La envidia

Publicado: 10 de diciembre de 2011 en Artículos
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‘La envidia en los hombres muestra cuán desdichados se sienten,

y su constante atención a lo que hacen o dejan de hacer los demás, muestra cuánto se aburren’

(Arthur Schopenhauer)

Por envidia se entiende ese sentimiento o estado mental en el cual se siente dolor o desdicha por no poseer uno mismo lo que tiene el otro, sean bienes, cualidades u cualquier otra cosa. Es esa tristeza o pesar del bien ajeno, ese deseo de algo que no se posee.  Para dejarnos de tecnicismos, podríamos decir que la envidia aparece cuando nos sentimos inferiores, ya sea a la hora de tener, de desear o simplemente de gozar. Incluso en cosas o situaciones que nunca hemos pensado materializar, resulta curioso que al verlas realizadas por unos o conseguidas por otros es cuando se sienten como si fueran nuestras, o que deberían ser nuestras o cuando comienzan a ser perseguidas, cuando realmente antes nunca fue así ni lo sentimos como tal.

Estamos ante la desdicha o la inquietante actitud de querer lo que no tenemos, aunque nunca lo quisimos, y cuando lo vemos lo deseamos aún más, sin pensar si realmente lo necesitamos. Y en la necesidad radica la importancia, la prioridad. Según el doctor Salischiker: ‘Cuando una persona se obsesiona y deja de vivir por estar pendiente de tu vida o en este caso en la vida de su adversario, de su entorno, y entre otras cosas siente agobio por cada uno de sus triunfos. Aparte de mostrar signos graves de inferioridad, te muestra que estás tratando con una persona psiquiátricamente enferma. Conclusión inequívoca: la envidia es una enfermedad como otra cualquiera. Te obsesiona, te cambia, te condiciona.

La envidia es así, una declaración de inferioridad. Y lo peor es que no te das cuenta de ser inferior. Tratar de asemejarse a alguien, de poseer lo que posee alguien, todo se convierte en un mirar y querer imitar el comportamiento, los logros, los conocimientos, las posesiones de otros. Quizá la autoestima esté deslegitimada. Acaso el orgullo propio herido. Quién sabe. Lo curioso es que con la cantidad de problemas con los que tenemos que lidiar a diario, muchas personas se involucren en batallas propias, creadas por ellos mismos, observando lo que no tienen o lo que desearían tener para ser más o menos felices. Triste podría ser un calificativo que se quedaría corto. Es cierto.

‘La envidia es una declaración de inferioridad’

(Napoleón)

Según el doctor José Luis Cano Gil ; ‘La envidia es un sentimiento de frustración insoportable ante algún bien de otra persona, a la que por ello se desea inconscientemente dañar. Rabia vengadora del impotente que, en vez de luchar por sus anhelos, prefiere eliminar la competencia. La envidia es una defensa típica de las personas débiles, acomplejadas o fracasadas’. Toca un interesante tema su estudio cuando habla de complejos y frustraciones del ser humano. El hombre vive siempre entre obsesiones, acomplejado, deseando centrarse en lo que no consiguió, en lo que no conseguirá. Quizá la sociedad marca tendencias, deseos e ilusiones. Nos hace perder la perspectiva, la simple visión de que las cosas son siempre más sencillas de lo que parecen. La obsesión también limita. El fracaso es una herramienta que se puede utilizar para desarrollarse. Para reinventarse y salir airoso en futuros compromisos. Del fracaso se aprende, de la obsesión, en cambio, no extraeremos nada. Acaso sólo eso, frustración.

Es fácil pregonar que se necesitan pocas cosas cuando todo está alrededor de nuestros ojos. Como dije antes, hay cosas que nunca nos las planteamos hasta que caen delante de nosotros. Y nuestros ojos, al percibir el objeto, el premio, la acción, denotan pasión, delirio, alimentan el cerebro hasta hacerle caer en la tentación y en la propia locura creada de que eso también tiene que ser nuestro. ¿Realmente lo deseamos? Esos anhelos son a menudo infundados. No los necesitamos, como tampoco los merecemos. Si supiéramos ser más humildes, tratar de ser prácticos, conformarnos con lo mínimo, más de una enfermedad se evitaría, por no hablar de los daños colaterales que se producen a consecuencia de. Vivimos rodeados de seres incompletos, con sus dudas y sus complejos, seres que no detienen sus ansias de protagonismo, sus ansias de riqueza y de meritocracia, cuando realmente son seres completamente inútiles. Son seres que habitan la tierra donde vivimos pero que no hacen otra cosa que amargarse ellos y amargar a los demás.

‘En cuanto nace la virtud, nace contra ella la envidia,
y antes perderá el cuerpo su sombra que la virtud su envidia’
(Leonardo da Vinci)
La envidia se expresa de mil formas, desde la simple crítica, la queja constante, la dominación del otro, el rechazo, el odio o el insulto, la rivalidad, la venganza. La lista de envidias sociales, personales, familiares, laborales, es amplia, inagotable, una fuente de ideas y recursos incuantificable. Parecería que tendría relación con aquellas personas que no tienen, que no poseen, que están necesitadas de, en fin, ‘esto me falta esto quiero’. Pero no. Curiosamente, las envidias más grandes, las más temibles, son aquellas que se originan dentro del poder, los más poderosos son envidiosos. Tiene guasa. El narcisismo no se detiene. Arrasa con todo y con todos. La debilidad del ser humano le hace ser temible, le hace ser envidioso.

Nuestra envidia dura siempre más que la dicha de aquellos que envidiamos.
Y no caigamos en la absurda trampa de comparar la envidia con los celos. Todo es distinto. La envidia desea lo que no tiene. Los celos tiene miedo a perder ‘lo que se cree que se posee’. Completamente distinto. La madurez del hombre puede ayudar. La experiencia acumulada. La ausencia de ambición. La naturalidad. Pero visto lo visto, viendo la cantidad de envidia que se vende, que se comercia, que se fabrica en todo el mundo, por todas partes y en la mayoría de seres humanos, debemos ir escasos de esas virtudes. Pero como conclusión podríamos pensar seriamente, que si está comprobado que la envidia sólo provoca una amargura constante, porqué entonces  no la rechazamos, porqué entonces no la eliminamos de nuestras vidas, dado que no nos hace ningún bien. Pequeñas cosas que nos ayudarían a vivir, por lo menos, más tranquilos.
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comentarios
  1. Pues sí. Yo llevaba días pensando en escribir algo sobre la envidia también…últimamente, con la crisis, se ve más, ¿verdad?

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  2. Josevi Oliver dice:

    Magnifico articulo Tete, la envidia como denominador común de la mayoría de los sufrimientos del ser humano, producto del gran error de su formación y educación.
    Los ojos del cuerpo físico nos pierden dado que los deseos son el mayor enemigo del hombre; grave es el problema y enormemente potenciado en la sociedad moderna del consumo fácil, barato y tan al alcance de la mano, hasta tal punto que se puede considerar irreversible.
    «Provoca una amargura constante una enfermedad» y no solo eso, desvía al ser humano de su objetivo, en su razón de ser en el mundo y por ello así nos va y así estamos.
    Comentas que la madurez ayuda porque decae la ambición y da naturalidad, cierto y es en ella, casi concluido el andar del camino, cuando te das cuenta del tremendo error en que la vida consiste y quisieras dejar el saber de tu experiencia y de tus reflexiones como LEGADO que sirviera para corregir tanto error sin sentido.
    ¡¡Hay si desde niños aprendiéramos a desarrollar los ojos de la mente que nos ayudaran a apoyarnos en los granes potenciales del espíritu y del corazón!!
    Como está más que demostrado que el actual camino no nos lleva a ninguna parte buena, está claro que el ser humano, algún día encontrará un mejor camino que le proporcione una mayor satisfacción y le de sentido a su vida.
    Un cordial saludo y enhorabuena por tu escrito.

    Josevi Oliver /Madrid

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  3. Nick dice:

    Nadie es realmente digno de envidia.
    SCHOPENHAUER, Arthur

    Focalizamos nuestra atención solo en aquello que nos resulta atractivo de la persona envidiada.

    Se amable, cada persona que te encuentras está librando su propia batalla. Platón

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