Archivos para 31 de julio de 2012


«A veces hay que estropear un poquito el cuadro para poder terminarlo»
(Eugène Delacroix)
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Aunque nació en Dublín (Irlanda) y casi toda su niñez transcurrió en ese país, a Francis Bacon siempre se le ha considerado un pintor inglés debido a sus raíces familiares inglesas y que desarrolló buena parte de su producción en Londres. De todas formas, era irlandés y eso no se puede negar. Nació en octubre de 1909 y murió en Madrid (España) en abril de 1992. Tratado y definido como un artista expresionista. Sus cuadros tienen influencia de Munch en los trazos y en las tonalidades de Van Gogh. Hay influencias manifiestas de Goya por la angustia que quiso describir en sus obras. Trabajó la representación de la figura masculina y femenina, aunque por regla general de forma desfigurada y aterradora, dentro de espacios cerrados y ténebres.
«Un pintor es un hombre que pinta lo que vende.
Un artista, en cambio,
es un hombre que vende lo que pinta»
(Picasso)
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Destacaron sus retratos y autorretratos, sobre todo ‘George Dyer en un espejo’ (1968) donde se refleja la fragilidad del ser y también la época que vivió y que le marcó, la Segunda Guerra Mundial. También supo reflejar con realidad cruda el belicismo, la capacidad del ser humano por ser violento y la inclinación de la naturaleza humana por la violencia. Ejemplos claros y rotundos de ello fueron ‘Cabeza rodeada de carne de vaca’ (1954) o ‘Perros que gruñen’. Fue una carrera larga y fructífera, donde supo introducirse en el informalismo, en el expresionismo y en el surrealismo, pero quizá sus obras entran dentro del racionalismo. Para algunos, su obra no pertenece a esa corriente. Una pintura de corte expresionista pero muy difícil de clasificar, porque realmente nunca perteneció a ningún movimiento artístico.

Él consideró que proseguía una línea pictórica postpicasiana, siguiendo la vía abierta que Picasso dejó con la figuración y la representación obsesiva del cuerpo humano. Según el filósofo Gilles Deleuze, Bacon es el que mejor representaba al hombre del siglo XX. Junto con Giacometti, Bacon llevó al hombre a su mejor representación artística, en relación al hombre angustiado por la vida, pero entusiasmado por el arte.

«El ojo recibe de la belleza pintada el mismo placer que de la belleza real»
(Leonardo Da Vinci) 
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Su infancia transcurrió entre los entrenamientos de su padre dedicados a los caballos en Dublín pero, que debido a la Primera Guerra Mundial, tuvo que mudarse con su familia a Londres en 1914. De hecho, la familia Bacon vivió entre Londres y Dublín durante 1914 y 1925. Su infancia no fue fácil. Su asma crónica le hizo tener una formación escolar algo irregular, dado que su enfermedad le impedía a menudo acudir al colegio. Cuando sus ataques asmáticos eran fuertes le administraban morfina. Y cuando tenía 16 su padre le echó de casa ya que manifestó sus inclinaciones homosexuales. En 1926 comenzó a tomar lecciones de dibujo en la St.Martin School of Arts de Londres. Luego se trasladó a vivir entre Berlín y París donde comenzó a trabajar como decorador de interiores y es precisamente en esa época cuando comienza a pintar, sin alcanzar ningún reconocimiento.
Durante medio año vivió cerca de Chantilly, alojado por una pianista y aficionada al arte que había conocido anteriormente en una exposición en París. Hubo un cuadro conservado en el Museo Condé de esa localidad que le inspiró de forma desmedida. Se trataba de ‘La masacre de los inocentes’ de Poussin. Pero, sin duda, la influencia mayor llegó cuando visitó una exposición de Picasso en París, para el joven Francis fue un antes y un después en su carrera: «Aquellos pierrots, desnudos, paisajes y escenarios me impresionaron mucho, y después pensé que quizá yo también podría pintar».
Ahí decide que el tema de sus pinturas sería la vida en la muerte. Deseaba buscar a su yo más vital, pero también al más autodestructivo. En 1929 regresó a Londres y comenzó a pintar en óleo. Sin lograr todavía ningún reconocimiento, con 35 años decide destruir casi todos sus cuadros. Es en 1944, con la finalización de su tríptico titulado ‘Tres estudios de figuras junto a una crucifixión’ cuando gana la aceptación del público y de la crítica, considerando dicha obra como uno de los cuadros más originales en el arte del siglo XX. Otro rasgo que destacó en Bacon fue su propio carácter, tan atípico como dado a llamar la atención. En 1964 conoció a George Dyer, que sería a la postre su amante durante muchos años. La forma de conocerle fue sorprendente, le sorprendió robando en su taller y esa misma noche acabaron acostándose juntos. Aunque dicha relación fue tormentosa, la utilizó de forma inspiradora, y el final fue dramático, con Dyer suicidándose con pastillas en 1971. Más tarde comenzaría otra relación con un joven llamado John Edwards, quien sería el heredero de sus bienes, valorados en más de 10 millones de libras.
«El arte de la pintura consiste en aclarar y oscurecer los tonos sin decorarlos»
(Pierre Bonnard)
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La vida de Bacon siempre fue solitaria y dada a escándalos. Vivió grandes etapas de actividad sexual y tenía gustos e intereses muy inusuales, vestía de forma austera y seguía una rutina diaria más propia de un trabajador. Acostumbraba a ir al pub tras la jornada laboral. Era curioso y descuidado. Acumulaba recortes de prensa y fotografías de obras de arte antiguas, sobre todo de Velázquez. Le interesaban las películas de atletas, de animales, le fascinaba el movimiento de los seres vivos. Su taller era el desorden y acostumbraba a pisar sus propias obras acumuladas en el suelo. Muchas de sus obras fueron desechadas por él cuando no se sentía satisfecho. Algunas de ellas fueron regaladas al electricista que le reparaba alguna cosa en la casa. Su taller, tras su muerte, fue donado por el heredero Edwards al museo Hugh Lane Municipal Gallery de Dublín. De hecho, fue desmontado y trasladado como una obra de arte en sí misma a dicho museo.
Lo más curioso de su obra fue que en vida sólo fue muy apreciado por conocedores y coleccionistas hasta que alcanzó una edad madura. Y, sin embargo, tras su muerte, su obra experimentó un espectacular repunte de precios en el mercado de las subastas. Algo vio antes de morir, a comienzos de la década de los 90, pero no lo suficiente como para comprobar el fenómeno en lo que se convirtió. Pero siempre se mantuvo ajeno al éxito, vestía con ropas oscuras y con aspecto más bien bohemio. Dicen las malas lenguas que varios de sus compañeros sexuales se aprovecharon económicamente de él. Sea como fuere, no debemos olvidarle nunca. Su arte y su magia, su creatividad y su estilo estarán dominando la pintura del siglo XX y en la memoria nos quedarán sus imágenes.