Soledad

Publicado: 5 de noviembre de 2011 en Artículos
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«La soledad me ayuda a escribir

y escribir me ayuda a vivir»

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 Compañera de amarguras. Cómplice de la intimidad. La soledad corre ambigua por nuestros caminos, aletargada, ensimismada, ausente. La soledad nos enfrenta a los miedos, a nuestros miedos. Cobarde enemiga que se aleja de la felicidad y se detiene delante de nosotros. Para amenazarnos, para engrandecernos. La eternidad de su sombra, la estrechez de su calor y la lejanía de su saber. Características dependientes de emociones, de momentos, de dudas y de pensamientos.

Mucha gente la interpreta de forma negativa. La ven como un aislamiento, como un confinamiento. La falta de contacto con otras personas cuando es obligatorio debilita la mente. La hace prisionera de su propio territorio. No la deja desarrollarse ni la deja ser libre. Pero la soledad puede ser elegida o no. Y la soledad puede significar cosas diferentes según el verbo con la que la conjuguemos. No es lo mismo estar sol@ que sentirse sol@.

De un paso al otro hay un mundo y ese mundo que habita en el centro es el social. La rutina. La mayor parte del tiempo. El resto queda dentro de la soledad. La que alimentamos, la que criticamos, la que nos agobia, la que nos duele, la que necesitamos, la que nos ayuda a respirar, a vivir.

La soledad nos acompaña siempre, de una forma u otra. Y con ella profundizamos en nuestras mentes. Cuando estamos a solas conversamos con nosotros. Nos conocemos más. Nos indagamos más. La soledad ayuda. Hay que verla de esa forma. La soledad buscada apoya los sentidos. La soledad encontrada debe ser ajustada, definida y aprovechada. La soledad eterna no existe y si existe es deficiente en su trabajo. La persona necesita de compañía al igual que necesita de soledad. La soledad es necesaria en la medida que uno la utilice con sabias maneras.

«¿Por qué, en general, se rehuye la soledad?

Porque son muy pocos

los que encuentran compañía consigo mismos»

(Carlo Dossi)

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 Quejarse de la soledad acentúa su negatividad y su falta de eficacia. Debemos aprender a utilizarla. Puede ayudarnos si nos dejamos ayudar. Puede comprendernos si le ayudamos a que nos comprenda. Puede salvarnos si la enseñamos a que nos salve. La soledad puede servir para crear, para trabajar, para pensar, para meditar, para relajarse y para descansar. Tiene mala fama pero todos la necesitan. No tiene buena prensa pero la echamos de menos cuando no la tenemos.

Muy a menudo la buscamos. Y si no aparece de vez en cuando nos crea nerviosismo. La soledad es tan necesaria como el contacto con otras personas. Decir lo contrario es no saber valorarla. La intimidad existe gracias a la soledad. Y acaso no es importante la intimidad. Forma parte del ser humano al igual que la comunicación con otros seres. Y qué decir de la privacidad. Esa condición que incluso se defiende ante los tribunales. La privacidad va unida a la soledad.

Por mucho que queramos denigrar su nombre, la soledad es humana. Es otra condición. Ni mejor ni peor. Diferente pero igualmente valorable. A veces puedes estar rodead@ de miles de personas y sentirte sol@. No es el espacio físico sino mental. La soledad física es una cosa y la psíquica otra. Ejercitar la soledad con el contacto supremo personal y practicarlo de tal forma que nos sirva para deleitarnos con nuestra propia compañía ayuda a sacarle rendimiento. Pero una de las prácticas habituales del ser humano es quejarse de toda condición sobrevenida con lo cual se ejercita más la especulación, el comentario, la excusa, que lo propiamente importante, es decir, la unión de fuerzas, el rendimiento personal, eficaz y duradero.

La soledad está vista para algunos como algo deprimente, desagradable, una incapacidad personal o general de establecer relaciones con los demás. En cambio, para otras personas, la soledad es tan importante para su vida que la defienden con todas sus fuerzas. Los monjes, por ejemplo, ven la soledad como una forma de iluminación espiritual. De ahí que volvamos a separar los dos tipos de soledad, la física y la mental. La soledad física es un medio, no un fin. Se utiliza para una idea determinada. Hay gente que no necesita de la soledad para concentrarse.

Los síntomas de la soledad impuesta vienen determinados por la ansiedad, la alucinación, la distorsión de la percepción y del tiempo. Y con el tiempo parece que perdemos facultades para adaptarnos mejor a la soledad, cuando la experiencia nos debería servir para afrontar situaciones como esa.

La gente joven se adapta mejor a ese estado mientras que a las personas mayores les cuesta mucho más sentirse cómodas cuando se encuentran en sus redes. Muchas veces incluso se habla de que la soledad es el mal de nuestro tiempo. Anclados en la época de la comunicación, donde estamos totalmente conectados a todo y a todos por todos lados, resulta que la soledad es un mal de nuestra sociedad.

Definitivamente, algo no funciona bien. O no sabemos interpretar los estados de ánimo o nos dejamos abatir muy fácilmente por las circunstancias. Saber adaptarse a la edad, al lugar, al momento, a la circunstancia ayuda y mucho a sentirse mejor. El contacto con otras personas debe ser fluido y constante, es cierto, pero no es el centro de motivación mental y físico de una persona. Hay muchas otras actividades que no necesitan de compañía. Sólo pensando todas esas horas utilizadas en leer libros ya compensa el resto.

«La soledad
es la suerte de todos los espíritus excelentes»
(Arthur Schopenhauer) 
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comentarios
  1. Katie dice:

    Cuesta aceptar q la soledad forma parte inherente de nuestra vida y contribuye a formar nuestro carácter. No hay que verla como enemiga si no como aliada.

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  2. Marta dice:

    La soledad suele ser una buena compañera. Hay momentos en que necesitas aislarte un poco de la gente que te rodea, del mundo que te agobia y sentarte a pensar en soledad.

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  3. Nick dice:

    Las grandes elevaciones del alma no son posibles sino en la soledad y en el silencio.
    GRAF, Arturo

    El instinto social de los hombres no se basa en el amor a la sociedad, sino en el miedo a la soledad.
    SCHOPENHAUER, Arthur

    Nuestro gran tormento en la vida proviene de que estamos solos y muchos de nuestros actos y esfuerzos tienden a huir de esa soledad.
    MAUPASSANT, Guy de

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