Archivos para 7 de julio de 2012


«Siempre me han inventado amores que no tenía,

de lo cual no me quejo,

porque esto me ha servido para que la gente no se diera cuenta

de los que efectivamente tenía»

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Diego Rivera fue uno de los artistas mexicanos  más famosos y reconocidos en todo el mundo. Nacido en Guanajuato en diciembre de 1886 y destacó por su arte como muralista. Famoso por ser simpatizante de la causa comunista y plasmar con sus obras un alto contenido de mensaje social. Muchas de sus obras se exhiben en edificios públicos. Fue el artífice de varios murales que descansan en distintos puntos del centro histórico de la Ciudad de México y en otras ciudades mexicanas, como Cuernavaca y Acapulco. También hay otras suyas en San Francisco, Detroit y Nueva York.

Al año y medio de haber nacido murió su hermano gemelo Carlos. Estuvo en la Academia de San Carlos en Ciudad de México donde conoció al paisajista José María Velasco. Y en 1905 recibió una beca para poder viajar a España y realizar estudios de las obras de Goya y El Greco, entre otros. Fue esa una época donde alternó sus viajes y sus estancias. Hasta 1916 visitó y residió en México, Ecuador, Argentina, España, Francia y Bolivia. En Francia se puso en contacto con los artistas que merodeaban a diario el barrio de Montparnasse, conoció a intelectuales y a muchos artistas que admiraba, como Pablo Picasso, Valle Inclán o Alfonso Reyes Ochoa. Ahí fue como se introdujo en el cubismo.

«Mi estilo nació como un niño, en un instante;

con la diferencia de que a ese nacimiento

le había precedido un atribulado embarazo de 35 años»

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Conoció también durante esa época a su primera esposa, Angelina Petrovna Belova, una pintora rusa que era conocida como Angelina Beloff, y con ella tuvo a su primer hijo, Diego, el cual murió al año de edad. En 1917, su desarrollo como artista le condujo a conocer y descubrir el postimpresionismo, de la mano de Paul Cézanne, una plataforma que le sirvió para diferenciarse de todo el resto de muralistas mexicanos, dado que interpretó como nadie la técnica de los acabados y el uso de colores vivos. Un tiempo después y gracias a una relación extramatrimonial que nunca quiso reconocer nacería su hija Marika. Su madre era Marievna Vorobieva y aunque nunca llegó a ser su esposa sí fue sustentada económicamente por el pintor.

«¿Las mujeres que he amado?

Tuve la suerte de amar a la mujer más maravillosa que he conocido.

Ella fue la poesía misma y el genio mismo.

Desgraciadamente no supe amarla a ella sola,

pues he sido siempre incapaz de amar a una sola mujer»

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En 1920 se trasladó a Italia para conocer desde dentro el arte renacentista. Pero la llegada de José Vasconcuelos a la secretaría de educación hizo que regresara a México para participar en las campañas emprendidas por el secretario. Ahí tuvo la oportunidad de participar junto a otros muralistas mexicanos como José Clemente Orozco, Rufino Tamayo o David Alfaro Siqueiros. Mientras los años transcurrían los murales de Rivera se fueron convirtiendo poco a poco en una obra de gran influencia tanto en México como en toda Latinoamérica. En 1922 se casó por segunda vez con Guadalupe Marín, una indígena mexicana de piel morena, larga cabellera negra y ojos verdes. Y de ese matrimonio tuvo dos hijas: Lupe y Ruth.

Tuvo tiempo de crear y fundar la Unión de Pintores, Escultores y Artistas Gráficos Revolucionarios. Y justo en esa misma época se afilió al Partido Comunista Mexicano, uno de los argumentos clave de su obra. En el año 1927 fue invitado a los festejos que conmemoraban los diez años de la Revolución de Octubre en la URSS. Eran momentos difíciles puesto que se  acababa de divorciar de Guadalupe. Tiempo que aprovechó para conocer y casarse por tercera vez con la pintora Frida Kahlo en 1929. Año que coincidió con su expulsión del Partido Comunista, y curiosamente al año siguiente fue invitado a los Estados Unidos para realizar diversas obras. Lógicamente sus trabajos con temática comunista y muy social causó contradicciones, críticas y fricciones con los propietarios de las obras, el gobierno norteamericano y la prensa.

En 1933, el industrial y multimillonario John Rockefeller le contrató para pintar un mural en el vestíbulo de la entrada del lobby del edificio RCA de Nueva York. El que se denominaría Rockefeller Center. El edificio estaba situado en la misma Quinta Avenida y fue considerado como un emblema de la ciudad y del capitalismo. Su diseño se tituló ‘El hombre en el cruce de caminos’. Justo cuando estaba a punto de terminarlo incluyó un retrato de Lenin. La reacción de la prensa no se dejó esperar. Rockefeller lo tomó como un insulto personal y mandó cubrir el mural para destruirlo más tarde. Rivera regresó después a México donde lo pintaría de nuevo. Hoy se exhibe en el tercer piso del Palacio de Bellas Artes.

Otro dato histórico importante ocurrió en 1936 cuando pidió formalmente al presidente Lázaro Cárdenas el asilo político de León Trotsky, que finalmente lo consiguió al año siguiente.  Fue invitado a la Casa Azul de Frida Kahlo. Pero en un par o tres de años su amistad con Trotsky desapareció, se distanció y se divorció a su vez de Kahlo, para volverse a casar con ella a finales del mismo año. En 1946 quizá pintó una de sus mejores obras: ‘Sueño de una tarde dominical en la Alameda Central’ ubicada en el Hotel del Prado de la Ciudad de México.

En 1955, tras la muerte de Frida Kahlo se casó con Emma Hurtado y viajó a la URSS para ser intervenido quirúrgicamente y de forma urgente. Finalmente falleció en noviembre de 1957 a punto de cumplir los 71 años de edad. Murió en su casa estudio, actualmente conocida como Museo Casa Estudio Diego Rivera y Frida Kahlo, y sus restos fueron colocados en la Rotonda de las Personas Ilustres, a pesar de que eso iba en contra de su voluntad. Rivera representó un estallido de creatividad en una sociedad falta de energía artística. Destacó por su arte, su ingenio y personalidad. Controvertido, idealista, convencido de sus pensamientos, luchó por expresar todo lo que tenía dentro, con las ambigüedades propias de su época y de su sociedad. Un ejemplo artístico único que todos los amantes del arte contemporáneo deben valorar en su justa medida.

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«Cuando estaba pintando, oí de repente, desde atrás de uno de los pilares coloniales de la espaciosa sala, la voz de una niña que no se veía. (…) Miró directamente hacia mí. -¿Le molesta si lo veo trabajar? -preguntó. -No, señorita; me encantaría –dije. Se sentó y me miró silenciosamente, los ojos fijos en cada movimiento de mi pincel. (…) La muchacha se quedó unas tres horas. Cuando se fue, sólo dijo: -Buenas noches. Un año más tarde supe que ella era la escondida dueña de la voz que había salido de detrás del pilar y que se llamaba Frida Kahlo. Pero no me imaginé que un día llegaría a ser mi esposa»

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