La rutina

Publicado: 30 de agosto de 2013 en Artículos
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«Dicen que la rutina mata al amor, pero el verdadero amor mata a la rutina»

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Con la rutina aspiramos a continuar con lo conocido. No aspiramos a más. Acostumbramos a aceptarla, pues nos invade sin pensar. Con la rutina hacemos la mayoría de las cosas por inercia. Nos dejamos llevar. No pensamos. Nos invadimos de la nada que nos lleva o conduce hacia donde ya sabemos, y hacia donde ni siquiera hemos decidido ir. Y contra la rutina se debe luchar, se ha de perseguir, hay que derrotarla hasta el momento justo en el que nos olvidemos de ella, y cuando vuelve a aparecer (que aparecerá) volverla a aniquilar. Desde que nacemos, desde bebés, la rutina forma parte de nuestras vidas. Desde el momento justo de despertar, de comer, de pasear, de jugar, de trabajar, de estudiar, de emplear nuestro tiempo libre y cómo, de acostarnos, etc. Somos terriblemente habilidosos para hacer siempre lo mismo a la misma hora y en el mismo sitio. Y lo conocido nos seduce, nos da calma. Lo distinto parece crearnos conflictos cuando debería ser al revés. Como seres humanos nos excitamos con lo nuevo, con lo diferente, pero a la hora de decidir, casi automáticamente, hacemos lo de siempre. Ya sea por ser conocido, por considerarnos más prácticos, por creernos ser más cómodos, por ser lastimosamente perezososs, o por un poco de todo.

«La rutina es un mar de aguas turbulentas,

llega un momento en el que te cansas de nadar a contracorriente

y te tienes que dejar llevar, para, al final, morir ahogado en el aburrimiento»

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Razonamos. Pero poco. O no tanto como deberíamos. Sometemos nuestras acciones a la más pura simplicidad. Si las pensáramos más detenidamente seguramente las haríamos de mil formas distintas, puesto que no desearíamos repetirlas. Y, sin embargo, las repetimos. Una y otra vez. El hombre tropieza a menudo en la misma piedra y comete los mismos errores, además de realizar las mismas acciones una y otra vez, sin ni siquiera pararse a pensar porqué lo hace. Es una habilidad natural, innata, que se apodera del individuo, para que éste haga las cosas como una costumbre. Una habilidad que nace de la costumbre. De la costumbre de no cambiar. Una programación personalizada de la misma acción.

La rutina es un hábito que se adquiere al repetir una misma tarea o actividad muchas veces, o a diario. Implica una práctica  que se desarrolla de forma automática, sin implicar razonamiento alguno. ¿Algo conocido? Naturalmente. Decimos continuamente que odiamos la rutina, que escapamos de ella, cuando la realidad nos debería hacer reflexionar sobre lo que nos ocurre. Romper con la rutina depende de nosotros mismos, de nadie más. Si nos dejamos llevar, inconscientemente realizaremos las mismas pautas, en los mismo momentos. Casi de forma programada. Y es que la vida cotidiana está repleta de rutinas. Desde que nos despertamos efectuamos una serie de acciones que prácticamente se repiten y a la misma hora. Nos encontramos cómodos con ese sistema puesto que lo conocemos y nos adaptamos de forma espectacular a ello. Nos levantamos, vamos al baño, nos lavamos la cara, desayunamos lo mismo, nos preparamos para salir a la calle de la misma forma, organizamos nuestra rutina en su forma idónea, sin perder detalle. Paso a paso. Todo programado. Cada cosa en su momento, nada cambia, todo sigue igual que ayer, que anteayer, que siempre…

«Aburrirse es besar a la muerte»
(Ramón Gómez de la Serna)
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Salimos al trabajo por el mismo camino, encontrándonos a menudo con la misma gente, utilizando el mismo medio de transporte y a la misma hora. Y si algo de todo esto falla lo notamos en seguida, porque algo nos indica que no está igual que la última vez. Y la rutina fácilmente se asocia al tedio y al aburrimiento, puesto que nada reviste chispa, motivación. Y ahí está la clave de nuestra propia existencia, en la aventura de vivir cada día de forma diferente. Eso anhelamos. Y qué poco hacemos para hacerlo realidad. Cuando alcanzamos el estado de hastío o aburrimiento lo notamos como una falta absoluta de nuestro tiempo, pero a veces ocupamos nuestro tiempo en invadirla de rutina, que nos lleva inevitablemente al aburrimiento. Es un círculo del que parece que no queremos salir.

Existimos. Tenemos sentido. Lo advertimos. Aunque a menudo no lo veamos, no lo sintamos. Hacemos cosas que no hemos planeado, por el simple hecho de estar aburridos, por el simple hecho de tener que hacer algo. El tedio es un enemigo y debemos defendernos de él. Con todas nuestras fuerzas. El aburrimiento es la propia existencia desprovista de sentido. Y nos perjudica enormemente llevándonos a realizar cosas inimaginables, por el mero hecho de estar aburridos. Curiosamente, el ser humano combate el aburrimiento realizando tareas que no requieren esfuerzo físico o mental, para mantenerse absorto y evadido en el mismo espacio del aburrimiento. Se habla de pasar el tiempo, de matar el tiempo. Pero, ¡qué poco se habla de vivir el tiempo!

Trasladamos nuestra rutina incluso cuando nos hayamos ociosos, de vacaciones, con tiempo libre. Provocamos actos rutinarios por doquier, sin lamentarnos. Quizá porque con la rutina que nos va matando nos sentimos más seguros, más fiables, más conocidos. No hay tantos cambios, ni imprevistos, ni cosas raras. Si realizamos todo como siempre ahorramos tiempo, somos muy prácticos, no pensamos, no imaginamos. Y es ahí donde reside la clave del espacio por el que nos solemos mover. El apostar por lo que conocemos en lugar de buscar nuevos bríos, nuevas vías, nuevos caminos, nuevos métodos, nuevos proyectos. Y en esa misma ilusión que podemos provocar romperemos con la rutina, que nos atenaza una y otra vez y no nos deja abrir las ventanas de otros posibles mundos.

«La rutina es la muerte del heroísmo»

(Pelham Grenville)

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comentarios
  1. La Rutina By Tete

    Me encantan todas las entradas que se han publicado. Hoy en particular quiero comentar sobre el tema de la rutina.

    La rutina Constriñe el alma y encadena el cuerpo. Ya lo decía Nietszhe.»Nada hay más repugnante que el hombre tranquilo» Y ¿felicidad?, ¿cuál?, ¿la que encierra el «ideal negativo de felicidad» y que Zuleta describe cuando señala que «…amamos los dioses, las cadenas, los amos, las seguridades, la vida sin conflictos porque nos evitan la angustia de atrevernos a pensar por sí mismos y porque deseamos una vida sin riesgos, sin lucha, sin búsqueda de superación, sin dolor y sin muerte»? Ese tipo de felicidad es como «besar a la muerte».

    A vivir…Aquí, Ahora…

    Los dejo con esta hermosa sentencia de Goethe que tiene que ver con el tema:

    Mientras tú no puedas comprender
    este «¡Muérete y transfórmate!»
    no serás más que un huésped melancólico
    en la tierra tenebrosa.

    Vive intensamente cada día como si fuera el último…
    Hermosa entrada…
    Gracias por compartirla.
    @Anna14Mor

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