza de los inmortales y a la cual le debía infundir vida. Mientras que a Afrodita se le mandó tener gracia y sensualidad, y a Atenea se le concedió el dominio de las artes relacionadas con el telar, adornándola con diversos ropajes. A Hermes se le encargó sembrar en el ánimo mentiras, seducción y un carácter inconstante. La idea era configurar un ‘bello mal’, un don tal que los hombres se alegraran de recibirlo, aceptando sin saber un buen número de desgracias.

«Es mejor viajar lleno de esperanza que llegar»
(Proverbio japonés)
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La sabiduría de Zeus había creado un engañoso mal, al que llamaría Pandora, la omnidotada, pues cada uno de los inmortales había entregado a la doncella algún nefasto obsequio para los hombres. Y la condujo de camino a la Tierra, donde los mortales vagaban mezclándose entre dioses, y tanto unos como otros se pasmaron ante esa figura incomparable. Ella se dirigió hacia Epimeteo, el mismo hermano de Prometeo, dándole una caja de regalo procedente del mismo Zeus. Y aunque su hermano siempre le había advertido que no aceptase ningún obsequio venido del gran Dios puesto que podía suponer un daño irreparable para los hombres y que debía rechazarlo inmediatamente, lo aceptó sin pensar. No se dio cuenta del mal que había aceptado hasta que ya lo tuvo en sus manos.

Hasta ese momento, todas las familias de los hombres, gracias a los consejos de Prometeo, habían vivido libres de todo mal, sin estar sujetos a un trabajo gravoso, exentos de enfermedades. Ese regalo de Pandora era una caja misteriosa provista de una tapadera, y en cuanto Epimeteo abrió la tapa enseguida volaron innumerables males que se desparramaron por toda la Tierra con la velocidad de un rayo. Pero en el fondo de esa caja había un único bien: la esperanza. Pero, guiada por el consejo de Zeus, Pandora dejó caer la cubierta antes de que aquella pudiera echar a volar, con lo cual permaneció encerrada para siempre en la caja.

Las desgracias se multiplicaron, por tierra, mar y aire. Las enfermedades se extendieron entre los humanos, la muerte se olía en todas las esquinas. Se consolidó la vejez, la fatiga, la locura, la tristeza, la pobreza, el crimen y el vicio se impregnaron alrededor de la tierra y solamente la esperanza quedó oculta. Solemos utilizar la frase ‘abrir la caja de Pandora’ cuando queremos decir que alguno de los actos que realizamos en la vida nos van a traer nuevos males o nuevas desgracias. El ser humano parece no admitir que en la vida existen esos males y esas desgracias e intenta desesperadamente escapar de ellos. Y, obviamente, no lo consigue.

Pandora, tanto el símbolo como la palabra misma, ha dado multitud de interpretaciones. Algunos lo han considerado como ‘un regalo para todos’; para otros, representaba la figura que lo daba todo. Algunos incluso la comparan con la Eva bíblica y bien podría ser la precursora de la desgracia de la misma humanidad. El mito en cuestión habla de la justificación teológica de la presencia de fuerzas oscuras dentro del territorio humano. El ansia de Prometeo de obtener mayores ventajas y beneficios para los seres humanos, arrastra a todos ellos a la desgracia. Bien podría decirse que la avaricia rompió el saco. El mismo Zeus catalogaba a los humanos como una mezcla del bien y del mal. Para distraer su realidad, se inventa un engaño vestido de belleza y de amor, una seducción perfecta para lograr el objetivo.

«La esperanza es el peor de los males,
pues prolonga el tormento del hombre»
(Friedrich Nietzsche)
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Pandora nos sirve de ejemplo para comunicarnos lo leves que somos. Nuestra debilidad manifiesta, la que no queremos reconocer en la mayoría de los casos, nos derrumba sin dificultad cada vez que se lo propone. Los males se extienden y quizá son obra del mismo hombre. No debemos achacar a los dioses la culpa de todo. El hombre sigue sin aprender de sus propios errores, la ambición le hace presa fácil para sus propias desgracias. No acostumbramos a aprender de nuestros errores puesto que eso no va unido con la naturaleza humana. La ignorancia se desborda por los ríos de la tierra; llorar es el deporte universal y encarar los problemas no suele ser el pasatiempo favorito. La esperanza nos queda lejos aunque siempre la mentemos. La esperanza nos hará libres siempre que creamos que somos esclavos. La esperanza habita a nuestro alrededor y no está oculta.

«Es necesario esperar,
aunque la esperanza haya de verse siempre frustrada,
pues la esperanza misma constituye una dicha,
y sus fracasos,
por frecuentes que sean,
son menos horribles que su extinción»
(Samuel Johnson)
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