La revolución de la mujer continúa

Publicado: 27 de enero de 2013 en Artículos
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«Elige una mujer de la cual puedas decir:
Yo hubiera podido buscarla más bella pero no mejor»
(Pitágoras)
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La tan manida revolución de la mujer de la década de los sesenta y setenta sigue vigente. No comenzó durante esa época y todavía no ha terminado. En algunos países ha avanzado de forma más eficiente y verdadera. En otros ha ido desarrollándose muy lentamente y en algunos parece que ni siquiera ha comenzado. El fenómeno social marcó un antes y un después. Fue un movimiento social revolucionario que marcó a millones de personas de distintas generaciones. Fue, ha sido, es y será un cambio lento, progresivo y, en muchos casos, silencioso. De todos depende de que se convierta en éxito y en algo duradero y global. Aunque se antoje muy difícil sólo el tiempo podrá dar su veredicto al respecto.
Durante toda la historia, las mujeres se han visto ‘sometidas’ a estructuras patriarcales, a la negación de muchos derechos humanos elementales y fundamentales. Las leyes que existían y que todavía existen en muchos lugares, además de los sistemas tradicionales, la educación, la cultura, la familia, la religión, todos han sido factores determinantes para que fuera muy difícil su evolución en la sociedad mundial. Se buscaba desde el origen una dependencia de la mujer en el hombre. Y en cierta forma era una forma de esclavitud. Cuando surgieron los movimientos feministas perseguían una igualdad absoluta de oportunidades y de igualdad de derechos. Pero ese camino no fue fácil, ni lo está siendo ni lo será en el futuro. Muchos factores obstruyen ese camino. Es una combinación de muchos elementos que dificultan el libre desenlace de los acontecimientos.
Basta-de-agresion
Ya en la Edad Media, la conducta de la mujer era pautada de antemano, ya fuera por la sociedad, la familia o la religión. Se le convertía en novia o en esposa según los intereses. La imagen de una mujer soltera, independiente y autosuficiente no era bien vista pues representaba todo lo contrario de lo que se pretendía. Pero es que las mismas mujeres abogaban en su mayoría por esa conducta y se lo inculcaban a sus hijas. No hace tantas décadas que la educación marcaba el designio de las mujeres. Debían casarse y encargarse del hogar, tener hijos y dedicarse a su familia por encima de todo lo demás. Lógicamente, cuando lo analizamos con perspectiva, eso no tenía ningún sentido, ni a nivel individual ni social. La sociedad en sí está compuesta por hombres y mujeres y lo ‘ideal’ sería que cada persona o individuo hiciera o desarrollara las actividades que mejor pudiera realizar. Eso sería lo ideal. Otra cosa es lo que sucede en realidad. Pero no tiene ningún sentido negar la libertad individual de las personas, ya sea por género, raza o religión. Los derechos son de los individuos.
Las mujeres comenzaron su particular lucha por la igualdad hace muchas décadas. Son famosas aquellas imágenes de las mujeres inglesas que salieron a la calle en el siglo XIX pidiendo el voto femenino.  Algo que hoy en día parece natural pero que fue una batalla constante para millones de mujeres de todo el mundo. El hombre, como género humano diferenciado de la mujer, siempre intentó mantener el poder, ya fuera legalmente, mediante leyes que él mismo dictaba, o mediante la fuerza. Para muchos personas, sobre todo hombres, el concepto de poder se relaciona con el grado de fuerza que se tiene. La intimidación ha servido para ello y la mujer tuvo que saber jugar sus armas de otra manera. El primer sufragio femenino se realizó en Nueva Jersey en 1776 aunque se rescindió en 1807. En la mitad del siglo XIX varios países garantizaron el sufragio femenino y el primero en hacerlo fue Australia en 1861. Aunque el primer sufragio sin restricción alguna y donde las mujeres podían presentarse a las elecciones se realizó en Nueva Zelanda en 1893.
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Para cambiar conceptos y mentalidades, lo primero que había que hacer era educar.  Un dato es curioso: en casi todos los países de la Unión Europea el índice de mujeres que terminan sus estudios superiores es mayor que el de los hombres. Antes el trabajo requería de esfuerzo físico y el hombre era ideal, con el avance tecnológico se han creado muchos puestos de trabajo que las mujeres pueden ocupar. La mujer entró en la escuela y en la universidad. Pero también necesitaba independencia económica. Y para eso comenzó a adentrarse en el mundo laboral. No fue fácil. Y no está siendo fácil. Las desigualdades son evidentes todavía. Las relaciones de pareja también cambiaron. El nuevo rol de la mujer les hizo más fuertes y más decisivas. Las familias se adaptaron a los cambios aunque de forma lenta.
Los cambios sociales suelen llevar tiempo y muchas voces en contra. No es fácil. No se trata de que sea fácil sino de que se consiga. Una vez el cambio logra su objetivo todo parece normal. Pero para que se produzcan esos cambios hay que pensar que no sólo es cosa de las propias mujeres. De hecho, muchas mujeres de esas generaciones estaban totalmente en contra de muchos de esos cambios. La educación recibida, la tradición, la religión y la propia mente conservadora hicieron estragos para muchas de ellas, que jamás vieron la posibilidad de cambiar el concepto de vida que les habían impuesto. Pero también había que contar con muchos hombres de otra mentalidad, que impulsaron con su ayuda el cambio. Puesto que si no hubiese sido imposible.
3 conformarse
Parece que Europa sea el ejemplo de la modernización en ese sentido pero la realidad dice que ahí la desigualdad entre el salario de hombres y mujeres sigue estando por encima del 20%. La mujer occidental tiene hoy varios retos básicos: compaginar su vida laboral y su realización profesional con la maternidad. El cambio de rol que ha experimentado el hombre occidental al respecto ha hecho que la cosa cambie. Los países escandinavos fueron los primeros en ver que las tareas de la casa y de los hijos podían repartirse de manera natural y hoy es algo que cada día es más aceptado, sobre todo por hombres. El trabajo y el esfuerzo de la mujer que se quedaba en casa para criar a sus hijos no se vieron recompensados. La mujer de hoy sabe que para que se le reconozca debe salir fuera y no ser sirvienta de nadie. El trabajo la hizo capaz de ser libre, de tener cubiertas sus necesidades económicas y de realizarse personalmente y crearse una carrera profesional.
Pero, curiosamente, la revolución de la mujer vino también relacionada con las crisis económicas. En tiempos de guerra, las mujeres adquirieron roles sociales jamás presenciados simplemente por la necesidad de la sociedad en cuestión. Y el desempeño de nuevos roles en la mujer no ha parado de extenderse. La mujer ya está integrada en la vida laboral, en muchos casos ocupando puestos que antes estaban destinados únicamente a hombres. Ha desarrollado el rol del hogar, puesto que la independencia de la mujer logró el divorcio y vio cómo tenía que hacerse cargo de los hijos de la pareja, en muchos casos sin tener que abandonar sus obligaciones laborales. Entre 1980 y 2000 el aumento de la mujer en el mundo laboral se incrementó en más de un 20%. Actualmente supera el 70%. Hay que recordar que a principios de la década de los 70 ese porcentaje no sobrepasaba el 15%. Pero el cambio también se ha desarrollado dentro de los puestos de trabajo. Ahora, casi el 75% de las mujeres que trabajan, están tituladas o son profesionales, mientras que en el caso de los hombres este porcentaje apenas supera el 50%. Si nos fijamos en las estadísticas en cuanto a titulaciones de educación superior, en los hombres representa el 20% del total, mientras que en las mujeres roza el 40%. El porqué de todo esto sólo puede tener una respuesta: la formación educativa.
Quizá el cambio más significativo desde los años sesenta y setenta ha sido la mentalidad del propio hombre. Aunque no de todos. De hecho, la mentalidad del hombre en casi todo el mundo sigue siendo machista. El machismo se define como el conjunto de actitudes y prácticas sexistas llevadas a cabo en pro del mantenimiento de órdenes sociales en que las mujeres son sometidas o discriminadas. Es el mayor causante de la homofobia. Y se distinguen distintas capas de machismo desde la infancia hasta la edad adulta. El machismo va cogido de la mano de la ignorancia. Cuando la ignorancia domina y gobierna las mentes fenómenos como el machismo campa a sus anchas. Para cambiar esa mentalidad hay que cambiar la educación. Y aún cambiando la educación nunca tenemos la seguridad de que ese pensamiento vaya a cambiar, aunque por lo menos ayudará a no desarrollarlo. El hombre como hombre siempre ha creído ser alguien superior con respecto a la mujer. Tanto a nivel físico como mental. El porqué de todo eso nunca se ha podido explicar del todo porque los argumentos se caen como castillos de naipes. El machismo ha traído consigo comportamientos que se han convertido en lacras para la sociedad, como por ejemplo la violencia doméstica, la violencia sexual y la trata de mujeres.
Los hogares han cambiado. La familia como concepto tradicional ha cambiado. Muchos hogares son monoparentales y en su mayoría con mujeres al frente. Más del 30% de los hogares están gobernados por mujeres. La mujer también se ha dado cuenta de que puede ser madre sin necesidad de tener que ‘aguantar’ a nadie. El número de madres solteras no se ha detenido. Las relaciones de pareja han cambiado porque las mujeres se dieron cuenta de que podían dejar a sus parejas, pero los hombres también evolucionaron en ese sentido, aunque no todos. Para muchos hombres su mujer es suya, es como una propiedad. Perder a su pareja porque ella lo decida no entra en sus planes o en su cabeza, simplemente porque le educaron así. Y muchas veces esa educación vino proporcionada por sus propias madres. El machismo era cosa de hombres y mujeres.
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Pero hay un error cuando se identifica al feminismo o al movimiento que engloba el término con la idea única del género humano. El feminismo no es sólo arropado, apoyado y trabajado por mujeres. Para que el movimiento pudiera tener un empuje se tuvo que valer también de muchos hombres, como ahora y como en el futuro. Es necesario un cambio mental en la sociedad global, en su conjunto, en hombres y mujeres para lograrlo. Muchas veces el término ‘feminismo’ ha sido tratado injustamente, siendo criticado más de la cuenta. Pero eso ha sido por parte de los que abogan porque la tradición continúe y los cambios no se vean logrados.

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