«Un hermano puede no ser un amigo,
pero un amigo será siempre un hermano»
(Demetrio De Falero)
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Necesitaríamos escribir miles de páginas, leer cientos de libros, compartir decenas de días, escuchar opiniones durante horas, y difícilmente llegaríamos a poder describir lo que es la amistad. Esa palabra que tanto se utiliza y que tan poco se practica.
Tener un amigo es el tesoro absoluto. Tener muchos amigos puede ser una bendición. Lo cierto es que sea uno o veintiuno, los amigos son esas pequeñas joyas que hemos ido almacenando y diseñando con el paso de los años, y que conservamos con sumo cuidado en el rincón más cálido de nuestro corazón.
Está de moda en las redes sociales ‘tener amigos’, como si eso fuera tan fácil de conseguir. Con darle un clic a un ratón puedes hacer 25 amigos en un día, por ejemplo, y eso nos daría una media de 750 amigos al mes. Aquel que imagine que tiene muchos amigos será porque realmente no tiene ninguno. Porque si tuviera uno de verdad no podría compararlo al resto que dice tener. Y no se trata de imaginar que se tienen si no de disfrutarlos.
Vivimos tiempos de tremenda confusión. Y esa confusión se mezcla con la más absoluta ignorancia. El cóctel resultante es decepcionante. El mundo tiende cada día más al individualismo, pero más que por necesidad es por obligación. Se están perdiendo las formas sociales, no interesan los problemas del otro a no ser para criticar o para hacer negocio. Lo que no nos reporta un beneficio lo vemos como algo superfluo, a menudo inútil, algo que no necesitamos y que seguramente nos hará perder el tiempo.
Todo el mundo busca información desesperadamente por todas partes pero nadie es capaz de escuchar al que tiene a su lado. Ayudar a alguien ya parece hecho para cuatro imbéciles que no saben qué hacer con su tiempo. La confianza se va perdiendo con la misma rapidez con la que el mundo se está recalentando.
No tiene más amigos aquel que los desea sino el que los construye…
Construir un amigo significa tiempo, mucho tiempo y esfuerzo, mucho esfuerzo, y no esperar nada a cambio o casi nada, que no es lo mismo pero es igual, es estar ahí y volver a estar ahí, o no estar, según el momento, es hablar mucho y poco, es callarse siempre o a menudo, es criticar o volver a criticar, tantas veces como hagan falta; es reírse a gusto, es animar, es consolar, es escuchar, sí, ¡escuchar! y volver a hacerlo, es escuchar un poquito más cuando ya pensabas que se había acabado, es repetir el consejo aunque sepas que no te van a hacer ni caso, es volver a escuchar si hace falta y otra vez si no hay más remedio, es observar objetivamente para poder analizar, es perder tiempo que sabes que no recuperarás, a veces es dinero, y muchas veces también, es saber comprender lo que no puede comprenderse, es analizar para poder opinar, es negar aunque te duela, es rechazar en caso necesario, sí, a veces es decir no, otras decir sí, y si hace falta, es aceptar sin condiciones, sin razones, es compartir todo y nada, un momento, un día, un mes o una vida, es dialogar para conocer, es hablar, es hablar mucho y más, porque nunca será poco, hablar de todo y de nada, hablar incluso cuando no tienes ganas de hacerlo, es compartir un silencio, o una noche, o un baño, o el último plato, es resignarse, es profundizar, es sacar conclusiones, es decir la verdad, es explicar, es razonar, es escuchar (de nuevo), es volver a escuchar, es hablar lo justo, es decir lo necesario, es sonreír a tiempo, es mirar sin hablar, es mirar con intención pero con firmeza, es coger el teléfono aunque te cueste, es salir de paseo aunque no te apetezca, es hacer todo lo que no harías, es decir lo que no le gusta a nadie escuchar, es mentir lo necesario, es decir lo que piensas, es estar preparado a recibir sorpresas, es estar preparado para recibir golpes, es prepararse para lo peor, es prepararse también para lo mejor, es disfrutar con lo bueno y con lo malo, es saber que alguien está siempre a tu lado, es tener la seguridad de que alguien piensa en ti, que alguien se preocupa por ti, es como tocarte la lotería un día sí y otro también, es saber que ese amigo lo has construido tú y que esa labor lenta pero segura se ha convertido en algo muy valioso para ti, en algo que no puedes permitirte perder jamás.
Me siento muy orgulloso de mis amigos. Todos y cada uno forman una pequeña parte de mi vida, de la vida que he construido yo. Sin ellos, yo no sería el mismo, perdería todo el significado como individuo. Con todos ellos he aprendido, he vivido, he sentido, he pensado, he dialogado, he compartido, he comprendido, he divagado. Con todos he podido saborear mejor todos los buenos momentos de esta vida y que con el tiempo he reconocido como lo único que merece la pena. Sé con certeza que no abandonan, que están ahí. La amistad te habla de muchas cosas pero nunca de abandonos, de lejanías o de olvidos. La amistad es esa dama cercana que siempre descansa a tu lado, incluso aunque se encuentre en la otra parte del mundo. La amistad es el lento pero seguro caminar que nos conduce a la excelencia, al breve pero encantador momento de la razón y de la alegría, a la ansiada búsqueda de las respuestas que nunca llegan y que ya no importan. La amistad no entiende de beneficios porque no los utiliza; tan solo está dispuesta a compartir y eso se llama ‘grandiosidad’.
Valoremos a esos amigos, sean dos o sean cuatro, que cuando analicemos el balance continúen junto a nosotros en la memoria, en los recuerdos, en las pequeñas cosas, en el todo, en el límite de la angustia y de la desesperación, en la más inquietante orilla de nuestras vidas. Adoremos a esos seres que jamás nos pedirán nada si no es por necesidad, que jamás abandonarán el barco aunque se hunda, que jamás olvidarán y que nos darán muestras de su eterna complicidad.
A todos los que considero mis amigos. Un gran abrazo. Seguid siendo cómplices de esta aventura que nos embarga y nos llena, de esta maravilla llamada vida que en tantos momentos hemos compartido y seguiremos compartiendo, estemos donde estemos…